10 de enero de 2015

Efimeridad de las rosas, de la vida (III)


Palabras clave (key words): rosas, Théophile Gautier, Pierre Félicien Letourneur

En el libro citado de Paul Bourget —su título es Sensations d’Italie, editado en París por Alphonse Lemerre, 1892—, en la misma página 129, encuentro otra cita que me apetece seguir: Respirons les roses tant qu’elles ressemblent à tes joues. Embrassons tes joues tant qu’elles ressemblent à les roses…, comme les convives des banquets païens. La traducción es un mínimo reto, la referencia a los banquetes paganos me conduce a una discreta ensoñación y, además de todo eso, me gustaría saber quién lo escribió. Lector, me interesan estas cosas, ¿qué puedo hacer?

Valoro mucho la labor de los traductores —es una tarea complicada— y me precio de tener a algunos como amigos. Después de alguna duda, traduzco: Respiremos las rosas, tanto se parecen a tus mejillas. Besemos tus mejillas, tanto se parecen a las rosas…, como los comensales en los banquetes paganos. Ça y est, ya está. Y ahora, a buscar. ¿Quién escribió esto?

El párrafo aparece en la que es quizá la mejor obra de Théophile Gautier, Mademoiselle de Maupin, de 1834, una de las más subversivas de todo el siglo XIX francés. La intriga no es totalmente nueva: una mujer, hastiada de la conducta de los hombres, decide hacerse pasar por uno de ellos y se convierte en Théodore, un joven de una extraordinaria belleza, igualmente seductor para hombres y mujeres. Hasta el viril D’Albert, siempre en busca de la mujer ideal, se enamora de él, aunque barrunta que ha de ser, forzosamente, una mujer disfrazada.

En el capítulo IX, el titulado Cela est ainsi…, se lo cuenta en una carta a su buen amigo Silvio y le habla del amor pagano: No es como el de las poesías eróticas de la era cristiana, un alma que pide a otra que la ame, le explica. El amor pagano, se podría concretar en estas palabras (traduzco, recorto y compongo), dirigidas a una mujer imaginaria: Cinthia, sois bella, daos prisa. ¿Quién sabe si viviréis mañana? Esas rosas que huelen bien hoy, tendrán mañana el olor de la muerte y no serán más que cadáveres de rosas. Respiremos las rosas, tanto se parecen a tus mejillas. Besemos tus mejillas, tanto se parecen a las rosas. Daos prisa, Cinthia; la más pequeña arruga puede ser la tumba de un gran amor.

Parecida expresión encuentro en una obra de Pierre Prime Félicien Letourneur (1737-1788), Le jardín anglois. Letourneur fue un literato francés y un excelente traductor. Fue el primero que dio a conocer a Shakespeare en Francia. Tradujo todas sus piezas teatrales, así como las de otros escritores ingleses. En la obra citada, en la que mezcla traducciones y materia propia, hallo estas palabras, otra vez con las consabidas referencias a las rosas y a ‘respirar su aroma’, en este caso, el de la violeta: Respirons les premiers esprits de la jeune violette, avant que le vent du midi ait épuisé son âme odorante. […] Qu’il est doux de cueillir sur les roses de tes lèvres le premier baiser, tandis que le merle réveille…! Aquí conservo el breve texto francés y traduzco: Respiremos los primeros espíritus de la joven violeta, antes de que el viento del mediodía haya agotado su alma olorosa […] ¡Qué dulce recoger sobre las rosas de tus labios el primer beso, mientras el mirlo despierta…!

Queda todavía que hablar de las rosas, pero será otro día.

(continuará)

8 de enero de 2015

Efimeridad de las rosas, de la vida (II)


Palabras clave (key words): Libro de la Sabiduría, Décimo Magno Ausonio, Garcilaso

La cita original la leo en casa, en mi Biblia de Jerusalén, y es del Libro de la  Sabiduría, 2, 8 (uno de los sapienciales del Antiguo Testamento). Esta obra, falsamente atribuida al rey Salomón, está redactada en griego y en realidad debió de ser escrita hacia mitad del siglo I, a. C., probablemente por un judío helenizado de Alejandría. Las palabras que me interesan se han conservado bien en las referencias posteriores y quiero dejarlas en un contexto original algo más amplio: Hartémonos de vinos exquisitos y de perfumes, / no se nos pase ninguna flor primaveral, / coronémonos de rosas antes de que se marchiten. Se trata del desacertado discurso de los impíos, se advierte.

El texto habla de flores primaverales, en general, y luego de las rosas. La rosa es considerada universalmente como la primera entre las flores, la reina, por sus cualidades y quizá también por su efimeridad. En francés existe la expresión mériter la rose, con el significado de ser el mejor entre los que rivalizan por conseguir algún premio o ventaja. Siempre, claro, que el torneo o concurso sea resuelto en justicia, lo que no ocurre siempre, en ningún país.

Y no dejan de ser un modelo de belleza nombrado constantemente en muchos textos literarios. En una obra de François L'Hermite, Señor de Soliers, conocido como Tristan l’Hermite, La Marianne (1636), se lee : Tu ne devrais jamais marcher que sur des roses (Deberías marchar sólo sobre rosas). En otra obra de Pierre Jean de Béranger (Octavie, 1812), encuentro: Ne livre plus les roses de ta bouche / aux baisers morts d'un fantôme impuissant (No ofrezcas las rosas de tu boca / a los besos muertos de un fantasma impotente).

En un célebre poema, De rosis nascentibus, de Décimo Magno Ausonio, un poeta latino del siglo IV, uno de los versos es el profusamente citado en muchas antologías: Collige, virgo, rosas, dum flos novus, et nova pubes, et memor esto aevum sic properare tuum (Recoge, muchacha, las rosas, mientras está fresca tu juventud, y recuerda que así pasa también tu vida).

También se menciona la rosa en un bellísimo soneto de Garcilaso de la Vega y se aconseja gozar de la primavera antes de que sea demasiado tarde: Coged de vuestra alegre primavera / el dulce fruto, antes que el tiempo airado / cubra de nieve la hermosa cumbre; marchitará la rosa el viento helado.

De un poeta inglés del siglo XVII, Robert Herrick, tomo un poema, muy citado en la literatura inglesa, To the virgins, to make much of time (A las doncellas, para que aprovechen el tiempo): Gather ye rosebuds while ye may, / old time is still a-flying: / and this same flower that smiles to-day / to-morrow will be dying (Coged las rosas mientras podáis, el tiempo veloz vuela: la misma flor que hoy sonríe, mañana morirá).

Entre los poemas que mencionan a las rosas, el más conocido, probablemente, de la historia de la literatura, es el de un poeta francés del siglo XVI, Pierre de Ronsard. De este poema y algunos más hablaré en próximas entradas. Pero antes me referiré a la segunda cita sobre estas flores, la que encontré también en mi libro de Paul Bourget: Respirons les roses Los colores diferentes en el texto no persiguen ningún efecto estético : sólo tratan de separar las fuentes y facilitar la lectura.

(continuará)

6 de enero de 2015

Efimeridad de las rosas, de la vida (I)


Palabras clave (key words): Rosas, juventud, moral, Voltaire, Bossuet, Gellert

Me gusta citar, lo confieso. Busco a veces un refrendo a alguna idea mía, pero sobre todo lo hago por comodidad, por vaguería, por pereza. ¿A qué tratar de componer de nuevo un pensamiento si alguien lo ha expresado ya con acierto? Además, la cita abre al lector un horizonte nuevo, un autor que puede resultarle interesante.

Prácticamente siempre, encuentro las citas en mis lecturas. La cita de Robinson de mi entrada anterior me vino de leer a Paul Bourget (1852-1935). Si lees buenos libros, encuentras buenas citas; es así de simple. Pues, en ese mismo libro, encuentro un par de referencias a las rosas y ahí empieza este camino de hoy, que ni sé cuánto puede durar. Pero que querría un camino de rosas. Como aquel sobre el que andaba la sultana Sheraa en la dedicatoria del Zadig de Voltaire: Charme de prunelles, tourment des cœurs, lumière de l’esprit, je ne baise point la poussière de vos pieds, parce que vous ne marchez guère, ou que vous marchez sur des tapis d’Iran ou sur des roses (Niña de mis ojos, tormento de corazones, luz del espíritu, no beso el polvo de vuestros pies porque apenas marcháis o andáis sobre alfombras de Persia o sobre rosas).

La primera cita en Bourget era, exactamente: Couronnons-nous de roses, devant qu'elles ne soient flétries, comme les impies dont parle l’Ecriture (Coronémonos de rosas, antes de que se marchiten, como los impíos de que hablan las Escrituras). Se indica el origen de la cita, pero yo quería saberlo con más precisión. Para eso, para todo, es muy útil el buscador de Google. Escribo allí el principio de la frase y me aparecen esas palabras en la obra del famoso predicador francés Jacobo Benigno Bossuet. Veo que es una referencia suya a la cita de la Sagrada Escritura, y sigo indagando.

El buscador me lleva después a un libro de 1772, traducción francesa de una obra alemana. Son Conferencias Académicas sobre Moral, leídas en la Universidad de Lepzig por Christian Fürchtegott Gellert (1715-1769). Gellert fue un precedente de Schiller y Goethe, admiradísimo en su época. Innovador en literatura, escribió fábulas a la manera de La Fontaine, novelas sentimentales y canciones espirituales, algunas musicadas por Beethoven. Fue el más noble y amigable de los hombres, tierno de corazón, generoso, de piedad y humildad sinceras y escribió para mejorar el carácter moral del pueblo, leo en Wikipedia (casi la única enciclopedia que manejo ahora).

Busco en esas Leçons de Morale y encuentro la cita. Te copio el párrafo entero, lector: “¿Qué es lo que el hombre joven, estima como bueno, noble o malo y molesto?”, se pregunta Gellert. Y razona: “La sabiduría que él quiere seguir es la que le empuja a librarse al juego, al vino, a gozar sin límites. Pasemos alegremente nuestros días, [...] coronémonos de las rosas que la Primavera de la edad hace florecer para nosotros y no esperemos a ornar nuestras cabezas con ellas, cuando el invierno de la vejez las haya marchitado. Riámonos de los viejos y de sus bellos discursos: ¿razonarían tan fríamente si no estuvieran ya helados por su edad?”.

Para mí fue una pequeña fiesta perderme en estos vericuetos de la literatura, la historia y la moral. Para eso hace falta tener tiempo y que te guste este jaleo. Lector, yo quisiera distraerte siempre, pero has de ser un poco especial. El tema es largo y lo dejo para otras entradas. Te anticipo que la respuesta final al enigma la encontré en mi casa, en mi Biblia de Jerusalén. Queda mucho que hablar de las rosas.
(continuará)