20 de marzo de 2015

Más sobre Maledetti Toscani, de Curzio Malaparte


Palabras clave (key words): humor, vida terrena, rey y patria, locuras creativas.

Quiero hablar algo más del libro Maledetti Toscani, que tiene muchas vertientes, pero es, sobre todo, una obra de humor. Me gustaría mostrarlo en el italiano original, pero lo haré sólo con fragmentos muy cortos, para no alargar la entrada, al duplicar con la traducción.

Los toscanos, cuenta el autor, ven incluso sin mirar “e gli basta un’occhiata per contarti i peli del naso” (les basta una ojeada para contarte los pelos de la nariz). También son muy capaces —no se olvide la clave de humor— de traicionar a un amigo. Para traicionar a un enemigo vale cualquiera; no hay cosa más fácil y vulgar. Pero traicionar a un amigo requiere grandeza de ánimo, nobleza de sentimientos, altura de ingenio y, si la traición ha de ser perfecta, lealtad. Cuando habla de la vida eterna dice que será, sin duda, una muy bella vida, “ma nenmeno la vita terrena è da buttarsi alla spazzatura” (pero tampoco la vida terrena es para tirarla a la basura).

Alaba Malaparte a los toscanos, a los que juzga hombres libres. De ser hombre libre, añade, a tener poquísima estima por el que manda, la distancia es corta. Por ello relata con fina y corrosiva ironía lo que puede ocurrir cuando un general arenga a sus soldados para la batalla. Les habla de la gloria, de una muerte bella, del Rey y de la Patria… Si entre los soldados, en la última fila, hay un toscano que lo mira, el general se embrolla, enfunda la espada, arría la bandera y se larga. Cuando no hay esa risilla irónica para poner en su lugar a los generales, pasa lo que pasa. Cuántas desgracias se habrían ahorrado si Mussolini, en vez de hablar desde el balcón del Palazzo Venezia, en Roma, hubiera hablado desde la terraza del Palazzo Vecchio, en Florencia.

Hay momentos de innegable lirismo también. Habla el autor de la fascinación de Florencia para los pratenses —los de Prato, la ciudad donde nació—, de su afán por copiar los hábitos y costumbres de los florentinos: “A Firenze se fa così” (en Florencia se hace así), era casi un mandamiento para él, cuando era niño y se imaginaba a los florentinos como seres extraños y algo locos. Cuenta su primer viaje a la ciudad:

Comenzó para mí la carrera más extraña, el viaje más sorprendente de mi vida: Palazzo Strozzi, i Lungarni, Palazzo Pitti, Via degli Uffizi, Piazza della Signoria, el Bargello, Santa Croce, iglesias, palacios, monumentos, calles, plazas, callejones y, de repente, tras dos horas de ir y venir (andirivieni, en italiano, una bella palabra) de un extremo a otro de Florencia, desembocamos, no sé cómo, delante de Santa Maria del Fiore. [...] Ora capivo qual è la pazzia dei fiorentini. Tutti matti a Firenze, ma che razza di matti! (Entonces comprendí cuál era la locura de los florentinos. Todos locos en Florencia, pero ¡qué raza de locos!).

Es esa locura que a veces arrebata a los hombres y a los pueblos. Esa que, según la tradición sevillana, embargó a los canónigos cuando decidieron construir un nuevo templo, allá por el año 1401: “Hagamos una iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren labrada nos tengan por locos”. Es una locura divina, justamente la opuesta a la locura de la guerra y que es mucho menos frecuente, para nuestra desgracia.

Dije que el idioma italiano engaña, que no es tan fácil. Ahí va un texto del libro: Per evitare d’esser presi per mangiapreti, dir subito che per preti s’han da intendere i parrucconi, i codini, i collitorti, i biasciconi, i lumaconi, e tutti quelli che fanno il loro interese con l’aiuto della paura dell’inferno. Lo dejo así; no es nada importante. Para traducir algunas palabras me hizo falta un buen diccionario. Es la pura verdad, no quiero presumir. Porque en italiano se dice: chi si loda s’imbroda, quien se alaba se pringa, se ensucia.

18 de marzo de 2015

Sobre Maledetti toscani, de Curzio Malaparte


Palabras clave (key words): vanidad del mundo y de la gloria, de la lengua italiana.

En mi última entrada hablé de Curzio Malaparte, el conocido escritor italiano, fascista primero, comunista después, personalidad poliédrica y controvertida. Me referí a su libro, no muy conocido en España, Maledetti toscani, el último que escribió, en 1956, un año antes de su muerte. Me detengo aquí y te aseguro, lector, que es un buen sitio para reposarnos y charlar un rato.

La obra es una delicia, llena de humor, de inteligencia, de belleza, con un italiano excelente, de esos que te hacen ver que esa lengua, aparentemente fácil y próxima para los españoles, engaña y es más complicada de lo que parece. También hay en ella consideraciones morales —de una moral íntima, sincera y rotunda, que rezuma autenticidad y tiene carácter más bien afectivo—, demostrando que se puede divertir y hacer reflexionar a la vez, aunque la hazaña sea imposible para muchos.

Ironiza cariñosamente sobre los toscanos, su inteligencia, su amor a la libertad, su capacidad para intimidar y desconcertar al resto de los italianos. Todo es una broma, naturalmente, pero que descubre también la miseria y la boria (la vanidad) de las cosas terrenas e incita a pensar. Aprovechando que Prato, la ciudad toscana en la que nació el autor, a quince kilómetros de Florencia, es uno de los centros textiles más importantes de Europa y allí se reciben, para reciclarlos, retazos, trapajos, andrajos y pingajos de toda Italia y de otras partes del mundo, escribe:

A Prato, dove tutto viene a finire: la gloria, l’onore, la pietà, la superbia, la vanità del mondo. [...] Mentre gli altri credono che tutto sia di buona lana, i pratesi sanno che tutto è fatto di cenci. [...] Della grandezza umana, della superbia degli uomini, ridono, perché sanno di che son fatte. [...] Sono esempio di semplicità e di lealtà in un mondo, dove tutti cercano di nascondere quel che sono, e che erano, e si dànno l’aria d’essere il contrario di quel che sembrano. Traduzco:

“En Prato, donde todo viene a acabar: la gloria, el honor, la piedad, la soberbia, la vanidad del mundo. Mientras los demás creen que todo es de buena lana, los prateses saben que todo está hecho de guiñapos. De la grandeza humana, de la soberbia de los hombres se ríen, porque saben de qué están hechas. Son ejemplo de simplicidad y lealtad en un mundo en el que todos buscan esconder lo que son, o eran, y se dan aires de ser lo contrario de lo que parecen”.

Lector, este es el italiano fácil (hasta pensé en no traducirlo), pero no todo es así. Trapero, por darte ya un ejemplo, es cenciaiolo (pezzaio, barattiere), no tan entendible ya, ¿verdad? Por cierto, la cita más conocida que conozco sobre Marañón es la que afirma que era un “trapero del tiempo” (por saber aprovechar bien los ratos perdidos).

Es imposible extenderse más, porque lo que habría que hacer es leer el libro entero. Pero los editores españoles no lo han traducido —cada vez me irritan más— y se puede leer sólo en italiano. ¿Por qué no se ha vertido al español? Seguramente, porque no es un libro para grandes masas. Leo una crítica, italiana: Non è, in tutta franchezza, un libro che si possa consigliare a chicchesia (No es, con franqueza, un libro que se pueda aconsejar a cualquiera). Y sigue: Ribadisco: un libro per pochi. Ma che piacere leggere certi passi, anche per la lingua! (Repito: un libro para pocos. Pero qué placer leer ciertos pasajes, ¡también por el lenguaje!). No estoy de acuerdo: es un libro para cualquiera que tenga sensibilidad. Lo mostraré un poco más en la siguiente entrada.

15 de marzo de 2015

De cosas que, al principio, no se entienden


Palabras clave (key words): anuncio cervecería, ideas fuerza, Curzio Malaparte.

Amigo lector, no tengo arreglo. Las dos últimas entradas de mi blog son sendas listas de todas las publicadas, por orden cronológico y alfabético. Las hice porque había llegado a las 250 entradas… ¡y casi 200.000 palabras! Me formulo otra vez el propósito de hacerlas más cortas y me temo que no me es posible. Lo único que se me ocurre es ir escribiendo poco a poco y que se me vaya siguiendo, si hay voluntad.

He estado unos días fuera de Madrid y me encontré con un gracioso anuncio en la cervecería de una ciudad costeña: “Se necesitan clientes. No hace falta experiencia”. Y me dije, lo contaré en mi blog: algo sencillo, breve, sin complicaciones. Luego recordé algunas frases, más o menos profundas, que han influido en mi manera de entender la vida —así, como suena, la vida— y que no tienen puñetera relación con el anuncio. Detrás vino lo de las ‘ideas fuerza’, de las que se hablaba más en mi juventud que ahora. ¿No podría olvidarme de todo eso y dejar sólo el anuncio? Pues no, ese es mi problema.

Iré contándolo todo, pêle-mêle (en desorden), poco a poco. Lo de las ideas fuerza viene de Alfred Fouillée y daré aquí la definición que encuentro en el Diccionario de filosofía, de Nicola Abbagnano: “encuentro de lo interno y de lo externo, una forma que lo interno toma por la acción de lo externo y por la reacción propia de la conciencia (L’évolutionnisme des Idées-forces, 1890)”.

No se entiende demasiado, ¿verdad? Podría dejarlo así, pero estoy leyendo a Curzio Malaparte, que escribe algo aplicable al caso y con gracia. Se refiere a un dicho de una ciudad de la Umbria: “un antico proverbio di Gubbio, che non si sa bene quel che voglia dire, ma qualcosa deve pur voler dire” (un antiguo proverbio de Gubbio, que no se sabe bien lo que quiere decir, pero alguna cosa debe de querer decir). Pues eso pasa con lo de las ideas fuerza, tal y como las resume Abbagnano. Y hay muchas cosas así, en ciencia y literatura.

Y pienso en más cosas relacionadas. Así funcionan estas entradas, lector. Cuento una simpleza de cierta (presunta) gracia; te doy una expresión francesa que se utiliza a veces (por gente algo o muy pedante); te digo algo de las ideas fuerza, que desarrollaré después; te acerco a Malaparte, a un delicioso libro suyo, Maledetti Toscani, sin traducir al español aisladamente, aunque supongo que estará en sus Obras completas, que sí existen.

En fin, voy dando pistas, para que los lectores las sigan, si les apetece. Así es como me gustan mis entradas y espero que haya gente a la que le guste leer cosas así. Termino esta, ya más corta, y seguiré con el tema, con los temas.