20 de diciembre de 2016

Del alcalde de Alcorcón y los mitos griegos


Este blog no se preocupa mucho por la actualidad; le dedico hoy una entrada por el azar de estar en la calle por la que pasaba una manifestación y haber oído claramente la conversación entre algunas de las mujeres que participaban. Una de ellas, grande y sólida, muy rotunda en su físico y en sus afirmaciones, decía a sus acompañantes:
— Os digo que el alcalde expresó un juicio universal, afirmativo, categórico y apodíctico, que una sabe de qué habla.
— Pues yo creo que no lo dijo de todas, intervino otra señora, sino que matizó con un “a veces”. O sea, que el juicio era particular y contingente.
— Déjate de florituras, replicó la mujerona; el alcalde dijo claramente que todas las feministas son mujeres frustradas, amargadas, rabiosas y fracasadas.
— De todos modos, añadió una tercera mujer más joven, conviene diferenciar si el juicio era determinativo, atributivo o limitativo.
— Tú mejor cállate, contestó enfadada la que se atribuía el papel de jefa. A ti te gustan demasiado los hombres y te dejas tumbar al primer envite; que te conocemos.
Esta charla me llamó la atención por el alto tono intelectual, tan frecuente en las movilizaciones callejeras, trufado con rasgos caracteriales típicos de nuestro pueblo. Supe luego que el  alcalde de Alcorcón había criticado a las feministas en estos términos, aunque dijo “a veces” y no se refirió a todas. Con esta restricción, sus palabras pueden aplicarse a ese movimiento, a juezas, maestras, abogadas, etc. Y lo que parece excesivo es que se pretenda descabalgar sólo por un comentario quizá imprudente a alguien que ocupa un cargo público ganado de manera rigurosamente democrática.
En realidad, este alcalde resume y epitomiza, sin poder evitarlo, tradiciones seminales de nuestra cultura clásica occidental. En Las Euménides, de Esquilo, Apolo se dirige al Corifeo: La madre no es la engendradora del que se llama su hijo, sino la nodriza del germen recién sembrado. El que engendra es el hombre. Y también Paris recomienda a Helena: Calla, oh mujer, hablar de guerra no es asunto tuyo. Limítate a cumplir el papel que te ha asignado la naturaleza, que es, en definitiva, el de yacer a mi lado. Los griegos pensaban y hablaban así de sus mujeres. Para ellos, el terror y la desgracia, tenían casi siempre rostro femenino: Harpías, Grayas, Moiras, Erinnias, Telquinas, Gorgonas y tantas más. Las Empusas, hijas de Hécate, eran demonios con apariencia de mujer y nalgas de burro, que ocultaban bajo sus faldas. Se colocaban en los cruces de caminos y atraían a los viandantes mostrándoles sus senos; después les mordían en el cuello y les chupaban la sangre hasta dejarlos a la puerta de la muerte.
Lamia, hija de Belos y Libia, fue amante de Zeus, con el que tuvo hijos, pero Hera, la esposa del dios, los fue matando a todos. Como venganza, Lamia salía por las noches y asesinaba a niños ajenos. Para que su aspecto resultara más horrible e inquietante, Zeus le otorgó la facultad de quitarse y ponerse los ojos de las órbitas a su antojo. Mientras dormía, los aislados ojos montaban guardia, expectantes. Peor era lo de las Grayas, monstruos con rostro de mujer, hermanas de las Gorgonas. Nacieron viejas y tenían sólo un ojo y un diente para las tres y se turnaban en su uso.
Las Erinnias eran también tres, con rostro de perro, alas de murciélago, cabellos serpentiformes y un látigo en la diestra: Megera, Alecto y Tisífone (odio, cólera y venganza). Refiriéndonos a humanos, las mujeres de la isla de Lemnos mataron a sus maridos y vivían solas. Cuando llegaron los Argonautas, en busca del vellocino de oro, pensaron que convendría ser fecundadas y se les ofrecieron. A nadie le amarga un  dulce: tocaron a catorce hembras por cabeza, o lo que sea, y zanjaron el asunto en siete días y siete noches. No un récord, pienso yo, sin nada más que hacer.
Atalanta era mujer y podría considerarse como precursora del feminismo. Mató a dos centauros que intentaron violarla y los castró; su historia se parece un tanto a la de Turandot. Las Moiras eran también mujeres: Cloto, hila y produce hebras, Láquesis, mide el estambre y Átropos lo corta con sus tijeras. Aquiles, cuando murió su amigo Patroclo, fue displicente y conminatorio con las mujeres: Oh, mujeres, en vez de arrancaros inútilmente los cabellos, lavad el cuerpo de mi pobre amigo, bañad de aceite sus martirizadas carnes, etc. Ate, diosa del error, camina sobre la cabeza de los hombres con pasos ligeros y los induce a equivocarse sin que ellos se percaten.
En casi todas las culturas hay amazonas. Una de sus reinas, Antianara, pensaba que el hombre cojo es más hábil en los juegos amorosos, ya que la energía del miembro que falta se dirige al pene. Otra reina, Pentesilea, era tan bella que todos los hombres intentaban violarla, por lo que iba siempre vestida, incluso en verano, con una armadura de bronce. Según una versión, Aquiles la venció y mató y la gozó después de muerta. Heinrich von Kleist, un poeta romántico alemán, escribió un drama, Pentesilea, en el que es ella la que derrota a Aquiles y lo devora en un exceso de entusiasmo erótico.
Lector, podría seguir hasta aburrirte. Pero había también varones nefastos y hembras bienhechoras en la mitología griega. Todo es una broma mía; escribo así porque me irrita que una frase poco feliz de un alcalde desencadene este embrollo para quitarle el cargo. Por eso he querido emparentarlo con famosos antecedentes helenos.