22 de febrero de 2017

Viaje a las Batuecas (3 de 6)


Mucho más tarde, el benedictino Padre Feijoo, en su Teatro crítico universal, tomo cuarto, discurso décimo, se refiere a la Fábula de las Batuecas, relacionándola con la idea de la ‘pérdida de España’: godos invadiendo a los romanos, árabes a los godos, etc., con la consecuencia del olvido de la verdadera religión y la vuelta a los ídolos y espíritus malignos. El tema del demonio es constante en toda exposición del mito de las Batuecas. Y confiesa el buen padre que él mismo dio asenso a la historia, hasta que un amigo le avisó de que el retiro y descubrimiento de las Batuecas era una mera fábula “para cuyo desengaño me citó la Crónica de la reforma de los Descalzos de nuestra Señora del Carmen”. Reconoce el Padre Feijoo que “notable es la autoridad que logran, y en todos tiempos lograron, no sólo en el vulgo, mas aún en mucha gente de letras, las tradiciones populares”. Como excusa y ejemplo cita a Olao Magno, eclesiástico e historiador sueco, autor de la Historia de Gentibus Septentrionalibus, que relata “que habiéndose desgajado por un monte altísimo la poca nieve que en la cumbre había movido con sus uñas un pajarillo, se fue engrosando tanto la pella con la nieve que iba arrollando en el camino, que hecha al fin otro monte de nieve, arruinó una población situada al pie de la montaña. Este suceso es símil tan ajustado al asunto que vamos tratando, que omitimos la aplicación por ser tan clara”. Dice después que las Batuecas fueron descubiertas en los tiempos de Felipe II.
Feijoo ya no cree, pues, en la fábula y transcribe palabras de la Crónica de la Reforma del Carmen, como se hallan en el tomo tercero, impreso en Madrid, año de 1683, libro 10, cap. 13, en el que se refiere la fundación de un convento en ese valle por los Carmelitas descalzos, como explicaremos después, se hace una exacta y amena descripción de todo el sitio y se desmonta la extendida leyenda:La extrañeza y retiro de estos montes, de estas rigurosas breñas, habían derramado en los pueblos circunvecinos opinión, que allí habitaban demonios. […] En los pueblos más distantes corría fama que en tiempos pasados había sido aquel sitio habitación de salvajes y gente no conocida en muchos siglos, oída ni vista de nadie, de lengua y usos diferentes de los nuestros; que veneraban al demonio; que andaban desnudos; que pensaban ser solos en el mundo, porque nunca habían salido de aquellos claustros”.
Esta relación, prosigue la cita Feijoo, sólo tiene de verdad la fama que en La Alberca y otros pueblos cercanos había, de que los pastores veían y oían algunas figuras y voces de demonios. También tiene de verdad, que después de que la Religión allí entró, y se dijeron misas, cesó todo. “Lo demás de la historia dicha, es relación de griegos, sin día, ni cónsul: y ficciones poéticas para hacer comedias, como se han hecho y creído en Salamanca, Madrid, y otras ciudades, de aquellos que sin examen reciben lo que oyen”. Hallándose ya en aquel yermo, refiere el historiador carmelitano, los religiosos preguntaron a muchas personas de la Serranía, de las más antiguas y de mayor razón, el fundamento de esta fama. Y refiere el Padre Francisco de Santa María: Unos se reían de nosotros, con ser ellos serranos, de que hubiésemos creído semejante fábula: otros se quejaban de los de La Alberca, diciendo que, por hacerles mal, la habían inventado, dándoles opinión de hombres bárbaros y silvestres; y unos y otros juraban que era novela, y que ni a padres, ni a abuelos la habían oído, ni jamás en sus pueblos hubo tal noticia.
Hasta aquí el historiador Carmelitano, explica Feijoo, de cuya narración se colige con toda certeza que cuanto se ha dicho del retiro, barbarie, y descubrimiento de los Batuecos todo es patraña y quimera. Y para abundar en esta idea, cita la obra de Tomás González de Manuel, que ya mencionamos nosotros, cuyos argumentos no vamos a repetir para no hacer interminable este escrito. Y elucubra sobre el poder de convicción de las leyendas y tradiciones: “A vista de tantas tan patentes pruebas de ser falso lo que se dice de los habitadores de las Batuecas, ¿quién no admirará, que esta fábula se haya apoderado de toda España? ¿Qué digo yo España? También a las demás naciones se ha extendido; y apenas hay geógrafo extranjero de los modernos, que no dé el hecho por firme. Así se halla relatado en el Atlas Magnus o Atlas Maior, del cartógrafo holandés Juan Blaeu, de 1650; en el Diccionario Universal Geográfico e Histórico, de Tomás Cornelio; en el Grand Dictionnaire historique del francés Luis Moreri, y otros muchos, que hablan de un valle muy fértil que llaman Valle de Batuecas. ¿Qué cosa tan absurda, como colocar muchos pueblos en un valle tan estrecho, que según las noticias seguras que hoy tenemos, apenas da espacio para una muy pequeña población? ¡Oh qué desengaño para tantos crédulos contumaces, que están siempre obstinados a favor de tradiciones populares y opiniones comunes!
 Esta sería la primera leyenda respecto a la comarca, combatida ya por autores de fundamento. Otras dos versiones surgen después, forjando visiones de las Batuecas muy distintas a la descrita, y hablaremos de ellas en las próximas entradas.
(continuará)