4 de agosto de 2016

Sobre (algunos) políticos del momento

Cuando el país está inmerso en una crisis prolongada y profunda, con problemas que parecen insuperables; cuando, tras meses de interinidad, el candidato de un partido consigue cierta ventaja en las elecciones y recibe el encargo de formar gobierno, otros partidos, claves para el proceso, no hablan de nada de esto y teorizan sin tregua sobre si el designado ha de presentarse forzosamente a la sesión de investidura. Opinaron ya expertos en Derecho constitucional y, naturalmente, los periodistas y tertuliantes, que moran en los platós de televisión. Daré mi parecer, invocando sólo la lógica y el sentido común. El mandato de la Constitución es para formar Gobierno, una vez obtenida la confianza de la Cámara. Si el candidato no puede obtenerla, ¿para qué acudir a una investidura imposible, huera y condenada al fracaso? No es ni razonable ni útil.
La racionalidad no impera en la deslucida tropa de los políticos. No se han dado todavía cuenta de hasta qué punto la ciudadanía está harta de estos figurantes de un vodevil aburrido y perpetuo. Alguien habla de sostener a Rajoy, aunque no lo merezca. El problema no es sostener a Rajoy, sino dotar de gobierno a un país que lleva muchos meses ante acuciantes necesidades, sin un poder ejecutivo estable.
Si se estimara que el candidato queda obligado a la sesión de investidura, la Mesa del Congreso debe arbitrar medidas para reducir su duración, dando un minuto de la estólida farsa a cada uno de los participantes. Oírles otra vez las mismas necedades y nequicias, atentos a intereses de partido o personales, sin pensar en los de los españoles, roza la crueldad mental. Conocemos a los actores hace tiempo y sólo nos preguntamos cómo siguen todavía ahí estos bigardos altaneros, vacuos, impotentes y nefastos.
Convendría leer Psychopathology and Politics, un clásico de 1930, del profesor Harold. D. Lasswell, muy influido por Freud, que inició una nueva vía de abordaje para comprender mejor las figuras públicas, mediante “el escrutinio de su personalidad, según las técnicas de la psicopatología”. Los tratados sobre política no suelen detenerse en la psicología profunda de los líderes. Lasswell sí valoró esos rasgos, que afectan a miembros de los cuerpos legislativos, ejecutivos y judiciales. En esencia, viene a decir que “los prejuicios, preferencias y credos se formulan de manera racional, pero han crecido de forma irracional. Cuando se ven frente al desarrollo de la persona, adquieren un sentido nuevo”. Otro libro interesante, de 1956, es el de Wilhelm Lange-Eichbaum, Genie, Irrsinn und Ruhm: Eine pathographie der Genies (Genio, locura y Fama: una patografía del genio). Hay más autores: William I. Thomas, Möbius, Gould, etc.
Citaré un ejemplo algo alejado de la política, pero que tiene la ventaja de ser muy sencillo, el de un empresario de éxito, que dedica gran parte de su tiempo y su dinero en favor de los ciegos. El análisis de sus vivencias remotas reveló el incidente que originó este interés por ellos: cuando tenía tres o cuatro años, su hermana pequeña le sacó, jugando, un ojo al gato preferido del niño, lo que le causó una angustia terrible.
Si hay investidura forzosa, también se podría remedar el célebre debate del inglés Taumasto en París, en el que no se utilizaron palabras, sólo gestos. Fue breve y amable y los parisinos invitaron luego al inglés a comer y beber “a vientre desabrochado”; es decir, con las ventreras sueltas. Trasegaron todos arrobas de vino, porque andaban sedientos, sicut terra sine aqua. Seguro que los políticos, de elevada cultura, saben a qué me estoy refiriendo. Uno de nuestros líderes ha hablado de izquierdas y derechas, retrotrayéndonos al final del siglo XVIII; con Taumasto nos remontaríamos al siglo XVI. En las Mil y una noches, en el Conte d’Abdallah de la Terre et Abdallah de la Mer, el rey nombró un visir de la derecha y otro de la izquierda; talmente como aquí, ahora.
La atención continuada, fuera del estricto período electoral, a los políticos en los medios de comunicación tiene que acabarse; no puede someterse a los ciudadanos a ese suplicio pernicioso. Bastantes de ellos sólo saben nimiedades, relacionadas, no con la Política con mayúsculas, sino con los tejemanejes del mercadeo. Su pauperismo intelectual puede contaminar a los que los entrevistan y consultan tan sin descanso.
En momentos como los actuales florecen intelectuales que se aprestan gozosos a firmar cosa escrita que se les presente. De algunos de ellos, mejor no hablar; sus obras completas ocuparían unas pocas cuartillas. Otros sí han escrito y tienen obra, lo que, en ciertos casos, es infinitamente más grave. Los títulos de intelectual, maestro en dominó o mus, etc., son nombramientos auto-otorgados frecuentes entre nosotros.
Termino. Si se reclama el control psiquiátrico continuado de colectivos como el de pilotos, que pueden poner en peligro la vida de unos centenares de personas, ¿cómo no exigirlo para los políticos, que pueden arruinar un país entero en una legislatura? Cuando veo a sus líderes, acompañados siempre de sus camarillas clónicas, rebozados todos en el pensamiento único, custodiando fielmente unas pocas y simples consignas, me parece imposible que no lleguen a algún tipo de desequilibrio psíquico.
P. S.- Amigos lectores, he escrito esta entrada por pura necesidad psicológica, por no poder aguantar más. Mis planes son, salvo circunstancias excepcionales, daros, de momento, un merecido descanso este mes de agosto. Que paséis un feliz verano, lo que queda de verano. Pronto estaremos en Navidad; ya lo veréis, hacedme caso.