16 de febrero de 2017

Viaje a las Batuecas (2 de 6)


Dije en mi anterior entrada sobre Mogarraz, que comenzaba por lo más fácil. Porque hablar del conjunto de las Batuecas, no es sencillo. Incluso geográficamente, la definición de la zona ha sido confusa a lo largo de la historia, ya que las Batuecas propiamente dichas son una parte de una comarca mucho mayor, que se conoce con el nombre de Hurdes o Jurdes, en la provincia de Cáceres, pero el término ha designado a veces a la comarca entera. La gran difusión de la leyenda de las Batuecas se debió en buena parte a la literatura, a partir del siglo XVII. En realidad, se podría hablar de tres leyendas, o tres visiones muy distintas del lugar, como trataré de mostrar.
Aquí casi siempre está presente la literatura. La mención inicial, escrita, del mito o leyenda de las Batuecas, que contaré enseguida, aparece en la comedia de Lope de Vega Las batuecas del Duque de Alba, cuya versión impresa es de 1638, aunque la composición es muy anterior. No figura en la lista de obras de Lope, en la edición de El peregrino en su patria de 1604, y sí en la de 1618, lo que indica que fue escrita entre esos años. La tradición en que se fundamenta debió de recogerla el autor en los últimos años del siglo XVI, cuando tuvo una larga residencia en Alba de Tormes y visitó, según se sospecha por fuertes indicios, una parte de la Extremadura Alta. Por la ambientación de la obra en tiempos de los Reyes Católicos y por el estilo de los versos, Morley y Bruerton, en su Cronología de las comedias de Lope de Vega, de 1940 (traducción en Gredos, 1968), piensan que la obra debió de ser compuesta entre 1598 y 1600.
La leyenda la recoge también Alonso Sánchez, que fue amigo de Lope, en el capítulo De Batuecis, de su De rebús Hispaniae Anacephaloesis libri septem. A condita Hispania ad annum 1633 —un compendio de la historia del Padre Mariana, escrita en un latín muy elegante, según Pío Tejera—. Como esta obra es muy posterior a la propuesta para la redacción de la de Lope, parece razonable considerar a este como el introductor literario de la leyenda, recogiendo tradiciones orales. Las crónicas de los carmelitas descalzos que se establecieron en la zona desmintieron el mito, a pesar de lo cual este empezó a cobrar veracidad y a difundirse por todo el mundo.
Lope recoge la leyenda: el fabuloso descubrimiento de un escondido valle, las Batuecas, hecho por una doncella y un paje de la Casa de Alba. Contra este relato fantástico escribió Tomás González de Manuel, presbítero de La Alberca, su Verdadera relación y manifiesto apologético de la antigüedad de las Batuecas y su descubrimiento, casi un siglo después, en 1693, arremetiendo contra los que habían creado y divulgado la leyenda del salvajismo del valle, especialmente contra el citado Alonso Sánchez.
Del propio González tomo, por comodidad, un breve resumen de la trama de la comedia, con grafía moderna: Un hombre y mujer de la familia del Señor Duque de Alba se habían enamorado, y por huir de la ira de el Duque, no teniéndose por seguros en España, se habían ido a unas Montañas distantes de Salamanca como doce leguas, que por su aspereza no habían sido penetradas de ninguno de sus vecinos. Y subiendo por aquellos Montes, pareciéndoles que habían llegado al Cielo, habían descubierto un Valle, y en él unos hombres sin culto, ni ornato del cuerpo, y de lenguaje no conocido, si no es algunos términos semejantes a los de los tiempos de los Godos, idólatras, como los Indios, aunque habían hallado algunas Cruces algo perdida la forma de ellas.
La propagación del mito de las Batuecas se debió, como digo, a la literatura. Aparte de Lope de Vega, hay dos refundiciones del mito: Juan Claudio de la Hoz y Mota (1622-1714), dramaturgo español de la escuela de Calderón, escribió sobre el mismo tema El descubrimiento de las Batuecas y Juan de Matos Fragoso (1608-1689), dramaturgo y poeta español de origen portugués, uno de los autores más prolíficos del siglo XVII, escribió El Nuevo Mundo en Castilla, sobre la obra de Lope, publicada en Comedias nuevas escritas por los mejores ingenios de España, 1671, donde regularizó un tanto la trama y suprimió algunos personajes. Sobre esta misma leyenda, Juan Eugenio Hartzenbusch escribió una comedia de magia, Las Batuecas, estrenada en Madrid, en 1843, con poco favor del público, pero con estimación de los doctos y discretos. En todas estas obras se mantiene la creencia en un valle poblado por gentes atrasadas y extrañas. Estos primitivos seres se creían solos en el mundo y no conocían que existieran otras criaturas en él. El valle estaba poblado por brujas, demonios y otros seres monstruosos, que tenían atemorizados a sus habitantes y disuadían de entrar en el territorio a los vecinos de la zona.
Hay una obra más, Nuevo mundo en España, que no he podido rastrear, pero que Tomás González cita en el capítulo XVII de su ya mencionada obra: “Otro concolega, que con él venía, dixo, que era cierto, que él había visto la comedia intitulada, Nuevo Mundo en España. Yo le dixe, que también la había visto compuesta por el Doctor Juan Pérez de Montalbán…” (conservo la grafía y signos de puntuación del original). He fatigado los catálogos de la BNE y otras bibliotecas y no encontré más mención de la misma. Pérez de Montalbán era muy amigo de Lope y se dice que murió desequilibrado por la muerte de este en 1635. Escribió la primera de sus biografías, Fama póstuma, sólo un año después de su fallecimiento.
(continuará)