22 de noviembre de 2016

Mi obra de teatro 'Don Juan de Bergerac'


Amigos lectores, para los residentes en Madrid, tengo el gusto de anunciaros la lectura teatralizada de mi obra de teatro Don Juan de Bergerac, que se hará, en formato de acto continuo, el próximo 25 de noviembre, viernes, a las 19.00 horas, en la Biblioteca del Retiro, dentro del propio parque (donde estuvo la antigua Casa de Fieras). La entrada, gratuita hasta completar aforo, es por la puerta de Menéndez Pelayo, frente a Sáinz de Baranda. Copio las páginas interiores del programa en las que hago un elogio encendido, y muy sentido, de la palabra.

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Respetable público, queridos amigos:

Os propongo, mientras estéis en esta sala, olvidar las prisas y el torbellino de fuera y escapar de la realidad. Os van a contar una ficción, con personajes hostigados y trabajados por el amor, atolondrados, temerosos y tiernos, que nada en el mundo es tan invariable y permanente como esa bendita locura de amar. No hay nada en esta imaginación mía que no pueda ser real, porque el mundo es vasto y ubérrimo, y está lleno de horizontes y de caminos aún sin hollar, a pesar de lo avanzado de los tiempos.
Para poder escapar, tenéis que dejaros arrebatar por las palabras. Las palabras son todo. La palabra es más cegadora que la luz, más veloz que el viento, más certera y mortífera que la flecha, más engañosa y complicada que cualquier laberinto imaginable. Uno se pregunta, ¿cómo es posible que ese poco de aire estremecido, esos pocos sonidos que se hilvanan en un instante para dejar de existir enseguida, tengan tanta fuerza, tanto poder? Leemos en Álvaro Cunqueiro: “¿De qué se hace la nave más ligera para ir a los feacios? — De palabras, Ulises. Te sientas, apoyas el codo en la rodilla y el mentón en la palma de la mano, sueñas y comienzas a hablar”.
Pablo Neruda cantó de los conquistadores españoles:Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras”. Valle-Inclán las declaró mortales: “Las rosas esparcían un perfume tenue y las palabras morían lentamente, igual que la tarde”.
Os resumo un bello relato de juventud de Goethe: Una hermosa serpiente verde tragó unas monedas de oro y se fue haciendo luminosa y transparente. La serpiente entró en una cueva y allí, en una hornacina, estaba la estatua en oro puro de un rey venerable. El rey habló y le preguntó: ¿De dónde vienes? De la sima donde habita el oro, contestó la serpiente —se sabe desde siempre que las serpientes hablan y pueden ser muy convincentes—. ¿Qué es más precioso que el oro?, preguntó el rey. La luz, respondió la serpiente. ¿Qué es más bello que la luz?, preguntó aquél. La palabra, respondió la serpiente.
Entreverados con las palabras andan los sueños, todos complicados, hermosos y sutiles. Chuang-Tzu, filósofo chino, soñó un día que era una mariposa y fue feliz, batiendo sus hermosas alas, disfrutando el capricho y la libertad de los vuelos, sin recordar nada de su naturaleza de hombre. Hasta que despertó y comprobó que era Chuang-Tzu. Y ya nunca supo, si era un hombre que había soñado ser una mariposa, o una mariposa que soñaba que era un hombre.
Samuel Taylor Coleridge imaginó un avatar que se ha hecho famoso: Si un hombre llegara al Paraíso en un sueño y le dieran una flor, como prueba de que había estado allí, y al despertar encontrara esa flor en su mano..., entonces, ¿todo sería un sueño o sería una realidad?
Con palabras y sueños —y atento al vuelo raudo del tiempo, tan implacable en mi relato como en nuestras vidas— he tejido mi historia. Confieso que no estoy seguro de haber manejado, a mi capricho y con absoluta potestad, a los personajes que iba imaginando, que pronto empezaron a vivir con propio discernimiento y voluntad, imponiendo sus criterios y sus deseos. Eso me los ha hecho más reales, más queridos. Es ya la última razón por la que escribo: para refugiarme en unos personajes singulares y libres, a los que llego a amar sinceramente. Ellos me dan la ilusión de que la vida no es tan ramplona como parece a veces.
Y ahora, silencio, por favor, va a comenzar la función.
           El autor

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