Palabras clave (key words): Snoopy, Uggie,
Argos, Homero, Zeus, Laelaps, Saur
Dos noticias, alegre una y luctuosa la otra, me llevan
hoy a hablar de perros. Por un lado, Snoopy, el simpático perro de Carlitos —personajes
ambos del genial dibujante Charles M. Schulz— ha cumplido 65 años. Por otro,
Uggie, el famoso can del filme El artista,
de Michel Hazanavicius, ha muerto de cáncer de próstata y hubo de ser sacrificado
en Los Ángeles. Dejó autobiografía: Uggie,
my story, de 2012.
Lector, hay infinidad de perros famosos, cuyos nombres se
hallan a menudo en la prensa, porque han aparecido en películas, han viajado en
naves espaciales, pertenecen a dueños de gran notoriedad pública, etc. Yo voy a
referirme a los que pasaron a la historia en tiempos pretéritos y por ello no
son tan conocidos en la actualidad.
Algunos están presentes en las leyendas y mitologías
griegas. Uno de los más célebres es el perro Argos, cuyo dueño fue Ulises.
Cuando este vuelve de la guerra de Troya, tras veinte años de ausencia,
disfrazado de mendigo, el fiel Argos, que ha sido descuidado y maltratado durante
todo este tiempo y está lleno de pulgas, como refiere Homero en Odisea, libro XVII, reconoce a su dueño,
que lo había criado de pequeño, y muere en el acto, víctima de una emoción fatal,
al no poder acercarse hasta él, que está al otro lado de una cerca. Emaeus, sirviente
de Ulises, no supo identificar al recién llegado, al que trató bien, pese a su
condición de indigente, de “sin papeles”.
Zeus, el padre de los dioses griegos, fue puesto de niño bajo
la protección de un perro, de nombre Laelaps, que tuvo una agitada vida con
diferentes masters, según leo. Porque
parece que fue el mismo animal que Zeus entregó a la bella Europa, después de
raptarla y llevarla a la isla de Creta. Zeus aquí fue un raptor educado y hasta
exquisito, que trató de seducir a su prisionera no de manera violenta, sino con
presentes y mimos. Le regaló el gigante Talos, hecho totalmente de bronce, también
una jabalina con la que se acertaba siempre y este perro Laelaps, que tenía la
virtud de capturar cualquier presa. Europa, como pasa a veces con los regalos,
se lo dio luego al rey Minos, quien a su vez lo ofreció a Procris, como hacen a
veces ciertos pacientes, que le había curado de una enfermedad grave. Al final,
este perro, capaz de cazar a todos los animales, fue enviado a capturar a la
zorra teumesia, que aterrorizaba a la ciudad de Tebas y que no podía ser
apresada por nadie. O sea, el perro lo cazaba todo, pero a esta zorra no la
cogía nadie. Las cosas pueden ser así de complicadas en la mitología y en el mundo.
Zeus se hartó de estas inconsecuencias, no vio cómo resolver la situación y
convirtió a los dos animales en piedra, en trance de perseguirse perpetuamente.
Más tarde los transformó en estrellas y los envió al firmamento como constelaciones,
Canis Major (perro) y Canis Minor (zorra), un recurso no infrecuente en la
mitología griega. Sirio, la estrella más brillante del cielo nocturno, es la
Alfa de Canis Major.
Otro perro, de nombre Saur, incluso reinó. En las sagas islandesas
se cuenta que un rey, Eystein el Malo,
conquistó el reino de Dromtheim y puso en el trono a su hijo Onund, que fue
luego depuesto por los naturales del país. Eystein volvió a Dromtheim, arrasó
sus campos y para humillar a sus habitantes prometió un nuevo rey, pidiéndoles que
escogieran entre un esclavo suyo o un perro. Los consultados escogieron al
perro, que resultó un perro muy particular ya que las mismas sagas afirman que
tenía la sabiduría de tres hombres y pronunciaba una palabra por cada dos ladridos.
El perro fue tratado como un verdadero rey y estampaba su zarpa en
los documentos de la Corte. Para librarse de él —¿por qué, me pregunto, si era
tan sabio?— sus súbditos recurrieron a una estratagema. Cuando se presentó una
manada de lobos, de las que a veces asolaban el país, le pidieron que, como
rey, defendiera sus ganados. Saur pasó al ataque y fue devorado por los lobos,
con lo que terminó su reinado. Debería haber sido más prudente, lo que es
siempre recomendable en los políticos. Y en los demás.
(continuará)