Con respecto a
mi entrada sobre los endecasílabos, un amigo se maravilla de la relativa
complejidad del asunto y confiesa que él no estudió estos detalles durante su
bachillerato. Yo tampoco lo recuerdo, pero quizá no fue siempre así. Casualmente,
leyendo la minuciosa biografía, publicada por una amiga mía, de un escritor de
mi ciudad, nacido en 1918, que alcanzó cierto reconocimiento nacional, leo lo escrito
por él mismo, recordando sus tiempos de estudiante: “en el examen final de
Preceptiva Literaria no me dieron nada más que aprobado.
Porque me preguntaron en qué sílabas se acentuaban los versos de catorce
y esto yo no lo sabía... ni lo sé. En fin, no fui brillante, porque, aunque
nunca me suspendieron, nunca me dieron tampoco ninguna Matrícula de Honor”. No
cito nombres, pero conocí a la persona y digo que era verdaderamente, como se
puede vislumbrar por este corto párrafo, un hombre sabio, aunque no supiera lo de los acentos de los dichosos versos de catorce, humilde y encantador.
Me ha llevado
esto a estudiar algo estos versos, los alejandrinos, que toman su nombre de un
poema francés del siglo XII, Roman d’Alexandre.
Son versos de catorce sílabas, divididos por una cesura en dos hemistiquios de
siete, y con acentos en la sexta y decimotercera. Fueron típicos de la llamada ‘cuaderna
vía’ (estrofas de cuatro versos con rima única), del mester de clerecía, y han
sido utilizados sin interrupción a lo largo de la historia y quizá
especialmente entre los modernistas. Estos compusieron sonetos con estos
versos, sustituyendo a los endecasílabos.
Los acentos en
estos alejandrinos se colocan según diversos patrones. El más corriente es el
que lleva los acentos en las sílabas 2ª, 6ª, 9ª y 13ª y la
distribución es la misma en los dos hemistiquios. También pueden ir los acentos
en las sílabas 3ª, 6ª, 10ª y 13ª, como en el conocidísimo verso de Darío: La princesa está triste, ¿qué tendrá la
princesa?, en el que también el esquema rítmico es el mismo en los dos
hemistiquios. Pero esto no es obligatorio.
Como muestra de
la cuaderna vía, de Gonzalo de Berceo tomo una estrofa de El ladrón devoto, uno de los Milagros
de Nuestra Señora:
Entre las otras malas avié una bondat,
que li valió en cabo e dioli salvedat:
Credié en la Gloriosa de toda voluntat,
saludávala siempre contra su magestat.
Hay algún otro patrón de alejandrino, algo diferente,
pero con lo dicho es suficiente. Trato simplemente de mostrar las complejidades
de los estudios métricos, referidos a la poesía española, que quizá puedan ser
desconocidos para algunos de los lectores.