En el excelente
blog Espíritu y Cuerpo, seleccionado
en mi lista (a la derecha de estas páginas), leo unas muy interesantes
reflexiones sobre los sueños; no sólo las aportadas por el autor del blog, sino
las sugeridas en muchos de los comentaristas. En torno a este tema, querría mencionar
un cuento famoso, el de Pao Yu, publicado en 1754 por Tsao Hsue–King (1719-1764), un novelista
chino nacido en la provincia de Kiangsu. Es un capítulo de su novela El sueño del aposento rojo y ha sido
llamado por algunos el ‘cuento del sueño infinito’. Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy
Casares and Victoria Ocampo lo incluyeron en su exquisita Antología de la
literatura fantástica.
En el cuento Pao Yu soñó que
estaba en un jardín idéntico al de su casa. ¿Será posible —se dijo— que haya un
jardín idéntico al mío? Se le acercaron unas doncellas. Pao Yu se dijo atónito:
¿Alguien tendrá doncellas iguales a Hsi-Yen, a Pin-Erh y a todas las de la
casa? Una de las doncellas exclamó: Ahí está Pao Yu. ¿Cómo habrá llegado hasta
aquí? Pao Yu pensó que lo habían reconocido. Se adelantó y les dijo: Estaba
caminando; por casualidad llegué hasta aquí. Caminemos juntos un poco. Las doncellas
se rieron. ¡Qué desatino! Te confundimos con Pao Yu, nuestro amo, pero no eres
tan gallardo como él. Eran doncellas de otro Pao Yu. Queridas hermanas —les
dijo—, yo soy Pao Yu. ¿Quién es vuestro amo?
Es Pao Yu —contestaron—, sus padres le dieron ese nombre, compuesto por
los dos caracteres Pao (precioso) y Yu (jade), para que su vida fuera larga y
feliz. ¿Quién eres tú para usurpar su nombre? Y se fueron, riéndose.
Pao Yu quedó abatido. Nunca me
han tratado tan mal. ¿Por qué me aborrecerán estas doncellas? ¿Habrá de veras,
otro Pao Yu? Tengo que averiguarlo. Trabajado por estos pensamientos, llegó a
un patio que le resultó familiar. Subió la escalera y entró en su cuarto. Vio a
un joven acostado; al lado de la cama reían y hacían labores unas muchachas. El
joven suspiraba. Una de las doncellas le dijo: ¿Qué sueñas, Pao Yu? ¿Estás
afligido? Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que ustedes no
me reconocían y me dejaban solo. Las seguí hasta la casa y me encontré con otro
Pao Yu durmiendo en mi cama. Al oír el diálogo Pao Yu no pudo contenerse y
exclamó: Vine en busca de un Pao Yu; eres tú. El joven se levantó y lo abrazó,
gritando: No era un sueño: tú eres Pao Yu. Una voz llamó desde el jardín: ¡Pao
Yu! Los dos Pao Yu temblaron. El soñado se fue; el otro decía: ¡Vuelve pronto,
Pao Yu! Pao Yu se despertó. Su doncella Hsi-Yen le preguntó: ¿Qué soñabas, Pao
Yu? ¿Estás afligido? Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que
ustedes no me reconocían...
Hay miles de cuentos en la literatura
y sería muy difícil señalar cuáles son los más brillantes. Cuando leí este por primera
vez, recordé los fractales, esas estructuras que se repiten, invariables, en
secuencias infinitas. Un fractal es un objeto matemático, con una forma
geométrica fragmentada (de ahí el nombre) que, según la definición de Ermel
Stepp, es repetible e independiente de cualquier escala. Se puede dividir en
partes más pequeñas y cada una de ellas es una imagen del todo original. La
mayoría de estos fractales se genera mediante ecuaciones matemáticas en procesos
de iteración, de repetición, que producen copias idénticas e inextinguibles. En
el cuento de Pao Yu, los sueños no están incardinados unos en otros, sólo se
suceden. Y no hay un artificio narrativo que los produzca por algún mecanismo establecido
de iteración forzosa. Está, en fin, menos estructurado que un fractal; no en balde la
Matemática es la más bella de las artes. Muestro dos imágenes fractales para que
quizá se me comprenda mejor.
En el cuento, Pao Yu sueña y
luego despierta y cuenta su sueño a sus doncellas. Y luego vuelve a soñar otra
vez. Pero no hay un algoritmo que obligue a la repetición del sueño. A estos
efectos, no tiene relevancia el que Pau Yu cuente sus sueños sucesivos con las
mismas palabras, que se trate del mismo sueño.
Naturalmente, la trama del
relato es un poco más complicada y en algún momento hay dos Pao Yu y uno de
ellos desaparece. Hay algo de confuso, de inquietante en esta situación, en la
que se mezclan realidad y sueño, sin fácil separación, lo que produce en el
lector una sensación de ambigüedad, extrañeza y pérdida, de
distorsión de la lógica normal, que sustenta la rareza y belleza de la composición.
Esto es tan interesante y bien trabado como la ideación de un desarrollo
repetitivo y ciego que imponga el que los sueños se multipliquen sin pausa. Estamos
ante un muy delicado y sutil cuento de hace más de doscientos cincuenta años,
edad no excesiva en este tipo de literatura.
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