18 de abril de 2015

Medir lo imposible: nacimiento del radioinmunoanálisis


Palabras clave (key words): Radioisótopos, medición de insulina, Nature y el JCI.

Mencioné en mi anterior entrada a Rosalyn Yalow y Solomon Berson. Hablar de personas como ellos es darse un paseo por algún cielo entrevisto, regresar al paraíso perdido. Quizá tuvieran algún defecto, pero con gentes así no acierto a ver nada que pueda empequeñecerlos. Justamente lo contrario de lo que me ocurre con los famosos que son meros bluffs, que no encuentro nada, aunque me esfuerce, que me los haga grandes.

Rosalyn Sussman (su nombre de soltera) nació en Nueva York, en el Bronx, en el 1921. Su padre era hijo de inmigrantes rusos; su madre llegó de Alemania con cuatro años. Rosalyn se graduó en el Hunter College. Durante la Segunda Guerra Mundial, los varones eran llamados a filas y las universidades empezaron a admitir más fácilmente a mujeres. Rosalyn pudo ingresar en la de Illinois donde terminó su doctorado en Física en 1945, casada ya con un compañero de estudios, Aaron Yalow. De vuelta a Nueva York, fue consultora en el Veterans Administration Hospital, en el Bronx, hasta que en 1950 se integró plenamente y contribuyó a desarrollar el Servicio de Radioisótopos. Allí encontró a Solomon Berson, un joven residente médico. El milagro empezó ahí, todo vino de ahí. Trabajaron juntos veintidós años, hasta la muerte de Berson.

Estas uniones de especialistas en distintos campos pueden ser extraordinariamente fructíferas. Empezaron a emplear isótopos radiactivos para muy distintos tipos de estudios: estimación del volumen de sangre, remoción del iodo por el tiroides y riñón y fisiología de proteínas y hormonas, sobre todo insulina. Descubrieron que esta hormona se eliminaba más lentamente en los diabéticos tratados que en normales sanos y pensaron que en los pacientes la hormona se ligaba a proteínas por lo que desaparecía más lentamente de la circulación. Postularon que la insulina suscitaba la formación de anticuerpos, idea que no fue aceptada al principio por la comunidad científica. De hecho tuvieron dificultades para que les publicaran sus trabajos.

Por fin, al final de la década de los cincuenta, publicaron lo que quizá fue su trabajo más importante y definitivo, en la revista Nature, de 1959: Assay of plasma insulin in human subjects by immunological methods, por Yalow, R. S., and Berson, S. A., firmando ella en primer lugar. Un año más tarde, en el 1960, apareció en el Journal of Clinical Investigation, otro trabajo suyo: Immunoassay of endogenous plasma insulin in man, otra vez con Rosalyn como primera firmante.

Aprovechando la realidad de que la insulina, una proteína pequeña, inducía la formación de anticuerpos, desarrollaron una técnica —la llamaron radioinmunoanálisis (RIA)— que permitía medir su concentración. Era la primera vez que se utilizaban radioisótopos para evidenciar la reacción entre antígenos y anticuerpos, lo que causó una revolución en los estudios biológicos. Se abrió la posibilidad de medir otras hormonas o sustancias presentes en muy pequeña concentración en el organismo. Todo eso cambió radicalmente la realidad médica: para el diagnóstico, para muchos tratamientos, para la investigación de los más diversos mecanismos metabólicos, para la cuantificación de fármacos, detección de virus, etc.

Solomon A. Berson nació en Nueva York en 1918, hijo también de un inmigrante ruso, y quiso estudiar medicina, pero lo rechazaron en todas las escuelas. Hizo entonces un máster en Ciencias, hasta que por fin pudo ingresar en la New York School of Medicine, en 1941. Se casó un año después con Miriam Gittleson. Terminó Medicina en 1945, prestó dos años servicio en el ejército y luego hizo su residencia en el Veterans del Bronx, en donde encontró a Yalow, que andaba buscando un colaborador médico para sus investigaciones con isótopos. En una primera entrevista se dedicaron a resolver problemas matemáticos. Y ya dije que todo empezó ahí. Veinte años de trabajo sin pausa, de excitación continua. Y al final, la gloria… y la muerte. Lo contaré en otra entrada.

(continuará)

15 de abril de 2015

El primer trasplante de corazón en los Estados Unidos


Palabras clave (key words): Kantrowitz, Yalow, Berson, Glick, radioinmunoanálisis (RIA).

En mi entrada del cuatro de febrero de este año, mencionaba yo, muy de pasada, al doctor Adrian Kantrowitz, que realizó un trasplante de corazón a un niño en Nueva York, el seis de diciembre de 1967, tres días después de que Barnard hiciera el primero en el mundo. Querría ahora extenderme algo más, porque se dio la circunstancia de que yo estaba entonces en el centro médico neoyorquino en donde se hizo la operación y viví un poco aquello. También porque Adrian Kantrowitz fue un personaje excepcional en más de un sentido. Como contaba en mi entrada de febrero, todavía me embarga la alegría y el pasmo de haber rozado en mi vida a gente verdaderamente admirable.

Para hablar de Kantrowitz tengo que hablar antes de Solomon Berson y de Rosalyn Yalow. Yo funciono así, lector. Hablar de alguien, refiriéndose a él desde el principio, eso lo puede hacer cualquiera; yo necesito demorarme, perderme y recorrer antes algunos vericuetos, que creo que son amenos. Fíjate de quiénes voy a hablar: Yalow fue premio Nobel en 1977, la segunda mujer en recibir un Nobel en Fisiología o Medicina. Berson no pudo serlo, porque murió inesperadamente en 1972, con cincuenta y tres años, de un infarto masivo en Atlantic City, durante un congreso de la Federation of American Societies for Experimental Biology, y los premios no se dan póstumamente. Al recibir el preciado galardón, Rosalyn Yalow dijo que su única pena era que él no estuviera vivo para compartirlo. Habían trabajado juntos casi toda una vida. También me apena a mí todavía su mala suerte y había hablado con él  una sola vez.

¿Y por qué tengo que referirme a Yalow y Berson? Pues porque por ellos llegué yo al hospital donde estaba Kantrowitz, el Maimonides Medical Center. Ellos habían inventado, tras años de investigaciones fundamentales, el radioinmunoanálisis (RIA), una técnica que revolucionó la cuantificación de muchas sustancias biológicas, presentes en muy pequeña cantidad en el organismo. Eso permitió estudios que eran irrealizables hasta entonces. Luego vinieron otros procedimientos relacionados, FIA, EIA, etc. y se aplicaron al estudio de virus, fármacos, anticuerpos, etc. Casi cualquier molécula puede ser investigada y cuantificada con estas técnicas, lo que posibilitó estudios inimaginables hasta entonces.

Yalow y Berson, que jamás quisieron patentar su descubrimiento, trabajaban en el Veteran Administration Hospital, en el Bronx. Yo estaba en otro hospital, digamos más grande o conocido, para no molestar a nadie. A pesar de todo, a última hora, casi sin tiempo, quise ir allí. Hablé por teléfono con el Dr. Berson y me confirmó que era imposible, no tenían ni una plaza libre. Pero el doctor Seymour Glick, que con Jesse Roth había trabajado con ellos durante cierto tiempo y continuaba con sus investigaciones, estaba en un Servicio dependiente del Maimónides. Y allí sí pude ir. Y en el Maimónides operaba Kantrowitz, al que sólo vi alguna vez, naturalmente.

No soy un admirador fácil. Pero cuando admiro, lo hago sin reserva, sin límites. Digo en broma que podría dedicarme a lustrarle los zapatos a mis admirados cuando quisieran, cuantas veces quisieran. Se harían famosos por el brillo cegador de su calzado. Siempre pienso eso. No creo en la transmigración, pero me preocupa esa tendencia mía, esa pasión irrefrenable por limpiarle los zapatos a las personas que admiro. Hay un día de la semana, variable, en que finjo creer cosas en las que normalmente no creo. Esos días me pregunto, ¿habré yo vivido alguna vida anterior haciendo de limpiabotas? No lo sé, la verdad; si me entero, lo contaré enseguida.

(continuará)