Amigos míos,
acercaos otra vez, para que termine la historia del pobre rey moro Bradamante. Ya
expliqué que la bella, puede que algo caprichosa, Galiana, de quien estaba
enamorada era del joven rey franco Carlomagno, que estaba entonces en Toledo,
de incógnito. Según Menéndez Pidal, hay tres leyendas sobre las mocedades de
este rey, una de las cuales, la de Mainet
—el falso nombre del rey—, se forjó en esa ciudad y está llena de tradiciones,
recuerdos y lugares de allí. Se trata de un poema del siglo XII, escrito en
francés por alguno de los franceses que vivían en Toledo; tan numerosos que los
fueros de la ciudad los mencionan como el tercer componente de la población:
“Castellanos, Mozárabes atque
Francos”. Existen relatos análogos en otras literaturas medievales (francesa,
franco-italiana, alemana, etc.) con las naturales variantes. En la versión
española, del siglo XIII (Primera Crónica
General), Mainet llega a Toledo desterrado, huyendo de su padre, el rey
Pipino, por haberse rebelado frente a su autoridad. En otras versiones, huye de
sus hermanos bastardos, Rainfroi y Heudri.
El joven Carlos
llegó a Toledo acompañado de su ayo Morante y otros nobles franceses, siendo recibido
por el rey moro Galafre, padre de Galiana, al cual sirve en guerras. Al morir Pipino,
Mainet vuelve a su tierra, recibe el reino de Francia y regresa a Toledo. Se
casa con la princesa Galiana y se la lleva a Francia, en donde la corona como
reina. Alguna versión cuenta el asunto de manera distinta: “aviendo salido un
día Galiana a holgarse a los palacios de la Huerta del Rey, donde se solía ir a
bañar, la hurtó Carlos, y por la senda que llaman Galiana —resto de la vía romana que por Zaragoza
llegaba a las Galias— se la llevó a Francia y se casó con ella en
Burdeos”. ¿Qué más da que se casara en
Toledo o Burdeos? El caso es que se casó, que cumplió. Aunque luego se casó con
otras, cumplió con otras. La vida es así. ¿Cómo le habrían ido las cosas a la Galiana
si se hubiera casado con Bradamante? No
se sabe.
Carlomagno no
sólo le quitó la novia al moro Bradamante, sino que además lo mató, lo que ya
me parece excesivo. Porque lo primero se olvida con el tiempo y hasta hay casos
en los que la gente se alegra, después, de no haber conseguido la dama. El que
pierde a una mujer no sabe lo que gana, se dicen, y a lo mejor llevan razón. Pero
lo segundo no tiene solución y no deja oportunidad para ninguna reflexión
posterior. ¿Y dónde ocurrió este combate? En Val Salmorial, junto a Toledo.
Pedro de Alcocer escribió: “Carlos hizo armas con Bradamante en el lugar que
agora llaman Balsalmorial, dos leguas y media desta cibdad”. El francés se
apoderó de la famosa espada Durandarte, que era del vencido, y luego se la pasó
a su sobrino Roldán. Ahora la espada está en el lago de Carucedo, en el Bierzo,
como se sabe perfectamente.
A mediados del
siglo XIX, algunos críticos literarios encontraron similitudes entre el
destierro de Carlomagno en Toledo y el de Alfonso VI el Bravo en la misma
ciudad y aventuraron que el juglar del Mainet
pudo fantasear un poco para su poema con los amores de Alfonso y la bellísima Zaida
que, históricamente, son casi cuatrocientos años posteriores —pero anteriores a
la redacción del Mainet—. Las
relaciones de estos dos últimos no son nada parecidas a las de Mainet y la Galiana,
pero me hacen recordar el tiempo del rey poeta de Sevilla Al-Mútamid, su amada
Rumaykiya y el visir Ben Ammar. Lo que provoca uno de esos tajantes, impertinentes,
consejos míos. Lector, deja este blog, deja todo lo que estés haciendo, vete a
la librería más cercana y compra la novela histórica Ben Ammar de Sevilla, de Claudio Sánchez-Albornoz; el número 1502
de la incomparable Colección Austral. Dejo para otro día el contarte algo de esta
nueva historia.