El motivo por el que consulto Wikipedia u otras enciclopedias y tesauros es el de completar con
ellas lo hallado en las más variadas fuentes. El tema de hoy me viene de dos muy
distintas: un libro de Medicina Laboral, The
diseases of occupations, de Donald Hunter, y una de las novelas más
originales y divertidas de la literatura inglesa, Tristram Shandy, de Laurence Sterne, escrita hace unos 250 años.
Ambas incluyen el texto de una excomunión papal.
El libro de Hunter lo hace al tratar el tema del alumbre,
un sulfato de aluminio y potasio —mencionado
ya en el papiro egipcio de Ebers, que tiene una antigüedad de unos 3500
años—, utilizado para preservar las pieles y como mordiente en tintorería.
Tiene otros muchos usos en los que no entraré aquí. En el siglo XV el alumbre
requerido por Europa provenía de Siria, pero con la caída de Constantinopla en
manos de los turcos (1453), Giovanni de Castro, que había hecho una fortuna
importándolo desde allí, regresó a Italia. Poco después descubrió, en el territorio
papal de Tolfa, un mineral que tratado de cierta manera produce alumbre. Se
llamó alumbre romano y fue monopolizado
por el Papa Pío II, que obtuvo así inmensas ganancias.
Un inglés, Thomas Chaloner, visitó Italia al fin del siglo XVI
y vio que el suelo de los alrededores de Tolfa era similar al de la zona de
Guisborough, en Inglaterra ; en ambos sitios las hojas de los árboles tenían un
color especial verde pálido. Hacia el año 1600 se empezó a extraer mineral de
allí, aunque para aprender los secretos de la preparación del alumbre se dice
que tuvo que sobornar a algunos trabajadores papales, a los que sacó de Italia
en un barco, escondidos en barriles. Esto motivó su excomunión papal, en términos que resumiré luego. En la novela Tristram
Shandy, un personaje de la misma, Dr. Slop, lee también una excomunión
papal en latín, aplicándola con humor a Obadiah, un sirviente algo torpe. Es
más extensa, pero casi idéntica a la del libro de Hunter.
Las dos provienen de un texto redactado, quizá sólo
copiado, por un monje benedictino francés, Ernulf (1040-1124), también jurista
y arquitecto, que fue prior de Christ
Church en Canterbury y responsable de la expansión de su catedral; más
tarde fue nombrado obispo de Rochester. El Textus
Roffensis, escrito entre 1122 y 1124, ha tenido una historia turbulenta de
accidentes y pérdidas; se conserva ahora en el Medway
Archives and Local Studies Centre en Strood, Kent.
La excomunión no estaba dirigida a ninguna persona concreta, aunque quizá se
redactó pensando en los ladrones de manuscritos. Piénsese que, hace mil años,
la tarea de copiar un libro era realmente ardua y requería el trabajo de un
monje volcado sobre un pergamino, escribiendo seis horas diarias, seis días a
la semana, durante seis meses, para un libro sencillo. La exactitud era
primordial porque cualquier error se transmitía a las siguientes copias. Resumo este texto de excomunión:
Por la autoridad de Dios Todopoderoso, el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo y de los santos cánones, y de la inmaculada Virgen María,
madre y patrona de nuestro Salvador, y de todos las celestiales virtudes,
ángeles, arcángeles… excomulgamos y anatemizamos:
Que el Padre que creó al hombre lo maldiga. Que el Hijo
que sufrió por nosotros lo maldiga. Que el Espíritu Santo que nos fue dado en el bautismo lo
maldiga …
Que la santa y eterna Virgen maría, madre de Dios, lo
maldiga. Que San Miguel, abogado de las almas santas lo maldiga. Que todos los
ángeles y arcángeles…
Que pene en cualquier sitio que esté, en la casa o en los
establos, el jardín o el campo, en el camino o en el sendero o en el bosque o
en el agua o en la iglesia. Sea maldito al vivir, al morir. Que padezca
comiendo, bebiendo, con hambre, de pie, echado, trabajando, descansando,
meando, cagando…
Sea dañado en el pelo de la cabeza… sea dañado en su
frente, en sus oídos, en sus cejas, en sus mejillas, en su mandíbula, en su
nariz… Sea dañado en su boca, en su pecho, en su corazón y sus entrañas, hasta
el mismo estómago. Sea dañado en sus riñones, en sus ingles, en sus genitales y
en sus caderas…
Sea dañado en todas las articulaciones de sus miembros,
desde el vértice de su cabeza hasta la planta de sus pies. ¡Que no haya nada
sano en él!
Como ves, lector, nada parecido a lo que ocurre entre
nuestros políticos, ángeles en comparación. Muchos de ellos muy torpes, pero
buena gente.