Palabras clave (key words): María Kodama, Beatriz
Bibiloni, Epifania Uveda de Robledo.
La sexta mujer sería María Kodama Schweizer, la última,
la definitiva, con la que Borges se casó en 1986, unos meses antes de morir; su
viuda en este momento. Entró en contacto con Borges, con su mundo, desde que
tenía cinco años, en 1942. Dejaré que lo cuente todo ella misma, como lo hace
en una entrevista con Luis Dapelo, un crítico y traductor latinoamericanista,
residente en Francia. Kodama (la nombraré así) cuenta que su relación con
Borges transcurrió en tres encuentros: El
primero, auditivo, fue cuando yo tenía cinco años y una profesora me daba
clases de inglés. […] Su método consistía en leerme en inglés lo que ella
estaba leyendo y luego hacer una traducción comprensible para una criatura de
cinco años, y seguir adelante con su texto. Ese era el método y esa señora,
cuando yo tenía cinco años, me leyó los dos poemas ingleses de Borges. Estos dos poemas, añado yo, de deliciosa factura y los
únicos que escribió Borges en esa lengua; los dedicó a Beatriz Bibiloni Webster
de Bullrich.
Sigue Kodama: El
segundo se produjo cuando yo tenía doce años. Asistí a una conferencia de la
cual no entendí absolutamente nada, por supuesto. Pero si bien no entendí,
ciertas cosas me llegaban. La palabra, la poesía, la literatura, la filosofía
son como la música, es decir, sonidos y en la entonación de la voz de alguien
que dicta una conferencia hay, de todos modos, algo que despierta en nosotros
determinados sentimientos o emociones. Terminada
la conferencia la niña fue presentada a Borges: “Se acercó, lo saludé, le di la
mano y me fui como cualquier otra persona”.
El tercer encuentro, para alguien exigente, podría ser
considerado, en realidad, el primero. Lo extracto: Kodama tenía dieciséis años
y vio a Borges paseando por Florida. Se acercó y le dijo que lo había escuchado
una vez cuando era chica, que se acercaba para saludarlo y que ahora era grande.
Él, por la voz, intuyó que no era tan grande y le preguntó si era ya una
persona adulta. Kodama respondió que sí y Borges le propuso: ¿Quiere estudiar
anglosajón? Sí, contestó, e inmediatamente se dio cuenta de que no tenía ni la
más remota idea de qué era eso. “Se lo manifesté así, él se rió y me dijo que
era el inglés antiguo. Le pregunté: ¿Shakespeare? y él dijo: No, mucho más
antiguo”.
Desde ese momento, cuenta Kodama, empezamos a estudiar y
nos veíamos en la Fragata, cerca de la calle San Martín, en distintos bares que
hoy han desaparecido. A veces también en el Saint James que ya tampoco existe.
Él llegaba con los libros y con el diccionario —todavía caminaba solo en esa
época por la calle— y comenzamos a estudiar el anglosajón. Después la vida fue
tejiendo toda una historia. Elegí el irlandés y empezó a dictarme algunas
cosas. Traía libros para ayudarse a refrescar datos para preparar las
conferencias y, bueno, la vida siguió tejiendo toda esa historia maravillosa. Yo,
paralelamente, terminé el secundario, cursé mis estudios en la universidad,
tenía mi trabajo y me dividía el tiempo en una vida tan complicada como la que
tengo ahora, pero muchísimo más feliz por supuesto.
Este tercer encuentro debió de ocurrir en 1953, ya que
Kodama nació el diez de marzo de 1937, según su partida de nacimiento. Sin
embargo, en su acta matrimonial con Borges figura 1941 y en alguna reseña
periodística se señala 1945. En cualquier caso, habrían de pasar más de veinte
años hasta que Kodama empezara a viajar con Borges por todo el mundo, tras la
muerte de doña Leonor. Desde entonces ya no se separó del escritor y colaboró
con él en la Breve antología anglosajona
(1978), así como en la traducción de La
alucinación de Gylfi, de Snorri Sturluson (1984) y El libro de la almohada, de Sei Shonagon, que además prologó. Si
eran amantes lo eran muy discretamente: no se tuteaban y dormían en
habitaciones separadas. Ella leía para él y él le dictaba; vivían, en fin, la
vida obligada y normal de un invidente y su lazarillo. Aunque el amor,
cualquiera de las infinitas formas de amor, cabe también dentro de esas
coordenadas.
En el año 1979 Borges otorgó un testamento en el que
legaba sus derechos de autor a Kodama y dividía sus cuentas bancarias entre ella
y la mucama de cuarenta años de servicio en la casa, Epifania Uveda de Robledo, la
familiar Fanny. En noviembre de 1985, antes de un viaje a Milán, del que ya
Borges no regresaría a Argentina, un nuevo testamento excluyó a Fanny y
designaba heredera universal a Kodama. Conviene recordar esto a la hora de
valorar algún juicio de Fanny sobre ella, que mencionaré más tarde.
(continuará)