Amigo lector, muchas veces la gente se pregunta algo
intrigada de dónde sacamos los escritores de ficción las tramas, los asuntos de
nuestros relatos. Yo creo que en la mayoría de los casos surgen sin más o
incluso de manera algo forzada, respondiendo a una búsqueda intencionada por
parte del escritor, que se estruja el magín. En ocasiones, sin embargo, sí
puede haber algún suceso o evocación que espolee el proceso creativo. Un cuento
mío responde a esta circunstancia y me ha parecido interesante exponer primero
el relato y después el evento que influyó en su nacimiento. Ahí va la
narración, lo imaginado y escrito. Después contaré el hecho real y hasta podré,
espero, mostrar un vídeo. Como otras veces, divido la narración en fragmentos.
Si a alguien no le gusta el procedimiento, sólo tiene que esperar al tercero y
último y leerlos de un tirón.
DE LO IMAGINADO Y LO VIVIDO
Mi tío ha muerto recientemente y ahora sé que
nunca llegué a conocerlo bien. Él vivía en su ciudad andaluza, venía a Madrid
sólo ocasionalmente y era yo el que iba a veces a su casa, en donde estoy precisamente
ahora. De joven, me intimidaba un poco, aunque siempre fue cariñoso y afable
conmigo. Lo veía lejano y sabio, viviendo solo en este caserón enorme, sin
familiares cercanos, eternamente sumido en lecturas e indagaciones a las que le
llevaba su trabajo de bibliotecario y su condición de cronista. Hablaba de
cosas amenas, pero desconocidas de casi todos y a menudo ligeramente
misteriosas o indescifrables.
Los últimos tiempos estaba como perdido. Su
muerte, relativamente inesperada, porque se encontraba bien a pesar de sus
setenta y ocho años, me entristeció mucho. Vine entonces una vez más a esta
ciudad para el entierro y unas semanas después he tenido que volver para hacerme
cargo de la casa, ya que me la dejó a mí, uno de sus tres herederos, con todas
sus pertenencias. He decidido pasar aquí unos días, sumergirme en los muchos
papeles y fotos que ha dejado y revisar un poco su bien nutrida biblioteca.
He vuelto a leer un relato suyo, Viaje a Baviera, que apareció en la
revista literaria local Bétula, de la
que era habitual colaborador, hace ahora unos dieciocho años. Lo transcribo
entero, para que se entiendan mis sospechas e incertidumbres respecto a todo lo
que contó en el artículo. Hago notar que es de mayo de 1998:
VIAJE A BAVIERA
¡Oh, gentes de Al-Andalus... el paraíso sólo está en vuestra tierra!
Abu Ishaq Ibn Ibrahim Ibn Abu Al-Fath Ibn Khafajah (1058-1139)
Queridos lectores, este mes escribo sobre Baviera. Quizá también sobre algún otro lugar desconocido y oculto —un salón de color azul cobalto fucilando en las paredes y una luz singular y distinta—, situado como en alguna otra dimensión de la realidad. Intentaré explicarme.
Llevaba tiempo sin venir por esta tierra
alemana, especialmente querida; seguramente, por tener conocimiento de su
lengua, gracias a que mi madre se empeñó en que la aprendiera de pequeño, con
doña Hildegard, una de las pocas extranjeras que vivían entonces en Úbeda, que
me daba también clases de piano. Aunque viajé por motivos profesionales, he
gozado otra vez de sus hermosos paisajes y de la alegría de sus gentes. Eso de
que los alemanes no hacen mucho ruido cuando se reúnen es una de las numerosas
ideas falsas que los diversos pueblos tienen unos de otros. Nosotros, eso sí,
hablamos todos a la vez y aquí lo hacen algo más ordenadamente, casi siempre de
uno en uno. Aunque luego las risotadas, las muestras de aprobación o
desaprobación, las bromas y las canciones sean igual de ruidosas o más que en
España.
Alquilé un coche para ir desde Regensburg (la
antigua y bellísima Ratisbona medieval) hasta Murnau, muy cerca del lago
Staffelsee, al sur de Munich. En la guantera del coche había un mapa de la
región, bastante detallado, en el que pude ver, indicado con una estrella azul
como monumento interesante, un ‘Kloster’, un monasterio, sin nombre, situado cerca de una
ciudad llamada Bad Tölz. No había venido para hacer turismo, pero como apenas
tenía que apartarme de mi ruta, pasando un par de pequeñísimos pueblos, cuyos
nombres recuerdo perfectamente, decidí visitarlo.
(continuará)