Palabras
clave (key words): templo de Hera, Zeuxis, Helena de Troya, Milón, columna de
oro, Aníbal
Dije que hablaría del templo dedicado a Hera Lacinia
—esposa de Zeus, diosa protectora de las mujeres y de la fertilidad—, junto a Capo
Colonna, en las cercanías de Crotone, en la Magna Grecia, la parte de Italia y
Sicilia a la que llegaron inmigrantes helenos. Los primeros colonos provenían
de Graia, en Hélade, y de ahí los romanos derivaron en latín la palabra Grecia.
Ulises, al regresar de Troya, anduvo perdido diez años por esa tierra, buscando
sin descanso el retorno a su patria, a Ítaca.
El templo estaba cubierto de mármol blanco y el célebre
pintor Zeuxis (siglo V a. C.) colgó en él su retrato de Helena de Troya, para
el que sirvieron de modelo las cinco doncellas más bellas de la ciudad de
Crotona, a las que el pintor pidió que le dejaran reproducir la parte más
cautivadora y perfecta de cada una —partes todas honestas, se entiende—.
También nació en la ciudad, un siglo antes, el famoso atleta Milón, seis veces
vencedor absoluto de los Juegos Olímpicos, que casó con una hija de Pitágoras.
El filósofo le estaba agradecido porque en una ocasión, mientras impartía una lección,
el techo del recinto se vino abajo y el fortísimo Milón lo aguantó hasta que
todos los asistentes salieron sanos y salvos. Y luego, encima, le colocó una
hija.
Ese templo, del que ahora queda sólo una columna, era
riquísimo. El historiador Tito Livio cuenta, en el capítulo III del libro XXIV
de su Historia de Roma (abrevio el
texto): Había allí un denso bosque y en el centro un claro con pastos, para el
ganado consagrado a la diosa, del que no cuidaba nadie. Al acercarse la noche,
en la sobretarde, los distintos rebaños se separaban y volvían a sus establos,
sin que ningún animal de presa los acechase ni humano alguno los robase. Con
las grandes ganancias obtenidas, se fabricó una columna de oro macizo dedicada
a la diosa. El templo se hizo famoso tanto por su riqueza como por su santidad
y se le atribuyeron muchos milagros.
Lector, esto no es un tratado de historia y no tengo
obligación de ser siempre veraz. Pero que había una columna de oro macizo, eso
me parece seguro. ¿Que por qué? Pues porque frente a tanta columna expoliada y
tanta desolación, también tiene que haber algo alegre y esperanzador en esta
vida. Te digo que existió esta columna de oro. Es más, alguien, seguramente,
tuvo la buena idea de enterrarla en alguna parte y debe de estar todavía por
allí, esperando al afortunado que la encuentre, que no todo van a ser
desgracias y calamidades. Y habrá más columnas parecidas, de oro, en el mundo.
Aparte de su función religiosa, el templo servía también
tradicionalmente como lugar de cobijo para navegantes y mercaderes. Por ser
lugar sagrado ofrecía protección frente a los ladrones y muchos fieles
guardaban allí sus riquezas. La práctica de utilizar los templos como bancos
era normal. En Roma, las vestales eran depositarias de testamentos y contratos,
y en el templo de Saturno Erario estaba depositado el tesoro de la ciudad. O
sea, templos y riqueza unidos, hermanados. Nihil
novum sub sole.
Aníbal retornó desde este lugar a Cartago, al final de la
segunda Guerra Púnica. Mandó colgar en las paredes del templo unas placas de
bronce contando sus gestas en tierra italiana y de paso saqueó el tesoro para
resarcirse de los gastos de las mismas, que nada es gratis y todo tiene su
contabilidad.