Un partido, al que no le fue bien en las últimas
elecciones, se propuso hacer un análisis approfondi de las causas.
Tras unos pocos días de meditación, han dado en achacar el relativo fracaso a
los de siempre: a los demás, a los otros. Nadie de ellos es responsable y
concluyen que todo viene de que los electores son neófobos. No, no es que sean culpables
los electores; son, simplemente, seres humanos y se sabe que, como tales,
tienen miedo a lo nuevo, a lo diferente, que eso es la neofobia. Fobos (Miedo), uno de los hijos de
Ares y Afrodita —al que Alejandro Magno se encomendaba antes de cada batalla— asedia
a veces sañudamente a los mortales.
Sin embargo, no está tan claro que la neofobia sea consustancial con la
naturaleza humana. Cuenta Listodemo de Samos (siglo II a. C.), en el libro IX
de su Ελληνική ιστορία (Historia de
Grecia), que los focenses, tras recapturar Delfos a mediados del IV a. C., formaron
un ejército mercenario y lucharon contra Beocia y Tesalia, hasta que fueron
expulsados de esta última región por Filipo II de Macedonia. Permanecieron en
Delfos diez años más en los que agotaron las riquezas del templo. Acompañaban a
los soldados innumerables pornai, prostitutas
baratas que merodeaban los campamentos. Apareció entonces Telón el Cretense con
un cargamento de esclavas abisinias bellas y refinadas y las ofreció como
novedad a los soldados. Eran hembras de ensueño, escribe ilusionado Listodemo, como
aquellas hetairas de Corinto que
turbaban la razón del propio Sócrates o las cortesanas romanas que hacían estremecer
al mismísimo Catón el Viejo. Los soldados se decidieron unánimemente por lo
nuevo. El astuto cretense tomó entonces a las pornai que quedaron ociosas y las llevó a Áulide, donde siglos
atrás estuvieron varadas las naves aqueas antes de navegar hacia Troya, en la
que también había tropas acantonadas, que habían raptado a doncellas tracias,
todas rubias y de ojos azules. Propuso el cambio, la novedad, a los soldados,
pero estos no aceptaron y se reían del cretense y de su pobre mercancía. O sea,
que los seres humanos no siempre temen al cambio o tienen miedo a lo nuevo,
sino que lo aceptan cuando merece la pena, que la gente no es boba.
Por lo tanto, lo de que el resultado de las elecciones
fue consecuencia directa del miedo a lo nuevo pudiera no ser verdad y conviene estudiar
qué es lo que se ofrecía. Quizá lo propuesto no era tan diferente ni tan nuevo
y las ofertas, y los oferentes, no pasaron el examen que cualquier persona
racional hace antes de tomar una decisión. ¿Cómo se esfumaron los votantes que
habían depositado su confianza seis meses antes? Bueno, en esos seis meses se
han visto muchas cosas en los nuevos dirigentes, en sus actuaciones en el
congreso, en sus fluctuantes declaraciones, en sus programas, en sus posiciones
políticas. En seis meses se aprenden muchas cosas y se desvelan muchos
misterios. El pueblo español es sabio y no se equivoca, ¿no lo decían ellos
mismos? Se ha pasado de la euforia excesiva a una actitud peligrosa, por lo que
en inglés se designa self-fulfilling
prophecy, o cómo la previsión de un resultado adverso alimenta el
cumplimiento de la propia profecía. Lo dijo uno de sus líderes con esa oratoria
suya deslumbrante: “Podemos darnos una ‘hostia’ de proporciones bíblicas”.
El análisis fue, pues, ligero y erróneo. Este mismo líder
ya confesó que los de su grupo se dedican al fornicio y quizá no tienen tiempo
de hilar más fino en la politología, porque todo lleva su tiempo. La única cópula
regular de Zeus, con Hera, fue en la noche de bodas, en Samos, y duró trescientos
años. En una ocasión, el dios Morfeo durmió a la humanidad entera durante tres
días y tres noches, para que Zeus yaciera sin prisas con la esposa de
Anfitrión. Cuando los argonautas llegaron a la isla de Lemnos —donde cayó
Hefaistos, arrojado por Zeus desde el Olimpo, y se rompió las piernas—, las
mujeres de la isla, que un año antes habían matado a sus maridos por su
infidelidad notoria, pensaron que debían unirse a ellos para engendrar nuevos varones.
Eran mil y los argonautas sólo cuarenta y ocho. Descontadas las viejas,
incapaces ya de procrear, a cada uno le tocaron catorce hembras y el asunto
requirió siete días y siete noches de dedicación.
Estos ritmos se pueden
acelerar, me dirás, lector. Y es verdad, sobre todo en período electoral en el
que el líder de este grupo se siente especialmente motivado, según contó a la bella
periodista Susanna Griso, a la que le hizo la confidencia, estando justamente
en campaña, quizá inocentemente o quizá tanteando una improbable colaboración o
ayuda, lo que no hubiera sido ninguna desgracia, hay que reconocerlo, ni para
el confeso, ni para cualquier varón de buen gusto sobre la Tierra.
Dejo el tema, pero
diré algo sobre los sondeos, tan equivocados, que precedieron a las últimas
elecciones. Me referiré a otras adivinaciones en la antigua Grecia.