La justicia perfecta quizá nunca sea alcanzable entre los
hombres. No siempre pensé así. Hace apenas unos sesenta años, antes de que
naufragaran bastantes de mis ilusiones y esperanzas respecto a la realidad, escribí: Es joven el que
cree que en el mundo aletea, más o menos recóndita, la justicia; era yo entonces
ingenuo y optimista. Pero aun hoy, sigo pensando que la mayoría de los seres humanos
siente el anhelo, la necesidad de justicia.
Mis lecturas pueden enmarañarse y desembocar a veces en
temas singulares. El de la entrada de hoy surgió leyendo algo de Ortega, que me
remitió al granadino Jerónimo de Barrionuevo de Peralta, poeta, dramaturgo y
gacetillero del siglo XVII. Estudió en Alcalá y Salamanca y tuvo una juventud
turbulenta; después se sosegó y ya en 1622 era tesorero en la catedral de
Sigüenza. Compuso casi mil poemas de muy variados estilos y contenido, y hasta
cinco comedias. Vivió luego en Madrid, desde donde escribió cartas al Deán de
Zaragoza, conservadas en el manuscrito 2397 de la Biblioteca Nacional, en las
que da información valiosa sobre los usos y costumbres de la villa, sus
fiestas, celebraciones y supersticiones. Fueron impresas en 1892 por A. Paz y
Melia, como Avisos de Jerónimo
Barrionuevo (1654-1658) y hay ediciones posteriores. Allí encontré lo que contaré al final; ahora me
permitiré un breve exordio sobre el ansia, la inquietud humana por la justicia.
Fra Luca Pacioli, nacido en 1445, enseñó matemáticas en
diversas ciudades de Italia, hasta llegar a Milán, a la corte de Ludovico
Sforza el Moro, donde coincidió con
Leonardo da Vinci, ilustrador de su De
divina proportione (Venecia, 1509). Pero el libro más importante del fraile
fue la Summa de Arithmetica, Geometria,
Proportioni e proportionalitá, publicado en Venecia, en 1494 y muy
estudiado en toda Italia. En dicho libro, se recoge un problema del reparto
justo de las apuestas, en caso de interrupción del juego, que había obsesionado
a generaciones enteras. Esta indagación y el de la equidad de cualquier
apuesta, fueron los dos pilares sobre los que se levantó buena parte de la moderna teoría de
la probabilidad.
El caso de Pacioli es: Dos jugadores, A y B, juegan a la
pelota y apuestan sobre quién será el ganador en seis juegos. Un imprevisto
obliga a interrumpir la partida, cuando A gana cinco juegos y B tres. ¿Cómo se ha
de dividir la cantidad apostada, para hacerlo en justicia? Pacioli dice que en
5 y 3 partes del total, como los juegos que han ganado los contendientes.
Niccolo Fontana, el Tartaglia, más de medio siglo más tarde, en su Trattato di numeri et misure, publicado
de 1556 a 1560, sugiere que, puesto que para ganar hacen falta seis juegos y A
lleva a B una ventaja de dos (la tercera parte) es justo que, además de su
apuesta, se lleve la tercera parte de la de B; o sea, cuatro partes para A y
dos partes para B. Transcurrieron casi cien años hasta que Pascal y Fermat,
llegaron a la solución ‘correcta’ de repartir en razón de 7 a 1. Para ello, consideran
todas las alternativas posibles, si no hubiera suspensión y se continuara el
juego; o sea, la posibilidad de que A gane el juego que le falta, frente a la
de que B gane tres juegos seguidos. Deducen así el reparto justo de lo
apostado. Esto es sólo correcto, lector, asumiendo la equiprobabilidad de ganar
cada juego para los dos jugadores.
Resumo ahora lo leído en Barrionuevo. Cuenta este que
prendieron a un hombre que abofeteaba a una mujer y los dos fueron llevados a
la cárcel. El hombre se explicó: Señores,
soy casado, con seis hijos. Salí desesperado de casa, por no poderlos
sustentar, y esta mujer me llamó y me ofreció un doblón de á cuatro si
condescendía con ella y la despicaba (desahogar, satisfacer, DRAE); un escudo
de oro el precio de cada ofensa a Dios. Gané tres, desmayando al cuarto de
flaqueza y hambre. Quísome quitar el doblón y no pudo, y á las voces llegó este
alguacil que está presente, y tuvo mejores manos para hacerlo. Suplico á V. S.
diga ahora ella si esto es verdad ó mentira. La cual allí en público dijo ser
todo así, y visto por la Sala, in
continenti la hicieron volver el doblón de á cuatro al hombre, al que le
echaron libre y sin costas la puerta afuera; y á ella la mandaron tornar a su
encierro para quitarla el rijo con algunos días de pan y agua.
Analizar la equidad y justicia de esta resolución es más
fácil que en el caso del juego. No se habla del tiempo concedido al varón para
su tarea, pero se entiende que fue breve, que el hombre tendría urgencia en
volver a su casa y dar de comer a la prole. Se entiende también que la dama no
sería una beldad, al tener que recurrir al pago por el encargo; aunque sí honrada, que se ratificó en lo acordado con el caballero. Considerando que tres
desfogues parecen suficientes y no tan distantes de los cuatro apalabrados,
juzgo pertinente la decisión de los jueces. Eso, sin contar que la calidad
cuenta muchas veces más que la cantidad. De la calidad no se habla, aunque se
supone buena por solicitar la mujer con vehemencia la cuarta función. En fin,
la sentencia me parece imparcial y justa.