Ya dije que
ayer tuve un día chungo, un día algo triste. Eso nos ocurre a todos alguna vez,
pero hay muchos seres humanos a los que les ocurre constantemente. A estos últimos no me es
fácil olvidarlos y jamás entendí su larga condena, ni las razones que puedan justificar
tan pertinaz infortunio. Siempre pensé que era culpa de los hombres… y también
de los dioses. Incluso, si se quiere, de los dioses que forjaron así a los
hombres, en vez de hacerlos angélicos. Claro que, hasta con los ángeles,
algunos salieron torcidos y enredadores. Todo relativamente inexplicable.
Y era ayer un
día en el que tenía algún motivo, relacionado con este blog, para estar algo
contento. Lo empecé en serio hacia el noviembre pasado y hace poco rebasó las
cinco mil visitas. Lector, créeme si te digo que, a estas alturas, esto de las
audiencias me trae bastante sin cuidado. Sin embargo, las estudié con algún
rigor, tratando de interpretarlas, de ver qué entradas cosechaban más lectores.
Sólo para saberlo y dedicarme más a esas que preferían mis seguidores.
Entendible, ¿no?
El análisis del
asunto no es fácil, porque no basta con ver, simplemente, las entradas más
leídas, sino que hay que considerar otras circunstancias. No pude descubrir una
tendencia clara. Por eso trato de ir mezclando las más serias y las más
desenvueltas, las más fáciles y las más complicadas. En fin, sigo fiel a lo que
pensé desde el principio: querría ser útil, que los que me lean puedan
descubrir algo que quizá ignoren. Cuando ayer mencionaba al artista Piero
Manzoni, que no me interesa lo más mínimo, lo que trataba es de que algunos de
mis lectores conocieran en qué eriales puede perderse el arte y a qué extravíos
nos pueden conducir la publicidad y la estupidez humana, aliadas a un respeto excesivamente reverencial hacia los críticos por parte de los espectadores. Lector,
sé valiente y libre al juzgar; eres tú el que decide.
Aparte de algún
día de más sombrías meditaciones, quiero que mis escritos sean leves y
gráciles, en la medida de mis capacidades. Conozco bien mis limitaciones y
cuando acabo algo, me gustaría siempre disculparme, añadiendo esta consigna
latina: Feci quod potui; faciant meliora
potentes (hice lo que pude, háganlo mejor los que puedan). Esta frase viene
en un libro de Henry Baerlein, de 1908, pero también se encuentra en Chejov y
en Stanislavsky. Y antes, en un libro del año 1768, Account of Corsica, del frivolísimo escocés James Boswell, donde se
cuenta que es una “inscripción en la fachada del Palazzo Tolomei de Siena” (por
cierto, allí en lugar de feci quod potui,
se dice quod potui feci). Me pregunto,
lector, ¿es todo esto muy importante? Y conste que a mí me gusta perderme en
estos vericuetos. Pero no todo el mundo tiene tiempo. Yo lo tengo ahora y si
viviera mi muy querido amigo el profesor Arnaldo Cherubini, de la Universidad
de Siena, le pediría detalles de ese palacio; él lo sabía todo.
Trataré siempre
de ser ameno. Pronto te hablaré, lector, de un cordobés que viene citado en la
Biblia. Y de un antecesor de esos españoles campeonísimos mundiales de las motos, un
español que fue el mejor corredor de carros en tiempo de los romanos. Y te
hablaré de vientos, te contaré muchas cosas de los vientos. Te adelanto una
cita:
“Sopla hacia el
sur el viento y gira luego hacia el norte; gira que te gira sigue el viento y
vuelve el viento a girar”. Este párrafo viene un poco después de este otro:
“¡Vanidad de vanidades! —dice Cohélet—, ¡vanidad de vanidades! ¿Qué saca el
hombre de todo su fatigoso afán bajo el sol?”. Te suena, ¿verdad? Es del Eclesiastés, uno de los libros más
bellos que se hayan escrito jamás. Mira, deja este blog, deja todo lo que estés
haciendo, y vete a cualquier librería de guardia —si no la hay en donde vives,
algo funciona mal— y consigue el libro. O, más fácil, búscalo en la red y da
gracias a San Internet. Me lo agradecerás, y yo pensaré que este blog sirve
para algo.