Se ha presentado una
moción de censura contra el discutidísimo Gobierno de Mariano Rajoy. Se
descarta el triunfo de la misma, lo que no ha impedido su tramitación. Se trata,
se arguye, de un imperativo ético, un alegato contra la corrupción y la injusticia.
Lo hace, naturalmente, un partido integrado por hombres y mujeres, se entiende
que justos, que, no obstante, sólo logra obtener un porcentaje reducido de
votos en las elecciones, inferior siempre al del Partido Popular. ¿Cómo es esto
posible?
En el libro
segundo de República, Platón dice,
por boca de su hermano Glaucón, cuando este dialoga con Sócrates, que “no hay mayor perfección en el mal que el parecer ser
bueno no siéndolo y que nadie es justo de grado, sino por fuerza”. Los hombres
están persuadidos de que la justicia no es rentable. En cuanto uno cree que va
a poder cometer una injusticia, la comete, porque “todo hombre cree que resulta
mucho más ventajosa personalmente la injusticia que la justicia”.
Glaucón menciona en su argumentación a Giges, personaje que
guarda relación con el Giges histórico del que habla Herodoto, un pastor que
estaba al servicio del rey de Lidia. Hubo un terremoto, se abrió la tierra, el
pastor se adentró en una grieta y vio un caballo de bronce hueco, en cuyo
interior había un cadáver con un anillo de oro en la mano. Tomó la joya y
cuando se reunieron los pastores, como todos los meses, para informar al rey de
sus ganados, Giges giró inadvertidamente el sello del anillo hacia la palma de
su mano y comprobó que se hacía invisible, porque empezaron hablar de él como
de una persona ausente. Esto terminaba al girar otra vez el anillo.
Comprobado el milagro, el pastor marchó a Palacio, sedujo
a la reina, mató con su ayuda al soberano y se apoderó del reino. Glaucón,
basándose en tal comportamiento, aventura que si hubiera dos sortijas como
aquella de Giges, una para un hombre justo y otra para un hombre injusto, es opinión
común que no habría persona de convicciones tan firmes como para perseverar en
la justicia. En nada diferirían, pues, los comportamientos del uno y del otro,
que seguirían exactamente el mismo camino. Porque todo hombre cree que resulta mucho
más ventajosa la injusticia. Es más: si hubiese quien, estando dotado de
semejante talismán, se negara a cometer injusticias y a poner la mano en los
bienes ajenos, le tendrían por el ser más miserable y estúpido del mundo.
En el diálogo platónico, la tesis de Glaucón es extrema y
representa sólo una exageración dialéctica para su argumentación frente a Sócrates. Pero quizá
los atenienses del siglo V a. de C. y los españoles de hoy tengan ideas
parecidas sobre la consistencia de los comportamientos humanos respecto a la
justicia; por eso son cautos a la hora de otorgar su confianza a los nuevos
políticos y eso es lo que se refleja en las urnas.
¡Bandolerismo arriba y bandolerismo abajo!
Pobretes, potentados, ilustres personajes y tunos de presidio operan con los mismos procedimientos. En todas las
esferas se vive fuera de ley. ¡¡La España, estos tiempos, vive sin leyes! ¡Y barco sin
timón, naufraga! ¡Se
estrella! ¡Se hunde! ¡No se salvan ni las ratas! Que no se
asuste nadie, estas palabras no son actuales; son de Valle-Inclán, en su obra Viva mi dueño, cuya acción transcurre en
los años finales del reinado de Isabel II, a mediados del XIX, y resultan hoy excesivas.
Pero otro párrafo parece más actual, más enraizado en nuestra idiosincrasia y
temperamento: Entre nosotros, el democratismo es hambre atrasada, y todos sus chinchines tienen por objeto la conquista de ‘La Gaceta’. Cuantos hoy conspiran, buscan
comer. ¡Ahí está el
busilis! No soy yo tan pesimista
respecto a nuestra condición humana y creo que hoy, y siempre, hay sitio para
la esperanza.
¿No dijo alguien de este partido censurador, y hasta censurista,
que había que tratar de seducir a más? Pues a eso, a mirarse imparcialmente en
el espejo que cada uno tenga en su casa y a componer aquellas figuras que nos fascinen
a más. Y analizar también los videos de sus actuaciones en el Congreso, en las
calles, etc.