Palabras clave
(key words): estilos directo e indirecto, monólogo interior, Édouard Dujardin.
Prometí hablar del monólogo interior en la
narración literaria y quiero cumplir. Intentaré hacerlo brevemente, partiendo de
la idea de que todo se puede simplificar, si uno logra zafarse de los filólogos
y narratólogos, con sus analepsis, prolepsis, etc.
En toda narración hay un narrador,
indefectiblemente. Podemos narrar mediante una secuencia de imágenes, un
cuadro, etc., pero la narración literaria se basa en palabras y ordinariamente
refiere algo que ocurre en un cierto tiempo, aunque aquí ya cabrían matices y
distingos. Si alguien grita ¡Socorro!, expresa muy claramente, con la palabra,
una situación o circunstancia, pero ese grito no se considera una narración.
El narrador puede ser uno de los personajes
que intervienen en la acción y esto constituye la llamada narración en primera
persona, perfectamente válida y típica de las memorias, de los diarios
personales y de los blogs. Algunos críticos piensan que, en otros casos, es una
forma ‘facilona’ de narrar y he visto cómo desdeñan a un cierto autor español,
tan desdeñable por otras razones, porque dicen que siempre escribe así.
Otras veces existe un narrador, que no es un
personaje: un narrador ajeno. El narrador puede dejar hablar a los personajes
con sus propias palabras, y entonces es importante que señale claramente quien
habla, para no desorientar al lector. Es lo que se llama estilo narrativo
directo. También puede escoger relatar él mismo lo que los personajes dicen,
con la misma obligación de que el lector no se pierda; es el estilo indirecto.
No se pueden expresar así algunas emociones de los personajes de manera
inmediata y vívida, como ocurre con el estilo directo. Esto es debatible,
porque el narrador puede describir brillantemente las emociones que agitan a
los personajes…
El narrador no sólo sabe lo que está
ocurriendo y es capaz de transmitirlo al lector, sino que sabe también, y esto
sí que tiene miga, lo que piensan todos los personajes y las emociones que los
embargan. Por ello se habla del narrador omnisciente, que lo sabe todo. Lo que piensan
o sienten ocultamente los personajes es, si el narrador lo transmite, monólogo
interior. No se refiere, claro está, al discurso verbal abierto que pueda hacer
uno de ellos dirigiéndose a los otros o a un público real o imaginario.
Es imposible tratar los detalles aquí. Cuando
pensamos, utilizamos palabras y muchos se preguntan si el hombre pudo pensar
antes de haber adquirido el lenguaje. Nuestro pensamiento discurre con una
libertad que no se da en la comunicación oral y tiene una estructura sintáctica
peculiar. No siempre, porque muchas veces pensamos muy ordenadamente. Algunos
sostienen que el primero que utilizó el monólogo interior fue Édouard Dujardin,
en Les lauriers sont coupés, de 1888.
Ya mostré en mi entrada anterior cómo se da también en Nuestra
Señora de Paris, de 1831, y está presente en muchas otras obras.
Lo novedoso en Dujardin es el uso intensivo
de este recurso narrativo, el plantear la narración como la transcripción
continuada de lo que piensa y siente un personaje o varios y que estos
pensamientos y sentimientos resulten difícilmente traducibles a la escritura
normal, exigiendo técnicas narrativas nuevas, supresión de signos ortográficos,
etc. No todos los monólogos interiores son así, una mezcla confusa y
desordenada de vivencias, fomentada por esa especie de culto simplón al inconsciente y
Freud, de moda mucho tiempo entre los escribas. El análisis del Ulises de Joyce quizá haya contribuido a
esto; se trata de una forma peculiar de estilo indirecto en el que el discurso
del narrador se funde con el monólogo interior del protagonista, Leopold Bloom.
Yo creo que también sería lícito hablar de un
‘diálogo interior’, cuando en la mente de un personaje se entrecruzan ideas o
emociones opuestas, o cuando el narrador externo se dirige a un personaje,
aislándolo como en un close-up, un
primer plano cinematográfico, y le advierte o pregunta, y espera su respuesta.
Es este un recurso que yo utilizo a veces y que me gusta y me parece
estéticamente satisfactorio. Me referiré a él en la próxima entrada.