Te digo,
lector, que esto de escribir un blog es una fuente inagotable de sorpresas;
para mí, y para ti mucho más, claro. Es la realidad la que manda. ¿Sabes lo que
quiere decir captcha? ¿Sabes que
sirve para salvaguarda de los bots?
Pues sigo y voy a hacer de maestro Ciruela, aquel que no sabía leer y puso
escuela. Probablemente, el dicho es una corrupción de “el maestro de Siruela,
que no sabe leer y pone escuela”, referido a Siruela, un pueblo de la provincia
de Badajoz. Pero a veces pienso que lo de Ciruela pudo derivar del doctísimo maestro
Ciruelo, con el cambio pertinente para la rima. Quizá el pueblo creó como
antónimo este maestro Ciruela, atrevido e ignorante. Una variante del dicho reza
“el maestro del Campillo, que no sabía leer y tomaba niños”.
En efecto, Pedro
Sánchez Ciruelo (1470-1548), fue un matemático español del siglo XVI, que vivió
en París unos diez años y fue profesor en la Sorbona. A su vuelta a España se
ordenó sacerdote y enseñó teología, quizá también matemáticas, en la
Universidad de Alcalá, en la que gozó de gran prestigio. Más tarde fue
preceptor del príncipe Felipe, hijo del César Carlos, y su sabiduría fue tan
reconocida y proverbial que se acuñó el dicho de “saber más que Ciruelo”. Otro
reconocidísimo sabio de la época fue el dominico Domingo de Soto (1494-1560), algo más
joven que Ciruelo y discípulo suyo en Alcalá. Se le consideró un modelo de sabiduría y
erudición y en la España del siglo XVI se decía: Qui scit Sotum, scit totum (el
que conoce a Soto, lo conoce todo).
Lo del maestro
del Campillo enlaza con otra expresión popular: “el sastre del Campillo, que
cosía de balde y ponía el hilo”. En realidad, en este último caso debe de ser
del cantillo, como se lee en el Quijote: “y vendré a ser el sastre del
cantillo”. Cantillo vale como esquina o cantón y el dicho sería “el sastre del
cantillo, que cosía de balde y ponía el hilo”. Tiene que ser así, porque en los
Proverbios del Marqués de Santillana ya
aparece “el alfayate del cantillo, facía la costura y ponía el hilo”.
Esta introducción
es para justificar que trate aquí una materia que desconozco ampliamente, pero
que ha llamado mi atención. Es algo que conoce cualquiera que navegue por Internet:
me refiero a esas letras y números distorsionados, que aparecen en un recuadro
y que uno ha de descifrar a la hora de registrarse en ciertas webs. Constituyen lo que se conoce como
‘captcha’, un acrónimo, acuñado en el año 2000, de “Completely Automated
Public Turing test to tell Computers and Humans Apart”.
El Turing test es una prueba para
comprobar la capacidad de una máquina de mostrar un comportamiento inteligente,
‘humano’. Fue desarrollada en 1950 por Alan Turing. Turing, uno de los precursores de la Informática, fue declarado culpable de conducta homosexual y despedido de su trabajo. Se suicidó con cianuro en el 1954, con 41 años de edad. Da vergüenza sólo recordarlo.
La
identificación de los signos de tales recuadros cumple la función de distinguir
entre los seres humanos y las computadoras. Por eso se pide la respuesta —“para
que se sepa que se trata de un humano”, se explica a veces—, lo que no se
entiende nada de bien y se suele tomar como una broma. Lo que se persigue es
que el texto sea ilegible para los bots
y fueron ideados hace tiempo para que ciertas palabras clave no pudieran ser
detectadas por los sistemas automáticos de rastreo.
Un bot
(aféresis de robot) es un programa informático, que imita la conducta de
un ser humano. En los forums on line,
algunos bots fueron utilizados para
simular una persona, intentando hacer creer al ‘ciberinterlocutor’ que chateaba
con alguien real. La misma Wikipedia ha sido víctima de bots maliciosos, creados para atacar y destruir de forma masiva los
artículos de la misma. Así que los ‘captcha’ son una manera de luchar contra
los bots. ¿Claro ahora? Espero.
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