20 de noviembre de 2014

Realidad y fantasía en la literatura (IV)


En la entrada del quince de noviembre terminó mi relato Un viaje a Baviera, una ficción que debe parte de su trama a hechos reales, como trataré de explicar, y como ocurre a veces en todos los escritores. Aunque esto, en mi opinión, no es demasiado frecuente y casi siempre lo escrito se debe a la pura imaginación del autor. Suele tratarse de hechos sólo indirectamente relacionados con lo que se narra.

 Hace unos años, mi mujer y yo recorríamos Alemania, desde Regensburg, la antigua Ratisbona medieval, en la confluencia de los ríos Danubio y Regen —la ciudad en que nació Don Juan de Austria, hijo del amor o de lo que fuera entre el emperador Carlos y Bárbara Blomberg— hasta Murnau, al sur de Munich, junto al lago Staffelsee. En la ruta, queríamos visitar la célebre abadía de Benediktbeuern, fundada en el 739, originalmente benedictina, aunque ahora la ocupaban los salesianos.

La abadía ya fue visitada por Goethe en su tercer viaje a Italia, en 1786, pero se hizo famosa por haberse descubierto en ella, en 1803, el único manuscrito existente de los Cármina Burana, colección de canciones de los siglos XII y XIII, escritas casi todas en latín. Cármina quiere decir poemas o cantos y Burana es el gentilicio de Bura, el nombre latino de la actual Benediktbeuern.

Los poemas fueron escritos probablemente en Austria hacia el año 1230 y son un canto a la alegría de vivir y la búsqueda de los placeres terrenales, el amor carnal, el vino, el juego, la vida despreocupada de los estudiantes. También hay temas más filosóficos, como las estrofas dedicadas a la Fortuna, quizá las más conocidas de la obra, sobre todo desde que el músico alemán Carl Orff compusiera su famosa cantata del mismo título, Cármina Burana, estrenada en Frankfurt, en 1937.

Orff escogió veinticinco canciones y las ordenó para ser representadas. Desde joven conocía yo estos cantos, en la actualidad famosísimos, porque un discípulo destacado de Orff, el compositor español José Peris, que había estudiado bastantes años con él, decidió volver a España y tuvo una relación fugaz con mi Colegio Mayor de Madrid. Por todo ello, en mi viaje, buscaba yo la citada abadía, pero el azar me llevo a otro sitio que ni sé situar hoy con precisión. Dejo un vínculo para esa parte de la obra, la que canta a la Fortuna: http://youtu.be/GD3VsesSBsw. Las palabras iniciales son: O Fortuna, velut luna, statu variabilis, semper crescis aut decrescis…

(continuará)

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