En la entrada
del quince de noviembre terminó mi relato Un
viaje a Baviera, una ficción que debe parte de su trama a hechos reales,
como trataré de explicar, y como ocurre a veces en todos los escritores. Aunque
esto, en mi opinión, no es demasiado frecuente y casi siempre lo escrito se
debe a la pura imaginación del autor. Suele tratarse de hechos sólo
indirectamente relacionados con lo que se narra.
Hace unos años, mi mujer y yo recorríamos
Alemania, desde Regensburg, la antigua Ratisbona medieval, en la confluencia de
los ríos Danubio y Regen —la ciudad en que nació Don Juan de Austria, hijo del
amor o de lo que fuera entre el emperador Carlos y Bárbara Blomberg— hasta
Murnau, al sur de Munich, junto al lago Staffelsee. En la ruta, queríamos
visitar la célebre abadía de Benediktbeuern, fundada en el 739, originalmente
benedictina, aunque ahora la ocupaban los salesianos.
La abadía ya
fue visitada por Goethe en su tercer viaje a Italia, en 1786, pero se hizo
famosa por haberse descubierto en ella, en 1803, el único manuscrito existente
de los Cármina Burana, colección de
canciones de los siglos XII y XIII, escritas casi todas en latín. Cármina quiere decir poemas o cantos y Burana es el gentilicio de Bura, el
nombre latino de la actual Benediktbeuern.
Los poemas
fueron escritos probablemente en Austria hacia el año 1230 y son un canto a la
alegría de vivir y la búsqueda de los placeres terrenales, el amor carnal, el
vino, el juego, la vida despreocupada de los estudiantes. También hay
temas más filosóficos, como las estrofas dedicadas a la Fortuna, quizá las más
conocidas de la obra, sobre todo desde que el músico alemán Carl Orff
compusiera su famosa cantata del mismo título, Cármina Burana, estrenada en Frankfurt, en 1937.
Orff escogió
veinticinco canciones y las ordenó para ser representadas. Desde joven conocía
yo estos cantos, en la actualidad famosísimos, porque un discípulo destacado de Orff, el compositor español
José Peris, que había estudiado bastantes años con él, decidió volver a España
y tuvo una relación fugaz con mi Colegio Mayor de Madrid. Por todo ello, en mi
viaje, buscaba yo la citada abadía, pero el azar me llevo a otro sitio que ni
sé situar hoy con precisión. Dejo un vínculo para esa parte de la obra, la que canta a la Fortuna: http://youtu.be/GD3VsesSBsw. Las
palabras iniciales son: O Fortuna, velut
luna, statu variabilis, semper crescis aut decrescis…
(continuará)
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