19 de diciembre de 2015

De las muchas maneras de felicitar en Navidad


Palabras clave (key words): Navidad, Revue des Deux Mondes, Drácula, Montaigne.

Amigos lectores, otra Navidad, que en mi percepción parece casi enlazarse con la anterior. Este año he decidido felicitar a menos gente, sólo a los íntimos y a los que debo algún tipo de agradecimiento reciente. Y hacerlo coralmente, porque, aunque el mensaje sea colectivo, lo que cuento va dirigido a cada uno de ellos, con el mismo mimo que si fuera manuscrito en pergamino miniado. Y esa felicitación va también para todos vosotros, a los que os tengo que agradecer que me sigáis leyendo con una cierta constancia.

Felicitar a mucha gente tiene sus inconvenientes. Es fácil que alguien conteste informando que el destinatario original no puede hacerlo en persona, ni podrá ya nunca. Mis entradas son para lectores listos y me entendéis. Eso me deprime mucho, porque habéis de saber que… Me detengo aquí, porque el azar ha hecho que encuentre las palabras justas para continuar, en un número de la Revue des Deux Mondes del año 1928: J’ai tant souffert dans ma vie que j’ai perdu la faculté de souffrir pour moi-même; je ne souffre plus que par et pour las autres (He sufrido tanto en mi vida que he perdido la facultad de sufrir por mí; sufro sólo por los otros).

Esas palabras expresan bien lo que siento y las hago mías, aunque yo he sufrido poco hasta ahora y casi me da un poco de vergüenza reconocerlo. No es que yo quiera que las cosas cambien, no se me interprete mal. La persona que las dijo, una mujer, lo hizo en 1903, en una entrevista con Maurice Paléologue, un diplomático y escritor francés, de origen rumano, miembro de la Académie Française, cuyo padre, Alexandru, fue un revolucionario de Valaquia, que huyó a Francia porque intentó asesinar a un príncipe y a este no le pareció bien aquello, no estaba de acuerdo. Cosas así han ocurrido siempre, no son de ahora. Valaquia fue durante algún tiempo un principado independiente y el más conocido de sus príncipes fue Vlad III (nacido Vlad Drăculea), más conocido como Vlad el Empalador, personaje en el que se inspiró el escritor irlandés Bram Stoker para crear su famoso Conde Drácula, un ‘vampirete’.

La mujer era una española, de setenta y siete años en 1903, que, por contar algo de ella, perdió a su único hijo, de veintitrés, en una guerra. Lo mataron a lanzazos los zulúes, en Sudáfrica, en 1879. Guerras hubo siempre, no son de ahora. Seguramente, pocos sospecharán que esa dama sufrió tanto. Las apariencias engañan. Si alguien desea saber quién era, le puedo informar. Quizá he inventado un nuevo tipo de felicitación navideña: el christmas-acertijo. Y ya os he dado, sin querer, una pista.

Un abrazo, de un viejo que vive algo feliz y en paz con sus recuerdos y fantasías y que confiesa, como Michel de Montaigne (De la vanité): Je suis envieilli, mais assagi je ne le suis certes pas d’un pouce (He envejecido, pero no me he ajuiciado [la palabra existe] ni una pulgada). Eso se nota, ¿no? O, si queréis: “He envejecido, pero de juicioso ni pizca, ni mijita”. ¡Ah, traducir! ¡Quelle drôle de chose!

Amigos lectores, ¡Feliz Navidad y lo mejor para el Año Nuevo! Para vosotros y vuestras familias. Y hasta la próxima Navidad, la del 2016, que está ya a la vuelta de la esquina. Fugit irreparabile tempus.

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