Palabras clave (key words): Navidad, Revue
des Deux Mondes, Drácula, Montaigne.
Amigos lectores, otra Navidad, que en mi percepción
parece casi enlazarse con la anterior. Este año he decidido felicitar a menos
gente, sólo a los íntimos y a los que debo algún tipo de agradecimiento
reciente. Y hacerlo coralmente, porque, aunque el mensaje sea colectivo, lo que
cuento va dirigido a cada uno de ellos, con el mismo mimo que si fuera manuscrito
en pergamino miniado. Y esa felicitación va también para todos vosotros, a los
que os tengo que agradecer que me sigáis leyendo con una cierta constancia.
Felicitar a mucha gente tiene sus inconvenientes.
Es fácil que alguien conteste informando que el destinatario original no puede
hacerlo en persona, ni podrá ya nunca. Mis entradas son para lectores listos y
me entendéis. Eso me deprime mucho, porque habéis de saber que… Me detengo
aquí, porque el azar ha hecho que encuentre las palabras justas para continuar,
en un número de la Revue des Deux Mondes
del año 1928: J’ai tant souffert dans ma vie que
j’ai perdu la faculté de souffrir pour moi-même; je ne souffre plus que par et pour las autres (He sufrido tanto en mi vida que he perdido la facultad
de sufrir por mí; sufro sólo por los
otros).
Esas palabras expresan bien lo que siento y
las hago mías, aunque yo he sufrido poco hasta ahora y casi me da un poco de vergüenza
reconocerlo. No es que yo quiera que las cosas cambien, no se me interprete
mal. La persona que las dijo, una mujer, lo hizo en 1903, en una entrevista con Maurice
Paléologue, un diplomático y escritor francés, de origen rumano, miembro de la Académie Française, cuyo padre, Alexandru, fue un revolucionario de Valaquia,
que huyó a Francia porque intentó asesinar a un príncipe y a este no le pareció
bien aquello, no estaba de acuerdo. Cosas así han ocurrido siempre, no son de
ahora. Valaquia fue durante algún tiempo un principado independiente y el más
conocido de sus príncipes fue Vlad III (nacido Vlad Drăculea), más conocido
como Vlad el Empalador, personaje en el que se inspiró el escritor irlandés Bram
Stoker para crear su famoso Conde Drácula, un ‘vampirete’.
La mujer era una española, de setenta y siete
años en 1903, que, por contar algo de ella, perdió a su único hijo, de
veintitrés, en una guerra. Lo mataron a lanzazos los zulúes, en Sudáfrica, en
1879. Guerras hubo siempre, no son de ahora. Seguramente, pocos sospecharán que
esa dama sufrió tanto. Las apariencias engañan. Si alguien desea saber quién
era, le puedo informar. Quizá he inventado un nuevo tipo de felicitación
navideña: el christmas-acertijo. Y ya os he dado, sin querer, una pista.
Un abrazo, de un viejo que vive algo feliz y en
paz con sus recuerdos y fantasías y que confiesa, como Michel de Montaigne (De la vanité): Je suis envieilli, mais assagi je ne le suis certes pas
d’un pouce (He envejecido, pero no me he ajuiciado [la palabra
existe] ni una pulgada). Eso se nota, ¿no? O, si queréis: “He envejecido, pero
de juicioso ni pizca, ni mijita”.
¡Ah, traducir! ¡Quelle drôle de chose!
Amigos lectores, ¡Feliz Navidad y lo mejor
para el Año Nuevo! Para vosotros y vuestras familias. Y hasta la próxima
Navidad, la del 2016, que está ya a la vuelta de la esquina. Fugit irreparabile tempus.
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