Cada uno escribe y se inspira como Dios le da a entender;
ya dije una vez que la literatura de ficción está hermanada con la libertad. En
cambio, los ensayos y escritos académicos, exigen rigor y la verdad ha de ser
el fruto de una muy cuidada alquimia, que requiere constancia y esfuerzo. Los
hechos de actualidad son de carácter tal que no demandan inasequibles conocimientos
o expertise, pero sí una reflexión
sosegada.
Muchos españoles empezamos a vivir la coyuntura actual
como preocupante hasta la angustia; pensamos que nuestro país no está para
dilaciones y juegos malabares. Un grupo de exministros, periodistas e
intelectuales ha firmado un manifiesto en el que reclaman soluciones prontas e
inmediatas a la ya excesiva interinidad del gobierno en funciones. Innumerables
ciudadanos, no versados en politología, estamos de acuerdo.
Mi blog casi permanentemente neglige (el verbo ya está
por fin en el DRAE) la actualidad y, sin embargo, llevo ya unas cuantas
entradas metido en temas políticos, aunque trato de hacerlo de manera distinta,
desenfadada y con algo de humor. Acabo de leer una obra, Endimión, del premio Nobel del año 1916, el sueco Carl Gustaf
Verner von Heidenstam. La novela no es nada buena, pero no pretendo con esto juzgar
la obra del literato, que es amplia. Pensaba escribir sobre el mito helénico
del bello pastor y Selene, en otras versiones con Artemisa. Metido en el mundo
helénico, releo viejos apuntes míos, que me devuelven a nuestra situación
actual. Me explico.
Me encuentro con Ate, la diosa del error, de los actos
irreflexivos, hija de Zeus y de Eris (la Discordia). Fue castigada por su propio
padre y arrojada del Olimpo. Desde entonces, Ate no apoya sus pies sobre la
tierra, sino que camina pisando las cabezas de los hombres a los que induce a
cometer errores sin que ellos se percaten y puedan evitarlos; provoca así
eternamente el desorden y el caos. Así la presenta Homero, aunque es
verdad que autores griegos posteriores la califican y describen de otra manera,
como ocurre tantas veces con esta peculiar mitología. Y me pregunto yo, ¿no
andará metida ahora esta diosa Ate por aquí, enredando, tan sin necesidad?
En mi entrada anterior mencioné a la diosa Tetis, madre
de Aquiles, que velaba por él continuamente. Algunos piensan que quien mató a
Aquiles no fue realmente Paris, sino el propio Apolo, porque “el de los pies
ligeros” había matado a su hijo Cicnos de un golpe en la nuca, su único punto
vulnerable. Tetis, que preveía este triste final, había puesto a Aquiles, desde
que era niño, un sirviente, llamado Mnemón, con la exclusiva misión de
recomendarle prudencia cada media hora. Mnemón se descuidó en esto y Tetis lo
mató por haber descuidado su deber. Y me pregunto otra vez, ¿no podría arbitrarse,
con cargo a los presupuestos del Estado, una legión de consejeros recomendando continuamente la
prudencia y el sentido común a todos los candidatos al Gobierno.
A Pedro Sánchez le diría que, de momento
—sólo de momento— se olvidara de querer ser presidente del gobierno. Y aduciría
los razonamientos de Leonte de Gaudos a su tío Antifinio, que trataba de
arrebatarle el reino: Después de todo, gobernar no es tan agradable. Me parece justo
que seas rey. Eres viejo, eres feo, estás maltrecho, no puedes pretender que
una mujer joven y hermosa se enamore de ti. Quédate, pues, con el reino y sé
feliz. Yo, en cambio, me quedaré con Calimnia, la rubia, la sublime, la cándida
Calimnia de labios de coral. Nada quiero del mundo más que a ella. Aquí, la situación no es ni remotamente similar y pido
que no se me interprete al pie de la letra. Pero hay algo en esas palabras de
Leonte que rezuma buen sentido y sabiduría, si se considera con lo que los
griegos llamaban sofrosine, σωφροσύνη, templanza. Virtud que supongo en los que firmaron el
manifiesto, porque el peor suplicio es ver en medio de ciegos, que te creen tan
ciego como ellos.
Es forzoso llegar a acuerdos y que estos
estén bien cimentados y se cumplan. Han de ser como el artificio que usó la
diosa Hera para inmovilizar a su inquieto e infiel marido, Zeus, en la cama
matrimonial: cien correas con cien nudos, inventados por Hefaistos, que tenían
la propiedad de que cuando se desanudaba uno se anudaban los otros. Sólo el
gigante Briareo, que tenía cien
brazos, pudo liberar al padre de los
dioses de esta portentosa atadura. Pues nudos de esos aquí.
He visto hace poco, y esto me apena sin
tregua ni sosiego, a Mónica Oltra, política valenciana que se queja de que los
españoles gustan de votar a delincuentes, despojada de su sonrisa, que creí yo imperecedera.
No se ríe ahora, no como antes. En este mundo griego encuentro también la
solución: el elenion, el sedante que
inventó la bella Helena y hace olvidar todo lo ingrato del mundo. Lo obtenía de
sus propias lágrimas y fue el que utilizó para serenar a Telémaco, el hijo de
Ulises, cuando la visitó en Esparta, desesperado por no tener noticias de su
padre. Se puede leer en la Odisea, canto
IV: En
el vino que estaban bebiendo ella echó velozmente un fármaco que ahuyenta el
dolor, la ira y el recuerdo de todos los males. Aquel que lo bebiese, una vez
mezclado en la crátera, ya no derramaría lágrimas ese día, ni aunque muriesen
su madre y su padre. Que alguien busque el
remedio y se lo dé a la otrora riente (lector, aunque no lo creas, no está en el Drae) mujer.
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