Recién nacido este blog, en mi entrada del seis de
diciembre de 2013 mencioné el cuadrado o escudo con dieciséis casillas
—esculpido en la fachada de la Pasión de la Sagrada Familia de Barcelona, obra
del escultor José María Subirachs—, en las que hay números con una
particularidad: sumando las filas, las columnas o las dos diagonales
principales, se obtiene siempre la cifra 33. Señalé entonces que en un libro
del jesuita alemán del siglo XVII, Atanasio Kircher, ya aparecen estos
criptogramas y se afirma que fueron ideados por los “sabios antiguos”, sin
mayores precisiones.
En este de la Sagrada Familia los números no son
correlativos y dos de ellos se repiten, con objeto de que la suma sea 33, la
edad de Cristo. Trabajo quizá innecesario, puesto que nadie sabe con certeza la
edad a la que murió Cristo y muchos cristólogos postulan que debió de ser más
bien con 36 o incluso 39 años, basándose en datos históricos y astronómicos,
relacionados con las reglas por las que se regía la celebración de la Pascua
judía. En el cuadrado mágico clásico de dieciséis casillas los números sí son
correlativos y la suma de filas, columnas y diagonales es 34, no 33
Así es el que figura en el célebre grabado Melancolía I, de Alberto Durero (ver
foto), donde otras combinaciones de casillas también suman 34 (las cuatro
centrales, las de las esquinas, etc.); las centrales de la última fila dan el
año en que se compuso el grabado: 1514. Este cuadrado 4x4, de dieciséis
casillas, es el llamado sello de Júpiter. El de 3x3 es el consagrado a Saturno.
Los sucesivos, a partir del 5x5, están dedicados a Marte, el Sol, Venus,
Mercurio y la Luna, como recoge Cornelius Agrippa en De oculta philosophia libri tres, de 1533.
Para concretar lo de los “sabios antiguos” de Kircher,
contaré que estos cuadrados mágicos ya se conocían en China desde el tercer
milenio a. C. Según la leyenda Lo Shu, el río Lo se desbordó y los pobladores
de la zona hicieron ofrendas al dios del río para calmarlo —algo malo habrían
hecho—, pero una tortuga que andaba por allí se acercaba a ellas y las
rechazaba. Hasta que un niño se dio cuenta de que en su caparazón estaba
marcado el sello de nueve casillas, con sus números que suman 15. Se tuvo esto
en cuenta y se remansaron las aguas. Mano de santo. Los dioses son caprichosos
muchas veces.
Empecé esta entrada porque quería completar lo ya escrito
sobre los criptogramas numéricos y hablar de los de letras; lo haré en la
próxima. Dan menos juego que los de números y para confirmarlo añado un curioso
criptograma de nueve casillas, de números no correlativos. Con las reglas ya
conocidas, la suma es 369. Curiosamente, si se suma el número de letras que
componen los nombres de dichas cifras en castellano (noventa y tres, son 12
letras, etc.) —están en el cuadrado inferior—, esa suma, con las mismas reglas,
es también constante: 48. Esto ya es apotropaico, es pura magia, y tiene que
servir para algo: para no morir nunca —qué horrible—, para tener éxito con las
mujeres…, no sé. Cuando lo sepa bien, lector, te lo haré saber, que no soy tan
egoísta.
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