Lo que conté
en mi anterior entrada de este blog, Genética
y Ambiente, es tan elemental y conocido, que quizá no merecía la pena
haberlo escrito. Lo hice por el diagrama que mostraba allí, que podría ayudar en alguna ocasión. Todo lo
que escribo tiene esa nada oculta finalidad: que pueda ser útil. La única
vanidad personal que estoy dispuesto a admitir es la de pensar que pueda
enseñar algo. Con esa idea empecé este blog.
Lector, tenemos
que ir conociéndonos. Tengo unos miles de libros en mi casa, debidamente
catalogados y ubicados. Lo hice con una sencilla plantilla de Access y me tomó algún tiempo. Pero te
digo que compensa; en un minuto puedo encontrar cualquier libro. Para los que
estén en mi caso, es imperdonable no proceder así. Los que en medio del
desorden pretenden saber perfectamente dónde están sus cosas, no me convencen;
eso vale sólo con conjuntos reducidos, sencillos.
No siempre llevo
el catálogo conmigo y el otro día batí mi propio record: compré tres libros que
ya tenía. Ni recordaba tenerlos, ni haberlos leído. Bueno, pues me puse a
releer uno de ellos, Justine, de
Lawrence Durrell —digo releer, porque enseguida empecé a reconocerlo— y con eso
querría pergeñar esta nueva entrada.
En la obra hay
una discusión entre Justine y un médico cabalista llamado Balthazar, justamente
sobre la herencia y el ambiente, como en mi blog. No es extraño, con un tema
tan trillado. Pero también pienso que estas coincidencias se dan entre gentes o medios que comparten
vivencias parecidas. Heráclito afirmó que “los que están despiertos habitan el
mismo mundo; en cambio los que duermen, habitan cada uno en el suyo”. Por eso hay
que leer escritores que estén bien despiertos, que no son todos.
En la novela leo: “en el
vestíbulo de este hotel moribundo, las palmeras se quiebran y reflejan sus
hojas inmóviles en los espejos de marcos dorados”, una bella construcción, a mi
juicio, en la que hay dos endecasílabos de los que yo llamo perdidos: las palmeras se quiebran y reflejan, y en los espejos de marcos dorados, más
musical el primero (los escribo en cursivas; el mérito aquí es en buena parte
de la traductora). En una futura entrada del blog me gustaría decir algo sobre
los distintos tipos de endecasílabos, un aspecto quizá no conocido por todos.
Por supuesto,
no se trata de escribir las novelas en verso. De hecho, si un autor estuviera muy
pendiente de la sonoridad de sus párrafos, arruinaría probablemente su tarea. Lo
que ocurre es que hay escritores que tienen el don de hacer una prosa brillante,
sin proponérselo, de forma natural y espontánea. Hay bastantes pasajes así en Justine:
“los resplandores del poniente se reflejaban en un jade amarillo” o “un viento
de la noche que venía de los confines de Asia” o “el magnífico animal bicéfalo
que puede ser un matrimonio”. También son notables en Durrell los conceptos,
las citas o los ámbitos culturales a los que remite. En mi entender, si se lee
un libro que no tenga estas virtudes, no se está leyendo literatura, una de las
bellas artes. Será algo que pueda distraer, que sirva para matar el tiempo —tal
vez la expresión, la actitud, más estúpida que conozco—, pero que no es
literatura, buena literatura.
Una de esas
citas en la novela —omnis ardentior
amator propriae uxoris adulter est— la hace el médico Balthazar, sin
mencionar el autor. Es de Petrus Lombardus, un teólogo romano del siglo XII,
que traduzco de manera libre: “amar ardientemente a la propia esposa también es
adulterio”. Los casados de unos cuantos años se sorprenderán de esta reflexión
del teólogo y valorarán altamente y con toda justicia su incontrolada imaginación.
También se
mencionan en la novela los caballi, término
que en los trabajos de Paracelso designa los cuerpos astrales de los hombres
muertos de forma prematura. Y se menciona brevemente la doctrina gnóstica de la
creación. En fin, llamadas o referencias frecuentes a elementos de la historia cultural
de la humanidad, que son consustanciales a la obra literaria. Me refiero a la
literatura de autor, a la que debiera ser premiada y promocionada en cualquier
sociedad verdaderamente culta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario