18 de diciembre de 2013

Relato monovocálico de Rubén Darío


Lector, en una entrada no tan reciente, escribí que no me gustaba jugar con las palabras, porque eran sagradas. Pues, como se dice ahora, me pasé dos o tres pueblos, porque tampoco se ha de ser tan estricto y la verdad es que se ha jugado mucho con ellas en la historia de la literatura, como se muestra en detalladas obras de la llamada por algunos Ludolingüística. Y a esto me voy a referir, recuperando así lo que, en principio, intento que sea la temática más frecuente en este blog.

Se pueden escribir textos, por ejemplo, en los que falte consistentemente una de las vocales y se llaman lipogramas. O en los que figure una sola, monovocalismos. Los palíndromos, bastante más conocidos, son aquellas palabras o frases que se pueden leer indistintamente hacia delante o hacia atrás. La más famosa es quizá la de Dábale arroz a la zorra el abad, pero hay muchas otras, como La turba bajaba brutal, por citar alguna. Los tautogramas agrupan palabras que empiezan por la misma letra: ¡Cielos! ¿Cómo canciones cantaremos con corazones casi consumidos? O el de un soneto de Francisco de Quevedo: Antes alegre andaba; agora apenas alcanzo alivio...

El fecundísimo y precocísimo Enrique Jardiel Poncela (escribió su primera novela con once años), tiene un relato monovocálico de un par de páginas, Un marido sin vocación, en que no aparece la vocal E. Este trabajo forma parte de una serie de cinco (sin la E, sin la A, sin la O, sin la I y sin la U) que el autor publicó en la sección de cuentos del diario La Voz, en 1926 y 1927. Es muy breve y un lector inadvertido puede no notar siquiera que en el mismo falta una vocal.
 
         El famoso e influyente escritor francés Georges Perec, judío con ancestros polacos, en su novela La disparition, tampoco utiliza la E, la vocal más frecuente en francés. Alguna traducción al castellano de esta obra respeta esa restricción, cambiando la vocal E por la A, más frecuente en nuestro idioma.

         Hay ejemplos mucho más antiguos. Francisco de Navarrete y Ribera, fue un escritor español del Siglo de Oro, autor de una novela que es un lipograma en la que falta la letra A,  La novela de los tres hermanos. Esta novela está incluida en un curioso libro de rarezas titulado Flor de Sainetes, del año 1640. Contemporáneo es el autor hispano-portugués Alonso de Alcalá y Herrera (Lisboa 1599, Alcalá de Henares, 1682), autor de una pentalogía de novelas de carácter ludolingüístico, que incluye Los dos soles de Toledo (sin la letra A), La carroza con las damas (sin la E), La perla de Portugal (sin la I), La peregrina eremita (sin la O) y La serrana de Sintra (sin la U). La edición de estas novelas es de 1641, en Lisboa, sólo un año posterior a la de Navarrete y Ribera.

         De todas ellas, la única que conozco es La carroza con las damas y es, como se supone, una novela muy corta. Así deben de ser las otras, que no es llevadera la tarea de andar escribiendo con cortapisas y prohibiciones. De esta novela copio un fragmento, escrito con el barroco estilo de la época, pero perfectamente inteligible: ¿Cómo sin pintar paso la gran Lisboa, mi patria, su gallardo sitio, su grandiosidad, su aparato, su adorno, su brío, su concurso, su primor, su valor, su hidalguía? Gran ocasión, por Dios, a dar lugar la prisa, mas no faltará otro día. Volvamos a San Francisco.

Aun así, nada equiparable a lo de escribir utilizando sólo una vocal, que es mucho más difícil, obviamente. Frases cortas en las que figure una sola vocal son relativamente hacederas. Utilizando sólo la O, estaría: ¡Socorro! Los olorosos osos con los ojos rojos son horrorosos. Pero escribir un relato entero, aunque sea corto, con sólo una de las vocales, se adentra para mí en el terreno de lo numinoso.

Me voy a referir a uno de estos monovocalismos, que siempre me llamó poderosamente la atención. Es un texto de extensión no demasiado breve, escrito por Rubén Darío. Tan poco seriamente que incluso pretendió fingir que el autor era otro, “un joven desconocido de América Central o de Colombia”. El relato tiene el título de Amar hasta fracasar y en él la vocal que se repite, única e incansablemente, es la A. Lo veo en un libro impreso en 1922 y seguramente estará en la edición de sus Obras completas, en veintidós volúmenes (1917-1919).

El tristísimo relato de Darío es realmente prodigioso, aunque también entiendo que para muchos no será el adjetivo más apropiado. Hay en él ternura, a veces cierta belleza bien que extraña, secuencias de gran sonoridad y revela un gran conocimiento del idioma. No deja de ser una curiosidad, que quiero compartir con mis lectores. Para ellos hago esta somera introducción y copio el texto íntegro del relato, con las notas correspondientes, que no me he preocupado de confirmar: 

AMAR HASTA FRACASAR

La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada. Amaba a Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala.1

Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar trataban, mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal plan.

  La plaza llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca para apañar larga plata, para agarrar adahalas.2 ¡Bravas agallas! ¿Mas bastaba tal cábala? Nada, ¡ca!, ¡nada basta a atajar la llama aflamada!3

  Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada  a la bajada. Las gradas callaban las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas. Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana a Blas. ¡Ah!, ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar!, gratas pasan para apalambrarlas4 más, para clavar la azagaya5 al alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla!

  Pasaban las añadas6. Acabada la marcada para dar Blas a Ana las sagradas arras, trataban hablar a Marta para afrancar7 a Ana, hablar al abad, abastar8 saya, manta, sábanas, cama, alhajar casa, ¡ca!, ¡nada faltaba para andar al altar!

  Mas la mañana marcada, trata Marta, ¡mala andanza!, pasar a Santa Clara al alba, para clamar a la Santa adaptada al galán para Ana. Agarrada bajaba ya las gradas; mas ¡caramba!, halla a Ana abrazada a Blas, cara a cara. ¡Ah!, la nada basta para trazar la zambra armada. Marta araña a Ana, tal arañan las gatas a las ratas; Blas la ampara; para parar las brazadas a Marta, agárrala la saya. Marta lanza las palabras más malas a más alta garganta. Al azar pasan atalayas9, alarmadas a tal algazara, atalantadas10 a las palabras: “¡Acá! ¡Acá! ¡Atrapad al canalla-mata-damas! ¡Amarrad al rapaz!”. Van a la casa: Blas arranca tablas  a las gradas para lanzar a la armada; mas nada hará para tantas armas blancas. Clama, apalabra, aclara, ¡vanas palabras!, nada alcanza. Amarra a Blas, Marta manda a Ana para Santa Clara; Blas va a la cabaña. ¡Ah! ¡Mañana falta!

  ¡Bárbara Marta! Avara bajasa11, al atrancar a Ana tras las barbacanas sagradas (algar12 fatal para damas blandas) ¿Trataba alcanzar paz a Ana? ¡Ca! ¡Asparla13, atafagarla14, matarla!, tal trataba la malvada Marta. Ana, cada alba, amaba más a Blas; cada alba más aflatada, aflacaba15 más. Blas, a la banda allá la mar, tras Casa Blanca, asayaba16 a la par gran mal, a la par balaba17 allanar las barras para atacar la alfana18, sacar la amada, hablarla, abrazarla…

  Ha ya largas mañanas trama Blas la alcaldada: para tal, habla. Al rayar la alba, al atalaya, da plata, saltan las barras, avanza a la playa. La lancha, ya aparada19, pasa al galán a La Habana. ¡Ya la has amanada20, gran Blas, ya vas a agarrar la aldaba para llamar a Ana! ¡Ah! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, patas al alazán, ¡avanza, galán, avanza!

  Mas para nada alcanzará la llamada: atafagarán21, mas la tapada taparánla más. Aplaza la hazaña…

  Blas la aplaza, para apartar malandanza, trata hablar a Ana, para Ana nada más. Para tal alcanzar, canta a garganta baja:

                                                           La barca lanzada
                                                  allá al ancha mar
                                                  arrastra a La Habana
                                                  canalla-rapaz.

                                                 Al tal mata-damas
                                                  llamaban asaz,
                                                  mas jamás las mata,
                                                  las ha para amar.

                                                  Fallar las amarras
                                                  hará tal galán,
                                                  ca, brava alabarda
                                                  llaman a la mar.

                                                  Las alas, la alaba,
                                                  la azagaya… ¡Bah!,
                                                  nada, nada basta
                                                  a tal batallar.

                                                  Ah, marcha, alma Atala
                                                  a dar grata paz,
                                                  a dar grata andanza
                                                  a Chactas acá.

  Acabada la cantata, Blas anda para acá, para allá, para nada alarmar al adra22. Ana agradada a las palabras cantadas salta la cama. La alma. La alma la da al galán. Afanada, llama a ña Blasa, aya parda ña Blasa, zampada a la larga, nada alcanza la tal llamada; para alzarla, Ana la jala las pasas. La aya habla, Ana la acalla; habla más, la da alhajas para ablandarla. Blasa las agarra. Blanda ya, para acabar, la parda da franca bajada a Ana para la sala magna. Ya allá, Ana zafa aldaba tras aldaba hasta dar a la plaza. Allá anda Blas. ¡Para, para Blas! Atrás va Ana. ¡Ya llama! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, patas al alazán. ¡Avanza, galán, avanza!

-        ¡Amada Ana!..
-        ¡Blas!...
-        ¡Ya jamás apartarán a Blas para Ana!
-        ¡Ah, jamás!
-        ¡Alma amada!...
-        ¡Abraza a Ana hasta matarla!
-        ¡Abraza a Blas hasta lanzar la alma!...

A la mañana tras la pasada, alzaba ancla para Málaga la fragata Atlas. La cámara daba lar para Blas, para Ana… Faltaba ya nada para anclar; mas la mar brava, brava, lanza a la playa la fragata: la vara.

La mar trabaja las bandas: mas brava arranca tablas al tajamar; nada basta a salvar a la fragata. ¡Ah, tantas almas lanzadas al mar, ya agarradas a tablas claman, ya nadan para ganar la playa! Blas nada para acá, para allá, para hallar a Ana, para salvarla. ¡Ah!, tantas brazadas, tan gran afán para nada; hállala, mas la halla ya matada. ¡Matada!...  Al palpar tan gran mal nada bala ya, nada trata alcanzar. Abraza a la amada. “Amar hasta fracasar!”, clama… Ambas almas abrazadas bajan a la nada23. La mar traga a Ana, traga a Blas, traga más… ¡Ca! Ya Ana hablaba a Blas para pañal, para fajas, para zarandajas. “Mamá, ya, acababa Ana. Papá, ya, acababa Blas!...”

Nada habla La Habana para sacar a plaza a Marta, tras las pasadas; mas la palma canta hartas hazañas para cardarla la lana.

Et voilà. ¿Quién me dirá el nombre del autor?

 
NOTAS

(1)      Chactas y Atala son los nombres de los personajes de la novela de Chateaubriand, “Atala”.
(2)      Aldahala: Lo que se da de gracia sobre el precio de lo que se compra, vende o arrienda.
(3)      Aflamada: Inflamada.
(4)      Apalambrar: Abrasar, quemar, incendiar.
(5)      Azagaya: Dardo.
(6)      Añada: El tiempo de un año.
(7)      Afrancar: Dar libertad, licencia, manumitir a un esclavo.
(8)      Abastar: Abastecer, proveer con abundancia.
(9)      Atalaya (masc,): Quien atisba o procura indagar lo que sucede.
(10)    Atalantar; Aturdir.
(11)   Bajasa: Mujer mala.
(12)   Algar: Caverna o cueva
(13)   Aspar: Atormentar.
(14)   Atafagar: Fatigar, sofocar.
(15)   Aflacar: Enflaquecer.
(16)   Asayar: Experimentar.
(17)   Balar: Desear ardientemente.
(18)   Alfana: Iglesia, voz de la germanía.
(19)   Aparar: Preparar
(20)   Amanar: Poner a mano.
(21)   Atafagar: Fatigar, sofocar.
(22)   Adra: Porción de un barrio, barriada.
  (23) Almas por “cuerpos”. Dios me libre de la impiedad.

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