Este blog
empieza a tener cierto volumen y no recuerdo con precisión todo lo que he
escrito en él. En alguna parte, hablando de literatura, habré expresado mi
convicción de que el lenguaje literario ha de ser exquisito y trabajado. Lo que
no quiere decir obviamente que, si se narra un diálogo entre estibadores, estos
tengan que expresarse como catedráticos de Lingüística. De estas ideas mías
hablo con largueza en mis Apuntes sobre
literatura.
No todo el mundo
está de acuerdo con este modo de ver la creación literaria. Josep Pla, en su obra
El cuaderno gris, protesta sobre lo
que llama provenzalismo, el
enzarzarse en el juego literario de las formas, y critica a los que creen
que la literatura es un arte retórico y ‘formalístico’ (sic), cuyo fin es la
construcción de frases. Estas ideas de la literatura noble imperaron durante
siglos, dice, pero hoy no valen, ni siquiera en el país más académico del
mundo, que es Francia.
Dice eso, pero
luego, en muchas ocasiones, escribe textos bastante rebuscados: “Cuando la tarde cae,
las montañas de poniente, la raya de su perfil, se aureola de una luz arcaica”.
Y hasta los explica, lo que es relativamente insólito: “¿Qué es una luz
arcaica? Quiero decir una luz de cuadro antiguo, la luminosidad que queda sobre
el cuadro cuando se le ha puesto la pátina de polvo y de engrudo que depositan
los siglos”. Tampoco es parco a la hora de acumular adjetivos. Habla de las
personas románticas: “Son impenetrables, inasequibles, imposibles, inaferrables
—el adjetivo no está en el DRAE, pero lo veo en otros textos, en el sentido de
inasible—, inabordables, intocables, impalpables, irreductibles”. O también: “Ahora
hay tierras de color de rosa. Los humos y las evaporaciones de la tarde ponen
sobre el paisaje rosado una tenue pincelada de color azul claro”. Describe una
locomotora, en la sobretarde: Como va con leña, la máquina centellea como un dragón furioso.
No se trata
sólo de la forma, pero esta cuenta, y mucho, en la buena literatura. Hay más
cosas, en las que Pla se mueve con ingenio y soltura. Habla de un verso de un
poema perdido de Homero: Sabía muchas
cosas, pero todas las sabía mal. Es una cita que está, referida allí a un
poeta sin nombre, en el Segundo
Alcibiades, un diálogo platónico, seguramente apócrifo. Pla hace
afirmaciones, con las que estoy totalmente de acuerdo: “De joven se tiene una
llamarada de vanidad, que no suele durar. Si perdura es un síntoma de estupidez
considerable”. En otro momento, no parece considerarla tan circunstancial: “La
vanidad parece segregarse de la estructura misma de los tejidos humanos”. Lo de
siempre: nada es sencillo, definitivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario