Hacer breves
las entradas no deja de tener inconvenientes; al menos para mí, que estoy poco
dotado para la concisión. Quedan cosas por decir, se toman atajos… En mis dos
entradas anteriores trataba de contestar esa pregunta que muchas veces me
hacen, legos y cultísimos por igual: ¿Te amparas para tus ficciones en hechos
reales? Mostré en este blog mi relato, Un
viaje a Baviera, y conté luego un hecho real que podría tener cierta
relación con él. Sólo cierta relación, se constata enseguida que se parece muy poco
lo vivido a lo imaginado. Yo creo que casi siempre es así con los escritores.
Por no hablar de la mayoría de los casos, en que no existe ningún suceso real
que inspire, ni siquiera remotamente, al autor. En mi relato, de no ser por
haberme asomado a la obra de Moisés de León, al que menciono, y a textos de la
tradición mística judía, no habría podido vertebrar ninguna trama a expensas de
lo que me ocurrió en algún lugar de Baviera, que sigo —eso sí es verdad— sin
poder localizar.
Mi conclusión
es que pocas veces la ficción debe gran cosa a la realidad; casi siempre nace
libre e independiente. En una reunión de médicos escritores, leí otro relato
mío, De Beirut a Damasco, y todavía
recuerdo el fingido y gentil enfado de la esposa de un amigo, al confesarle
después que jamás había existido ese viaje, que todo era inventado por mí.
Mencionaba también en
mis entradas un libro médico en el que se citaba al rabí Akiva ben Yosef. Añado
ahora que era el Samson Wright’s Applied
Physiology, un espléndido y universalmente famoso libro de fisiología.
Samson Wright era judío y había nacido en Pinsk, Bielorrusia, aunque llegó con
dos años de edad al Reino Unido. Fue profesor de la Universidad de Londres con
treintaiún años y un docente vocacional. Era sionista convencido y ayudó a
muchos científicos judíos que huían de los nazis. Su salud se afectó gravemente
al morir su esposa. Él murió de un infarto, en 1956. La sesión necrológica en
la Universidad “was attended
by the great and the good”, expresión inglesa equivalente a la crème de la crème francesa o la flor y nata española.
De lecturas y
conocimientos se nutre más bien la ficción. Mucho más que de los avatares
concretos de la vida del escritor. Quod
erat demonstrandum.
Magnífico artículo, pero no comparto su conclusión. Que las lecturas y los conocimientos influyan mucho más en la ficción literaria que los avatares del autor, me resulta una opinión bastante discutible. Además, ¿dónde queda la imaginación? ¿Y el talento?
ResponderEliminarJosé Siles Artés
La imaginación y el talento son, en cualquier caso, los responsables últimos, definitivos; nada es posible sin ellos. Mi opinión es que, en general, la lectura y los conocimientos actúan más poderosamente sobre aquellos que los hechos biográficos del autor. Los buenos libros que leo y las cosas que aprendo me sugieren muchos más temas para escribir que lo que me sucede cada día.
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