El grandullón
un poco llorica, que apareció un día en la tele, podría hasta conmovernos.
¡Cuánto ama a su país!, ¿no es enternecedor? Ocurre, sin embargo, que estos amores excesivos al terruño
son vanos y peligrosos. Detrás de todo eso, están los que lloran por haber
llegado a esta situación; los que abandonaron Cataluña, porque atisbaron pronto los
vientos (conozco casos); los que no entienden que haya que escoger entre ser
catalán y español; los que se cuidan con familiares y amigos de ser demasiado
explícitos en sus opiniones sobre el proceso soberanista; proceso que, afirman
de nuevo, sigue adelante.
Señor Mas, cada
noche, cuando se encuentre usted solo frente a sí mismo, tal vez se pregunte si
este embrollo era necesario, imprescindible; quizá se le desvele alguna duda o remordimiento.
Aunque no parece usted el tipo que se cuestione mucho sus convicciones, más
bien anda como muy seguro de todo. No escribo el adjetivo más apropiado a su
carácter, no porque pudiera ser injusto, sino por pura ‘urbanidad’. Se refiere
a la cualidad menos deseable en un hombre público y puede conducir a terribles
desastres. Hay ciertos héroes que, para sus pueblos, sería mejor no haberlos
tenido.
Lo que ustedes
quieren, lo único que de verdad quieren, no están dispuestos a conseguirlo
según los cauces legales establecidos, sino que quieren arrebatarlo con
ardides, aunque se puedan generar gravísimos problemas. Ojalá no haya que lamentar
desgracias mayores. Nunca les he oído hablar de soluciones federales o algo
parecido. Estas sólo las airea constantemente Pedro Sánchez, que da consejos
muy alquitarados. En un viaje del presidente Mitterrand a Madrid, alguien le
preguntó qué consejo había dado a Felipe González respecto a las elecciones y
aquel respondió: “Le he aconsejado que las gane”. Un entrenador de fútbol
también presumía de conocer la mejor táctica para ganar los partidos: meter más
goles que el contrario. Las ideas y propuestas del nuevo dirigente socialista
son muy parecidas.
¡Tanta energía
derrochada para alumbrar y afianzar el nacionalismo! Tantos esfuerzos para
instaurar el pensamiento único. Francis Fukuyama, autor de The end of history and the last man, escribe que “en el pensamiento
político, la endogamia lleva a la pérdida de sentido”. Dice también que “el control
de los medios de comunicación ha exacerbado el aislamiento de las visiones
políticas. La audiencia puede hoy escuchar solamente a medios de derechas o
medios de izquierdas que están sirviendo sus propios intereses, sin prestar
atención a quien piensa distinto. Eso impide la sana formación de una opinión
pública crítica”.
Todo esto,
cuando las condiciones sociales y económicas son sumamente difíciles y
críticas. Y cuando hay tantas nobles tareas que esperan ser resultas, de una
vez y con urgencia, por la humanidad entera. En la historia, el espectáculo de
masas realmente felices y enardecidas corresponde muchas veces a momentos en
los que se festeja el cese de una separación (caída del muro de Berlín, etc.).
En las celebraciones que promueven cualquier tipo de ruptura o discriminación,
se vislumbra, detrás de las fanfarrias, la sinrazón, la mediocridad y algo
inconcreto y tenebroso.
Puede haber una
psicopatología de los pueblos. Un escritor español, hoy casi olvidado, habló
del complejo de inferioridad de los españoles. Quizá se podría hablar de un
complejo de superioridad de los catalanes. Los medios de comunicación son
capaces de modular poderosamente la idea que ciertos grupos humanos tienen de
sí mismos.
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