Palabras clave (key words): Ferran Adrià,
Les Rocquevillard, Jean de Belleville.
En alguna de mis entradas quizá parecí algo crítico
respecto a la alianza de los placeres gastronómicos e intelectuales, que
postula y propugna Ferran Adrià. Nada más alejado de mis convicciones. De
hecho, reconozco que, entre dedicarse a desliar algunos pensamientos
enmarañados, tras ingerir una Delikatesse
del famoso chef, o hacerlo tras comer una buena fabada, hay diferencias
sustanciales: mucho más funcional y efectivo lo primero. Claro, se me puede
argüir, que también uno puede atacar resueltamente la fabada y dejar lo de
pensar para mejor ocasión, lo cual es perfectamente lícito.
Me refiero al tema, porque acabo de leer otro de esos
libros antiguos que me interesan por muchas razones, Les Rocquevillard, de Henry Bordeaux, 1906, encontrado en una
librería de viejo. Bordeaux, nacido en la Haute-Savoie, ejerció como abogado
durante toda su vida y fue elegido miembro de la Academia Francesa en 1919. No
es un libro como para recomendar ahora, aunque, como suele suceder en estos
casos, se encuentran en él detalles curiosos, difíciles de hallar en obras
modernas. El azar ha hecho que encuentre allí una referencia a un famoso
cocinero de principios del siglo XV, Jean de Belleville (no confundir con su
coetánea Jeanne de Belleville, la ‘tigresa bretona’).
En la novela, ambientada a finales del siglo XIX, un
noble, llamado M. de la Mortellerie, cuenta al protagonista —en realidad el
protagonismo recae en toda una familia— que, en la recepción que Amadeo VIII de
Savoya ofreció al emperador Segismundo el 14 de febrero de 1416, se dio un
banquete “dressé
par Jean de Belleville, l’inventeur du gâteau de Savoie. Les viandes étaient
dorées, chargées d’ornements et de banderoles aux armes des convives et chacun
recevait les mets qui lui étaient destines en portion simple, double ou triple
suivant son rang. Il faut manger, non pas selon son appétit, mais selon son
importance” (servido por Jean de Belleville,
inventor del pastel de Saboya. Las viandas eran doradas, cargadas de ornamentos
y banderolas con las armas de los comensales y cada uno recibía los platos que
le estaban destinados, en porción simple, doble o triple, según su rango. Hay
que comer, no según el apetito, sino según la importancia).
Estoy casi seguro de que algunas de estas ideas podrían
serle útiles al señor Adrià en sus happenings.
Cualquier especialista en heráldica, en un momento, puede informar sobre las
armas y banderas de los comensales y una rápida consulta al Who’s who permite conocer su categoría
de ministro, subsecretario o simple director general, para proceder en
consecuencia al repartir las porciones.
Quise saber más de este Masterchef del siglo XV. No fue
fácil, pero encontré un libro, publicado en Chambéry en 1861 y escrito por
Gabriel de Mortillet, Guide de l’étranger dans les
départements de la Savoie et la Haute-Savoie, con el siguiente texto: C'est dans le val de Belleville que
naquit Jean de Belleville, cuisinier du Comte-Vert, de 1348 à 1367, qui s'est
immortalisé en inventant le gâteau de Savoie
(Fue en el valle de Belleville donde nació Jean de Belleville, cocinero del
Conde Verde, de 1348 a 1367, que se inmortalizó por inventar el pastel de
Saboya). ¿Pudo servir este chef el banquete mencionado, en el año 1416, o hay
un error de Bordeaux o de Mortillet?
Lector, pretendía que esta entrada fuera breve y no lo
logro. Te gustará, como a mí, saber algo más del cocinero, del Conde Verde, la
receta del pastel de Saboya, la tigresa bretona, etc. Piensa que, tras el
banquete, Amadeo VIII fue hecho duque y luego antipapa. Todo te será desvelado,
si lees una próxima entrada que tendré que escribir.
(continuará)
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