Palabras clave (key words): cumpleaños de
Borges, Macedonio Fernández, Joaquín Soler.
Hoy, 24 de agosto de 2015 —lector, esto
aparecerá en el blog mañana—, Jorge Luis Borges cumpliría 116 años, una
longevidad extrema, pero no imposible para los seres humanos. Estoy seguro de
que a él no le habría gustado llegar a tan viejo. Al cumplir los ochenta y
cinco, ya decía que se ‘avergonzaba’ de haber llegado a esa edad, que estaba
abusando. Ha sido tan estudiado que no diré aquí una sola palabra sobre su literatura
y sólo dejaré constancia de que es uno de mis preferidísimos escritores, porque
adoba su obra con los inestimables dones de la inteligencia y la cultura. La
literatura puede, y en muchos casos debe, ser así. ¡Feliz cumpleaños, maestro!
Hay cosas que se pueden decir sólo cuando uno
es Borges. Entonces se puede mentir, se puede falsear la realidad, porque es
obvio que el lector entenderá, no se dejará engañar. Así, por ejemplo, cuando
dice: “A mí personalmente no me gusta lo que escribo. Me he resignado, pero eso
no quiere decir que lo apruebe”. Todo el mundo sabe cómo hay que interpretar
eso. Pero lo traigo aquí para hacer una breve reflexión:
Pienso que el escritor —cualquiera, por
insignificante que sea— cree en su obra, en su estilo, en su manera peculiar de
escribir. Uno quiere hacer algo bello y lo intenta con esfuerzo y lo mejor de
su arte y está convencido de que lo que escribe está bien, aunque, claro, puede
estar equivocado. Por ello reclama con urgencia el juicio imparcial de sus
lectores y de los críticos, para convencerse de que sus patrones estéticos son
los adecuados, de que está en el camino correcto. Lo cual es perfectamente
compatible con la conciencia de sus limitaciones, de que siempre habrá maestros
inalcanzables. Sólo en algún escritor mercenario es pensable que pueda producir
obras que no le satisfagan, por la imperiosa necesidad de cumplir compromisos
editoriales.
Leer a Borges siempre fue para mí una
verdadera fiesta, un paseo por el paraíso. Escucharle multiplicaba ese placer,
porque era un conversador excelente, con una finísima ironía, con muy sutil
retranca. Como Josep Pla, como Álvaro Cunqueiro. Todavía recuerdo la entrevista en TVE con
aquel magnífico periodista, Joaquín Soler, en su programa A fondo.
He visto a Borges otras veces. Me viene a la
memoria una entrevista en la que él contaba una conversación con el escritor
Macedonio Fernández —amigo íntimo, inteligentísimo, que lo impresionó más que
ningún otro, según confesó— y que ya mencioné en mi entrada del 14/12/2013, en
este blog. Estaban oyendo tangos y Borges le preguntó: “¿Por qué no nos
suicidamos para acabar con esta música?”. El entrevistador, también sagaz esta
vez, replicó: “Pero por fin no se suicidaron”. A lo que respondió Borges,
displicente: “No sé si nos suicidamos..., no me acuerdo”.
No recordaba. Hay muchas clases de muerte y
algunas son irreconocibles; de manera que puede uno llevar años embarcado en
una de estas defunciones silenciosas sin saberlo. Son vidas sin sorpresas, sin
esperanzas, sin felicidad. Sí, esa felicidad humana incompleta, frágil, sin la
que, a pesar de todo, es duro vivir. Una de las frases más repetidas de Borges
es ese lamento: “He cometido el peor pecado que uno puede cometer; no he sido
feliz”. Lector, estoy convencido de que era una pose, una ironía borgiana.
Bastaba mirar su cara, ya de ciego, para comprender que no era verdad. Una vez
dijo que se sentía más feliz de mayor que de joven. Los jóvenes pueden
permitirse ciertos lujos, añado yo. Y también dijo: “He observado que la
belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un
instante, en el paraíso. […] Uno debe ser feliz, no por uno mismo sino por las
personas que lo quieren”.
Citaba yo en mi entrada anterior una cierta
utopía: la posibilidad de un gobierno universal. A Borges le preguntaron una
vez si creía que se podría lograr alguna vez la integración latinoamericana y
respondió: “Y no solamente esa integración, sino la del planeta entero”. Se
sentía ciudadano del mundo y en verdad lo era.
No hay comentarios:
Publicar un comentario