Cada vez me
sorprende más Internet. O, si se quiere, el ancho mundo de los saberes, datos y
opiniones, que es ya casi lo mismo. Escribí ayer una entrada de este blog, con
el título Merrill M. Flood y el problema
catalán, en el que cuento el llamado ‘Dilema del prisionero’, de Flood y
Dresher, y añado algunas consideraciones sobre el actual problema catalán, que
no deja de preocuparme. Ambas cosas no están inmediatamente relacionadas, como
reconozco en mi escrito, y la unión de los dos temas está más bien traída por
los pelos.
El famoso
dilema lo había encontrado en un libro de Jean-Claude Carrière, Le Cercle des menteurs. Por otra parte, en otra entrada de mi blog, de hace
unos tres meses, De la memoria y la
inteligencia, prevenía yo sobre posibles plagios involuntarios: “uno puede estar plagiando sin darse
cuenta; corremos el riesgo de plagiar sin querer”.
Pues ocurre que, escribiendo en Google
‘Merril M Flood problema catalán’, para ver si estaba ya referenciada mi reciente
entrada, veo que lo está —aunque por ahora a través de otro blog intermedio en
el que se cita al mío—, y me encuentro algo mucho más sorprendente: hay un
título del año 2005, El dilema del
prisionero: un acercamiento al laberinto catalán, alojado en un blog que no
he podido, o sabido, seguir en fecha posterior. El contenido es completamente
diferente al mío, pero es curioso que a otra persona se le ocurriera, hace nueve
años, relacionar el célebre dilema con el problema catalán.
No hay plagio, claro, pero
empieza a resultar casi imposible decir algo que no haya sido dicho antes. Que
no se haya dicho y no haya sido recogido y grabado en la omnisciente red de
redes. Y esto no ha hecho más que empezar.
Sí, creo que más o menos así lo dijo T. S. Eliot: los que escribimos somos necesariamente herederos de nuestros ancestros literarios.
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