Lector, llevo ya
tiempo escribiendo de amores y literaturas y cumple hablar también de números,
de algoritmos, de lógica. Son temas interesantes y están cada vez más presentes
en la realidad. Vivimos en un entorno digital, en el que quizá algún día los
números constituyan la forma habitual de comunicación en muy diversas áreas.
Merrill M.
Flood fue un matemático estadounidense que, junto con Melvin Dresher, ideó en
el año 1950 un problema lógico, conocido más tarde como ‘Dilema del prisionero’,
que forma parte de la llamada teoría de juegos o, en un marco más amplio,
teoría de toma de decisiones. Me referiré sólo al problema y de la manera más
breve.
Un policía
detiene a dos sospechosos de robo, sin pruebas firmes, aunque los dos portaban revólver.
Les hace, por separado, sin que puedan comunicarse entre ellos, la siguiente
propuesta: Si confiesas contra tu cómplice, quedas libre y él será condenado a
diez años de prisión. Si él también confiesa contra ti, serán cinco años para cada
uno. Si ninguno confiesa, la condena es de seis meses de cárcel por tenencia
ilícita de armas.
Cada uno de los
detenidos decide acusar al cómplice, porque cree que es la estrategia más
segura. Piensa que si no lo hace, y el otro le acusa, puede ser condenado a
diez años. Acusándole, puede quedar incluso libre, si el otro no le acusa. En
el peor de los casos, si el otro también acusa, tendrá una pena reducida de
cinco años. Es, sin duda, la decisión menos arriesgada.
— Fray
Gerundio, fray Gerundio…
— Dime, hijo.
— No se le
habrá ido un poco la cabeza, si me permite decirlo. Porque, ¿qué tiene que ver todo
esto con el problema catalán?
— Pues mucho.
Ten un poco de paciencia, espera y no me interrumpas.
Lector, te
habrás dado cuenta de que la estrategia de confesar es la apropiada…, sólo
hasta cierto punto. Porque sería mucho mejor que ambos negaran el hecho y
fueran condenados a una pena única de seis meses de cárcel por tenencia de
armas. O sea, lo mejor sería no confesar, si uno confiara en que el otro va a
hacer lo mismo. ¿No es así? Por supuesto, aquí no se consideran los aspectos
morales del asunto.
— Fray
Gerundio, eso también está claro. Pero, perdóneme, ¿qué tiene que ver esto con
el problema catalán?
Lector, te contesto
a ti y a mi interlocutor invisible. Esta solución óptima, la de no confesar
ninguno de los dos, requiere que los dos hombres puedan hablar y comunicarse sinceramente
sus planes. O que cada uno confíe en la inteligencia, el buen sentido del otro.
Como reza el dicho: hablando se entiende la gente… y además se hacen amigos.
Comprendo que
la relación del problema lógico del ‘Dilema del prisionero’ con el contencioso catalán
no es nada inmediata. En realidad, esto último lo traigo aquí porque me tiene
bastante preocupado. La gente parece no contemplar ningún escenario excesivamente
pesimista y confiar en que todo se resolverá sin grandes estridencias. Yo
pienso que cuando en la solución de los problemas se involucra a los pueblos, a
las masas, nada está garantizado y se desatan procesos que se sabe cómo
empiezan pero no cómo acaban. Los ejemplos que estamos viendo ahora mismo en
Europa no son nada alentadores. En todo caso, haré constar, por si ayuda a justificar
el título de mi entrada, que Flood aplicó sus técnicas a la solución de problemas
públicos y del sector militar.
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