Hablé
brevemente en mi anterior entrada de Wikipedia.
Ahora diré algo sobre un complemento indispensable para la búsqueda de
información en Internet, sobre Google.
Los fundadores de Wikipedia eran treintañeros; los de Google, Larry Page y
Sergei Brin, no eran tan extremadamente viejos: nacieron los dos en 1973 y
tenían veintitrés años cuando la crearon, en marzo de 1996. Brin había nacido
en Rusia y llegó a USA cuando tenía seis años. Los dos eran estudiantes de
doctorado en la Stanford University, una universidad privada, cuyo porcentaje
de admisión es del 6.6 %; sólo uno de cada quince solicitantes ingresa. Está
situada en la bahía de San Francisco, a unos cincuenta kilómetros de esa ciudad
y muy cerca del Silicon Valley, uno de los corazones tecnológicos del mundo.
Analizar la
mecánica, el funcionamiento de Google es mucho más complejo que hacerlo con
Wikipedia. Larry Page estaba interesado en ver qué páginas web tenían vínculos
a otra página determinada, conducían o llevaban a esa página, mediante backlinks o inbound links. Le importaba no sólo el número de enlaces, sino
también su naturaleza o calidad. Desde el nacimiento de Internet, surgió
también lo que se llama Search engine
optimization (SEO), la
estrategia para lograr la mayor visibilidad posible de las páginas pertinentes,
para facilitar su localización por un sistema de rastreo, por un motor de
búsqueda. Google ha sido capaz de desarrollar el algoritmo más eficaz para la
visualización de las webs con contenidos de interés. Su objetivo está resumido
en su lema: Organizar la información mundial y hacerla universalmente accesible
y útil. El asunto es complejo y sugiero al lector que lo vaya desbrozando él mismo
en la red.
El nombre de ‘google’ viene de
un error en el deletreo de la palabra gougol. ¿Y qué es un gougol? Lector, te
lo contaré con un párrafo de un relato mío de hace ya años, El secuestro del sabio: Un matemático
americano de los años treinta del siglo pasado, Edward Kasner, estaba
trabajando con números enormes y pensó que sería conveniente tener un nombre
para la unidad seguida de cien ceros, una cifra difícil de concebir, en todo
caso. Se le ocurrió preguntarle a su sobrino, Milton Sirotta, que entonces
tenía nueve años, por un nombre y el chico inventó la palabra googol,
que ahora es aceptada por todos los matemáticos. Los científicos también tienen
su humor.
Resulta que hay un personaje de
tiras cómicas, creado en 1919, llamado Barney Google. Y un payaso de nombre
Google en una obra de Enid Blyton, de 1942, Circus
day again. Como tantas veces: Nihil
novum sub sole. La palabra ‘google’ ha sido ya admitida como verbo en el Merriam
Webster Collegiate Dictionary y el Oxford English Dictionary en el 2006, en el sentido de “usar el
motor de búsqueda Google para obtener información en Internet”. En España oigo
cada vez más lo de ‘guglear’.
Sergei Brin escribió algo con lo
que no puedo estar más de acuerdo: “knowledge is always good, and
certainly always better than ignorance” (el conocimiento siempre es bueno, y ciertamente siempre mejor que la
ignorancia). Sucede que el mundo, o alguna parte del mismo, puede estar a veces
en manos de ignorantes. Triste, ¿verdad?
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