7 de noviembre de 2014

Sobre la dificultad de los idiomas (fin)


Leo en alguna parte que una determinada actuación fue el ‘clou de la velada’. La palabra en cursiva es francesa y significa clavo. Por el contexto se entiende el sentido de la expresión, pero busco en el oportuno diccionario y encuentro la expresión le clou du spectacle, con el sentido de atracción principal de un evento. Y también: clouer le bec à quelqu’un, cerrarle el pico a  alguien. Clouer quelqu’un au pilori, poner a alguien en la picota. Ma montre est au clou, mi reloj está empeñado. Être maigre comme un clou, estar delgado como un palillo. Ne pas valoir un clou, no valer un pito. Et cetera.

Encuentro igualmente, en una obra de Pierre Daninos, la expresión entre la poire et le fromage. Quiere decir, literalmente, entre la pera y el queso y alude a un tiempo relajado, para tratar cualquier tema con calma, sin prisas. El tiempo entre el postre y lo que he oído llamar a veces, en español, ‘repostre’ (no registrada en el DRAE).

En el mismo libro encuentro la palabra sueca, Valborgsmässoafton. El sueco está fuera de mi horizonte lingüístico, pero me llamó la atención la enorme palabra. Designa una festividad similar a la Walpurgisnacht alemana. Ambas derivan de una fiesta celta, que marcaba el inicio del verano pastoral y la marcha de los ganados a los prados de montaña. Es la noche del treinta de abril al uno de mayo —para algunos, el cumpleaños de Satanás—y en algunos lugares se asocia a prácticas de brujería, por lo que se la conoció como noche de las brujas. Los romanos consagraban el mes de mayo a los antepasados y pensaban que estos podían aparecer entre los vivos. Recomendaban no casarse en ese mes, porque podía uno matrimoniar con una persona del otro mundo. Bueno, pues a lo mejor no resultaban peores, digo yo.

Tantas palabras, tantos giros, tantos idiomas. Escribo todo esto, no para mostrar cierto manejo de lenguas, sino justamente para lo contrario. Es casi imposible dominar perfectamente un lenguaje no materno, salvo quizá si se aprende muy tempranamente. La multiplicidad de lenguas —hay más de siete mil en el mundo— siempre me ha parecido un castigo, aunque cada una tenga su gracia y su belleza. No digamos si se emplean para justificar o fomentar diferencias, odios o exclusiones.

Tal vez he aburrido un poco, pero quería compartir estas ideas. Seguramente nos pasa a todos los que escribimos un blog: creemos que tenemos cosas que decir. Ocurre, sin embargo, que nos podemos pasar la vida entera muy equivocados con nosotros mismos. Creyéndonos guapos, listos, que escribimos bien… Por eso conviene recordar que la modestia no estorba nunca.

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