Palabras clave (key words): Azar, Letourneur, Edward
Young, Voltaire
Lector, el azar irrumpe con frecuencia en nuestras vidas
y el mundo está lleno de casualidades. Pensé hablar de las rosas en la
literatura, porque encontré un par de citas en Paul Bourget. Luego, por no sé
qué motivo, leí algo de El amor en los
tiempos del cólera y no pude parar, hasta leerla entera por tercera vez.
Hay rosas en ella y ya las mostré. Ahora leo, en la página 168, que el doctor
Juvenal Urbino pidió a su librero de París “las obras de los escritores más
leídos, entre ellos Anatole France y Pierre Loti, y de los que más le gustaban,
entre ellos Remy de Gourmont y Paul Bourget”. A Anatole France lo cité en este blog el 3 de
enero y a Gourmont el 4 de mayo del año pasado.
Coincidencias, ¿verdad? Aunque también podría tratarse de
lo que vio Heráclito de Éfeso, aquello de que “los
que están despiertos habitan un mismo mundo; en cambio, los que duermen, viven
cada uno en el suyo”. O sea, que el doctor
Urbino y yo tenemos gustos comunes, quizá porque estamos despiertos. Como,
seguramente, lo estaba el propio García Márquez. Otra cosa es el fruto que cada
uno saque de su estar despierto. Eso es otra cosa y no es culpa de nadie. Yo
hice lo que pude, feci quod potui.
Esta entrada final va a ser un descanso de tanta rosa.
Mencioné a Letourneur, traductor de Shakespeare al francés en el XVIII, y como
conoció detalles del encuentro entre Edward Young y Voltaire, y me apetece
hablar algo de esto, me permitiré una breve desviación en mi tema.
Letourneur, en efecto, tradujo la obra Night Thoughts, de Young, 1742, en la
que un viajero solitario reflexiona en un camposanto. Cualquier sitio es bueno, ¿no? Young fue uno de los
llamados ‘poetas de cementerio’, considerados prerrománticos y antecesores del
género gótico, cuya primera obra, en opinión de muchos, fue Castillo de Otranto (1764), del inglés
Horace Walpole (1717-1797). Pues bien, Letourneur refiere lo que le espetó
Young a Voltaire: You are so witty,
profligate and thin, / at once we think thee Milton, Death and Sin (usted es tan ingenioso, disipado y fino, que
inmediatamente le vemos como a Satán, la Muerte y el Pecado). Son tres
personajes alegóricos del Paraíso perdido,
de John Milton, al que Voltaire criticó duramente en presencia del irritado
Young, durante la estancia del francés en Inglaterra.
Voltaire estaba en
Londres cuando murió Sir Isaac Newton, el 27 de marzo de 1727. En su entierro,
en Westminster Abbey, llevaron el féretro el Lord Canciller, los duques de
Montrose and Roxburgh y los condes de Pembroke, Sussex and Macclesfield, todos
miembros de la Royal Society, cuyo presidente había sido Newton, y Voltaire fue un espectador más. Poca de aquella gente había leído los trabajos de
Newton, pero su nombre era reverenciado y la nación entera se sumió en duelo.
Me sigo apartando
del tema, para descansar un poco de tanta rosa, y por hablar un poco de ese
poliédrico Voltaire, que en su retiro de Ferney vivió uno de los períodos más
activos de su vida. Dueño allí de una granja, quiso convertirla en un modelo de
organización, pero no pudo con las rencillas locales y hasta hubo de
presentarse ante la justicia por haber golpeado a uno de los trabajadores.
Restauró la iglesia e hizo esculpir en su fachada la inscripción Deo erexit Voltaire (para Dios la erigió
Voltaire). El escurridizo ateo o agnóstico erigiendo un templo a Dios.
Vuelvo ya a las
rosas; recientes, de hace unas horas. Me llega un mensaje, por lo del ataque a
la revista francesa Charlie Hebdo,
con un cuadro de una gentil pintora, al que acompaña una leyenda: “Podrán cortar todas las rosas,
pero la primavera llegará puntualmente”. Siempre las rosas. No sé si
se trata de una cita nueva o una alteración de la de Neruda: “Podrán cortar
todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. Qué más da.
Última entrada de
citas. En la próxima hablaré algo sobre la metodología seguida.
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