Palabras clave (key words): santos en Italia, Franco
Sacchetti, sobre el pasado, Úbeda.
Tengo que hablar más de Maledetti Toscani; no puedo dejar de hacerlo y estamos en las de
siempre. Me fijaré especialmente en aquellos temas que serían trasladables a
nuestro país y en aquellas vivencias que son similares a las mías.
Distingue Malaparte entre los santos de Umbria y los de
Toscana: È
certo una vita difficile, quella dei Santi in Umbria, tanto difficile quanto è
facile quella dei Santi in Toscana. Porque los santos en la Toscana, explica, se cuidan de
no exagerar y hacen milagros que parecen verdaderos, que todos los pueden
hacer, o creen que los pueden hacer, milagros de todos los días. En cambio, los
santos en la Umbria hacen milagros de esos que parecen falsos, “tanto son
pallottolosi, arzigolati e riccioluti”
(aquí sí traduzco, sin extrema exactitud: peloteros, extravagantes y
ensortijados), como si se las dieran de que sólo ellos son capaces de hacerlos.
En Toscana los milagros no los hacen los santos, que no los saben hacer, sino
hombres como Giotto, Arnolfo, Massacio, Donatello, Brunelleschi, Michelangelo… Son miracoli da
uomini, voglio dir da toscani.
Es arriesgado ser santo en Italia. En las fiestas, prosigue
Malaparte, con el calor y el vino, algunos cofrades se calientan de manera que,
si algo sale mal, la emprenden a bastonazos con el santo. Porque los sacan para
que llueva, traen la lluvia y resulta que ellos han olvidado los paraguas en
casa. O los escopetean, porque llueve demasiado cuando el grano está ya maduro.
O porque la cerda ha muerto, o porque no hay pesca en el río. En Nápoles, si la
sangre de su San Genaro no se licúa bien y pronto, lo insultan, le llaman
cornudo, le tiran los zapatos a la cara. Todo está exagerado, lector, en clave
de humor. Historias, bromas, parecidas se cuentan en España.
Cuando Malaparte habla de Prato, donde nació, las
añoranzas lo embargan y afirma que todo es gentil allí, todo es antiguo y
nuevo. Hay una serenidad ática en el aire. No hay nadie en el mundo que sea más
griego que un toscano, más ateniense que un florentino. En la Toscana vive
todavía aquel noble espíritu de libertad que floreció en Grecia. Franco
Sacchetti, un florentino del siglo XIV, autor de Il trecentonovelle, colección de relatos inspirada en Giovanni Boccaccio, quizá también florentino, se enfrentó al mundo “porque
quería ser libre como una mariposa”.
Muchos de estos sentimientos son análogos a los míos, que
escribí, hace tiempo: “Revivo mi niñez en Úbeda, esa joya renacentista, y la
veo como un trozo verdadero del Ática, preservado por el designio de algún dios
benévolo. Siempre la he sentido así, un vestigio olvidado y anacrónico de la
Grecia clásica”. Un médico de allí, Pascual Iniesta, a quien traté algo en
Madrid, poco antes de que muriera, escribió unos hermosos versos —se refieren a
Úbeda y Baeza—, que reflejan el mismo sentir: “Eran las dos hermanas, dos ciudades
antiguas, / dos acrópolis clásicas, dos custodias en alto”. Ese ambiente ha de influir en sus habitantes, no se
crece impunemente entre tanta belleza.
También recuerda Malaparte el pasado desvanecido en Prato,
los ruidos de los telares antiguos, el batir de los martillos sobre los
calderos, el silbido de los trenes en la vieja estación, los olores de
entonces, el más glorioso de sus mendigos, Bernocchino...
De Úbeda, yo también recuerdo un mundo que se esfumó para
siempre. Estaba poblado por seres absolutamente grandiosos y, sin embargo,
exquisitos y benéficos. Hacían o reparaban zapatos, trabajaban la hojalata, el
esparto, las pieles o el barro y de sus manos salían, como por arte de magia,
todas las cosas necesarias para vivir. Los veíamos al asomarnos a sus talleres
o directamente desde la calle. No menciono sus nombres, pero los tengo bien
guardados en mi memoria, en mi corazón.
He de dejarlo ya. Todo empezó por un anuncio quizá algo
gracioso y derivó a lo de las ideas fuerza y a las creencias que influyeron
notoriamente en mi vida. Hablaré pronto
de todo eso, que no lo he olvidado. Un peculiar, no muy conocido, Malaparte me entretuvo.
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