Palabras clave (key words): Alfred Fouillée, ideas
fuerza, Weltanschauung, Ortega.
Lo de las ideas fuerza, término que estaba mucho más en
el ambiente intelectual de mi juventud que ahora, viene de un filósofo francés,
Alfred Fouillée (1838-1912), creador del concepto. En esencia —no hacen falta
muchas complicaciones—, desarrolla la noción de que algunas ideas no son meras
representaciones pasivas del mundo, de la realidad, sino que están dotadas de
una cierta fuerza o energía, que nos impulsa a conducirnos de una determinada manera.
Tienen la potencialidad de convertirse en factores activos, dinamógenos, y
condicionar nuestras actuaciones en la vida real.
Que la ideas sean capaces de influir en nuestra manera de
percibir la realidad, eso que en alemán se designa como Weltanschauung, parece poco discutible. Esta palabra, atribuida a
Wilhelm von Humboldt, aunque fue usada antes por Kant y Hegel, sigue siendo frecuente
en los textos ensayísticos y goza de buena salud. Sin precisiones innecesarias,
podría reservarse la calificación de ideas fuerza para aquellas que, dotadas de
una potencialidad activa, influyen especial y
necesariamente en nuestras acciones y en nuestra manera de actuar en el
mundo.
Todo puede complicarse —y los filósofos son gente bien dotada
para esta tarea—, pero aun así, parece claro que la idea de que el cuadrado de
la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos ha de influir menos, en
nuestra actitud vital global, que la idea de que hemos de morir ineludiblemente.
Sin olvidar la importancia de la primera idea para ciertas tareas; como, por
ejemplo, calcular el tamaño de una viga para una construcción.
Las ideas fuerza resultan determinantes para que una
conducta se establezca o una acción progrese. Están dotadas, en el conjunto de
nuestro psiquismo, de una especial trascendencia por su influencia en nuestro
pensar y obrar. Otra vez, Ortega arroja luz en el tema, con terminología
distinta. Habla él de ideas y creencias, siendo estas últimas
convicciones que nos permiten actuar y manejarnos en el mundo.
Cuando Ortega analiza la diferencia entre las dos
entidades, insiste en la diferente significación que tienen para la persona.
Las creencias operan desde lo más profundo de nuestra mente, contamos con ellas
cuando pensamos, porque son los
supuestos básicos de nuestras argumentaciones, y también cuando actuamos,
porque son los supuestos básicos de nuestra conducta. Las creencias constituyen
la base de nuestra vida, en ellas “vivimos,
nos movemos y somos”. Sin embargo, Ortega no
olvida señalar su pluralidad: no son sólo religiosas, sino científicas, filosóficas,
vitales… Se alojan en nuestra mente como se instalan en nuestra voluntad
ciertas inclinaciones. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende
de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas.
En relación con todo esto, yo querría contar, de la
manera más sincera, algunas de las ideas (ideas fuerza, creencias) que
influyeron notoriamente en mi vida. Se trata de cosas en las que creí, en las
que creo, y que me hicieron intentar vivir de una cierta manera. Luego la
realidad se encargó de embridarme bien y obligarme a seguir las pautas de
comportamiento social imperantes, como ocurre casi siempre. Aun así, quedó el
intento, la moderada y manejable rebeldía, la afirmación personal más o menos
domeñada con el paso de los años. Contaré sólo algunas de estas ideas, de estos
credos, en mi próxima entrada.
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