Palabras clave (key words): un
pequeño laboratorio en el Veterans Hospital del Bronx.
He hablado de Rosalyn Yalow y Solomon Berson y dije que
fueron científicos excelsos; eso lo sabe ya todo el mundo. Eran, además, de los
que a mí me gustan más. Trabajaban en un pequeño equipo, sin apenas ayudas, sin
grandes grants o fondos para investigación,
con relativa calma, en un ambiente extraordinariamente grato, en un hospital no
volcado especialmente a la investigación. Ros Yalow lo cuenta: “Ni Sol (Solomon)
ni yo tuvimos un aprendizaje postdoctoral en investigación. Aprendimos y nos
corregimos el uno al otro y éramos críticos muy severos con nosotros mismos”.
Berson estuvo en el Veterans de Bronx de 1950 a 1968,
cuando marchó a la recién fundada Mount Sinai School of Medicine. En abril de
1972 fue elegido miembro de la National Academy of Sciences (NAS) y ese mismo
mes murió de un infarto masivo. Yalow quiso que su servicio en el hospital llevara
su nombre. La vida no se detuvo —no lo hace nunca— y de 1972 a 1976 el laboratorio
publicó sesenta artículos. Yalow ingresó en la NAS en 1975 y fue premio Nobel
en 1977. Se jubiló en 1991 y murió en el 2011.
En mis años de Nueva York, percibí lo que creo que es un
rasgo típico de muchos científicos americanos: la espontaneidad y confianza en
sus relaciones, estrechas en muchos casos, utilizando entre ellos los nombres
familiares, etc. En 1947 Yalow conoció a Gioacchino Failla, nacido en Italia y un
personaje entre los físicos médicos americanos. Tras charlar un rato,
Failla telefoneó: “Bernie, si quieres
montar un servicio de radioisótopos, tengo alguien aquí a quien tienes que
contratar”. Así, sin más. Bernie era Bernard Roswith, Jefe de Radioterapia
del Veterans de Bronx. Así se hizo.
Berson y Yalow tenían una dedicación llena de afecto
hacia sus colaboradores. Sigue Ros: “Todos
estos años, Sol y yo, hemos disfrutado del tiempo dedicado a los ‘hijos
profesionales’ que se formaban en el laboratorio. Tratamos de que aprendieran,
no sólo nuestras técnicas, sino nuestra filosofía”. En los primeros años sesenta,
dos de ellos, médicos, fueron Jesse Roth y Seymour Glick. El cuarteto Yalow,
Berson, Roth y Glick firmó un buen número de trabajos entonces. Más tarde Roth
fue uno de los pioneros en el naciente campo de los receptores celulares de
superficie, en los National Institutes of Health (NIH) y Glick marchó al
Maimonides Medical Center.
Roth trabajó con Berson porque lo recomendó el profesor
Irving London. Berson llamó a Roth y le dijo: “He recibido una carta del doctor London y me dice que debo contratarle.
Ya está contratado”. Dr. Glick llegó recomendado por el doctor Goldman.
Advierto de que se trata de recomendaciones ‘americanas’, muy diferentes de las
españolas. Como las cartas de recomendación, que son muy tenidas en cuenta.
Allí, en general, se recomienda al que vale, no al sobrino, etc.
Roth cuenta que eran tratados like Pharaoh’s children (como hijos del faraón). El espacio era tan reducido que
había que disputarlo a veces. Una mañana Glick y él llegaron a trabajar a las 5.30 y
los jefes llegaron a las 6.30 y todo estaba ocupado por nuestras cosas, cuenta
con humor. En un congreso, Glick presentó un trabajo común que tuvo un gran
éxito. Muchos congresistas felicitaban a Berson: “Oh, Sol, qué gran trabajo has hecho”. “No, no, the boys did that” (No,
no, han sido los chicos), repetía él.
¡Qué delicia habría sido trabajar con ellos! Bueno, aún me
quedaba Seymour Glick, en el Maimonides. Me reprocho no haber ido nunca, como
en peregrinación, a visitar el pequeño laboratorio del Veterans y tratar de
lustrarle los zapatos a alguien, al que se dejara. Habría sido fácil; un buen amigo mío, Ben
Hadar, trabajaba allí como radiólogo. No lo hice, me lo perdí, como tantas
cosas. Podría contar muchas más anécdotas, pero hay que parar. Enseguida
hablaré de mi llegada al Maimonides y de Adrian Kantrowitz. No me pierdo,
lector; sigo el hilo. Porque el hilo existe, créeme; me gusta enredarlo, enmarañarlo.
(continuará)
Rosalyn S. Yalow
Solomon A. Berson
No hay comentarios:
Publicar un comentario