Palabras clave (key words): país mediocre,
televisión, escuela, políticos, hábitos.
¿Cómo calificar esa sociedad que lo exige todo y no
parece dispuesta a aceptar los ineludibles deberes? Un inteligente humorista
español, Forges, ha escogido el término mediocre y dice que “España se ha convertido
en un país mediocre”. Se podrían utilizar adjetivos más duros, pero este ya lo
es bastante. Me fijaré en el principio de la frase: se ha convertido. Implica
que ha habido una transformación, que antes no éramos así. Creo que no hemos
sido así durante una buena parte de nuestra historia, pero dejo esto a los historiadores.
No éramos así en mi juventud, hace unas décadas.
Soy consciente de que podría empezar aquí una serie de ‘batallitas
del abuelo’; aun así, lo voy a hacer. Empiezo admitiendo que, en esa juventud
mía a la que me refiero, tampoco todo era perfecto y muchos de los males actuales
ya estaban allí, incubándose. Pero asistimos ahora a su eclosión, a su auge. Hasta,
si me apuran mucho, a la revelación sin tapujos de lo que ya existía, pero estaba
oculto.
La televisión es la culpable, de nada y de todo. De nada,
porque se limita a ofrecer los programas que parecen entusiasmar al público. De
todo, porque no se advierte en ella ningún impulso serio por modificar el
estado de cosas. Uno se pregunta, por poner un ejemplo, cómo se puede extasiar
alguien viendo cocinar un soufflé o
cualquier otro alimento. Y no entiende que los niños sueñen con ser chefs.
Ya en las escuelas empiezan las liviandades y blandezas.
Se descartan las labores pesadas, se privilegian las leves y se recargan tareas
deportivas, gimnasio, etc. En la universidad las cosas no van mejor, según informes
de todo tipo. Al menestral que logra que su hijo vaya a la universidad, el
nivel de educación español le parecerá inmejorable. No es así, aunque ya es
bueno que los hijos de los menos favorecidos estudien.
De los políticos no hay ni que hablar, si bien defiendo
que son una muestra, poco sesgada, de la población general. Las campañas son colecciones
de insultos. Los nuevos políticos no son mejores. Veo el currículum de uno de
ellos: está hecho para deslumbrar y enmarañar. Se dice en él que lee, escribe y
habla correctamente cierto idioma y vimos en TV una pequeña muestra, que mejor no
comentar. De otro idioma, afirma que lo lee bien y lo escribe correctamente, lo
que no es entendible. Por no hablar de sus avíos, de sus modos, de su imagen. Los
separatismos, no me hacen gracia, pero es que algunos de sus apóstoles parecen
salidos directamente del villorrio. Otra dirigente política dice que cumplirá
las leyes, si le parecen bien y está de humor. Lector, ¿les comprarías un coche
de segunda mano? Esa pregunta se la hacen en algunos países al ir a votar.
Dos políticos han cenado juntos. Los asesores de imagen están
en todo y se sabe lo que tomaron: ensalada a compartir y, uno de ellos, una
tortilla francesa (eso comía, dicen, Adolfo Suárez). El manual más elemental
recomienda comidas así para este tipo de reuniones —hasta se sugiere comer
antes, a solas—. ¡Todo tan artificial, tan antiguo! ¿Quién pagó la cena?
Lector, con un poco de mala suerte, la pagaremos los españoles.
No son sólo los políticos. Aquí la brillantez produce
repelús, lleva al aislamiento. Un jefe mediocre se rodeará, fatalmente, de
colaboradores peor dotados aún y eludirá a los mejor preparados. En Argentina,
al nombrar ministro del ejército a un oficial, los de rango superior pasan
automáticamente a la reserva. Pues igual en otras áreas.
Los hábitos de nuestra sociedad dejan mucho que desear. La
necesidad imperiosa de los jóvenes de divertirse sin mesura, recurriendo al
alcohol, las drogas, etc., en fines de semana que empiezan ya el jueves; no era
así en mi juventud. Leo que España está a la cabeza de Europa en el consumo de
cannabis y cocaína y con muy pobres índices en fracaso escolar, lectura,
comprensión de textos, entendimiento de las matemáticas. El consumismo
implacable, los malos modales, el vandalismo en el mobiliario urbano, el
atontarse con la música, los festivales, los deportes, los juegos, los móviles…
Algo está fallando gravemente en la sociedad entera.
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