28 de enero de 2014

260 años de Serendipity


En mi anterior entrada, dedicada a Charles Howard Hinton, adelantaba el título de la presente, Serendipity, término inglés que se refiere al descubrimiento casual de algo sin pretenderlo, sin buscarlo. Pues, el azar —tantas veces el azar— hace que hoy, 28 de enero, se cumplan exactamente 260 años de la acuñación del vocablo por Horacio Walpole, en una carta a Horacio Mann, en 1754. Y de otro Horacio, Quinto  Horacio Flaco, hablaré para justificar lo de serendipity. Porque, indagando lo del ‘pasado modificable’ de Hinton, había llegado yo, sin proponérmelo, al ‘pasado inmodificable’, a la aserción del poeta latino de que el pasado es inmutable, inalterable. Como si dijéramos, que no hay Dios que lo modifique.

Yo había escrito en esa entrada que “para Dios no existe el azar, todo es presente, y sabe lo que va a ocurrir en el futuro o lo que ocurrió en el pasado”. Horacio, en la oda XXIX del libro III, dedicada a Mecenas, hace ver que, sin embargo, no puede alterar el pasado. Copio aquí lo pertinente: Sólo vive feliz y dueño de sí aquel que puede decir cada día: ‘He vivido’. Mañana, ya cubra Júpiter el cielo de negros nubarrones, ya brille el sol resplandeciente, no conseguirá que lo pasado no haya pasado, ni borrar ni destruir lo que trajo una vez el curso fugitivo de las horas. O sea que, incluso para un Dios hay cosas imposibles. Resumiendo mucho, aquello que cita Borges de Hinton sobre el pasado modificable, no es posible, no puede ser.

Ocurre, no obstante, que hay diversas maneras de mirar al pasado. Volviendo a Borges, en su trabajo Kafka y sus precursores, incluido en Otras inquisiciones (1952), asegura que cada escritor crea sus precursores. Su labor “modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro”. Contemplado desde esta ángulo, sí se puede considerar que el pasado, nuestra idea del pasado, cambia. Y entonces quizá quepa preguntar, en muchos casos: ¿qué es el pasado sino nuestra percepción del pasado? Si cambia lo uno, cambia lo otro. Eso es lo que hacen los autores de novela histórica, tan en boga ahora, con diversa fortuna: modificar, embellecer, explicar, borrar el pasado, crearlo de nuevo, revivirlo.

Recordando lo que uno ha ido escribiendo, me fijo en un fragmento de un relato mío, Marina / Deneb, en el que la misteriosa protagonista (una mujer que son dos)  cuenta y argumenta que el pasado se puede revisitar: “La juventud es un estado al que se puede retornar a veces, si uno lo quiere intensamente. En uno de los últimos diálogos platónicos se narra que los Hijos de la Tierra o Autóctonos, sometidos a una rotación inversa del cosmos, pasaron de la vejez a la madurez, de la madurez a la juventud y la niñez, y de la niñez a la desaparición y la nada”. No hace falta señalar que la protagonista había leído al ubicuo Borges.

También hay una obra de teatro, del francés Armand Salacrou (Sens Interdit), en la que los personajes nacen viejos y viven hacia atrás, hacia la juventud. Esto podría tener sus ventajas. Pienso que tal vez lo mejor sería una vida que fuera como un camino de ida y vuelta: madurar, sin llegar a una vejez extrema e incómoda, y luego rejuvenecer. Sin repetirse las cosas, claro —lo bailado, bailado—. O repitiendo lo que uno quisiera. En fin, todo podría ser, todo podría haber sido, de otra manera. Los gnósticos pensaron que la creación fue un error, la obra de una divinidad inferior, de un Demiurgo que se envaneció y se creyó Dios.

En realidad, a mí me cuesta trabajo pensar en un Dios que no pueda modificar el pasado, que no pueda realizar cualquier cosa imaginable. Si pienso en un Dios —no es algo en lo que me demore excesivamente—, no sé hacerlo de otra manera. Por ello deduzco que Horacio muy probablemente se equivocó. En mi próxima entrada hablaré de los otros Horacios, los de 1754, y del nacimiento de la palabra serendipity (en español, podría traducirse como serendipia), precisamente un día como hoy, hace 260 años. Y de un delicioso cuento relacionado con la invención: Los tres príncipes de Serendip. Lector, hasta pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario