Escribí en mi entrada anterior que la Tierra giraba como un trompo que
estuviera parándose. No era el momento de andar con disquisiciones y admití sin
más lo del movimiento de nuestro planeta. Ahora, lector, te confiaré mis dudas,
que ya expresé al empezar este blog. Copiaré lo que decía en la segunda entrada
del mismo: “Te contaré mis fundadas razones para defender la inmovilidad de la
Tierra, frente a tantas suposiciones erróneas”. Pues ha llegado el momento.
Las gentes son muy crédulas y se dejan llevar por la corriente, sin
ocuparse ni poco ni mucho en pensar. Si les dicen que los niños vienen de París
o les cuentan maravillas sobre los Reyes Magos, se lo creen a pies juntillas y
no se les ocurre disentir durante años. Alguna cambió de opinión sólo al notar
que estaba embarazada.
La Tierra se mueve, dicen todos. Y te pregunto yo, lector, ¿notas tú que
se mueva? ¡Anda que no se nota cuando se mueve una cosa! Recuerda cualquier
viaje en coche, en tren, en barco… ¿Sientes tú algo parecido, fuera o dentro de
casa? Y, según afirman, la Tierra no para ni un momento, aunque estés
tranquilamente en tu cama. ¿Tiene eso sentido, se puede sostener que estemos tan en
continuo movimiento?
Algo de números, que ya sabes que me gustan. En una latitud de 40º, el
paralelo tiene una longitud de unos 30.640 km (40.000 km, que es la
circunferencia ecuatorial, por 0,766, que es el coseno de 40º). Cualquiera en
esa latitud, y sólo por la rotación de la Tierra, se movería ya a una velocidad
de casi 1.300 km/h. Eso no es nada, hay aviones que van más rápidos. Pero, por
el movimiento de nuestro planeta alrededor del Sol y asumiendo una órbita elíptica
no muy excéntrica, hay que sumar a esta velocidad otra de unos 107.000 km/h.
Eso ya es bastante más. Además, resulta que nuestro sistema solar entero gira
alrededor del centro de nuestra galaxia, que está a unos 28.000 años luz en la
dirección de Sagitario, tardando unos 240 millones en una vuelta (hemos dado ya
unas veinte desde el nacimiento del Sol). Haced las cuentas de este último
movimiento o consultad una enciclopedia: la Britannica señala una velocidad de
792.000 km/h. En total, unos 900.000 km/h.
La Tierra tiene otros movimientos, pero añaden muy poco a los cálculos
anteriores: el de precesión de los equinoccios, el de nutación y el conocido
como bamboleo de Chandler, de los que no diré nada más. Hay que contar, ese sí,
el debido a la expansión general del Universo, mucho más difícil de cuantificar.
En resumen, sin considerar el último, nos desplazamos todos a una velocidad
próxima al millón de km/h. Lector amigo, ¿te lo crees tú?
El astrónomo Ismaël Boilliau, autor de la Astronomia Philolaïca, en 1645, la obra más importante entre Kepler
y Newton, aún defendía el movimiento de la Tierra, porque no era creído por
mucha gente, incluso astrónomos. Esto, un siglo después de la
publicación de De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las
revoluciones de las esferas celestes), de Copérnico, cuyas ideas circularon
antes en su opúsculo De hypothesibus motuum coelestium a se constitutis
commentariolus, no editado hasta 1877. En mi ya citado relato De la Fortuna y el Tiempo, sugiero con
fundamento que Carlos V tenía ese manuscrito en Yuste y se lo regaló a Juanelo
Turriano al morir.
Hasta los astrónomos de mediados del siglo XVII desconfiaban. Como
sigue ocurriendo ahora, entre las gentes con sentido común, que cada vez somos
menos. La Tierra se mueve... ¿Por qué, desde cuándo? Yo no la veo moverse y
tampoco noto ningún movimiento. Pues, entonces. Si eso se le había ocurrido ya
a un griego, un tal Aristarco de Samos (310 – 230 a. C.), según contó
Arquímedes, y nadie le hizo caso en aquellos tiempos dorados. Los pitagóricos
parece que sí lo creían, pero eran tipos bastante extraños, que no comían
carne ni habas, ni usaban prendas de lana, etc. Pasaron luego unos dos mil años y
nadie se acordaba de todo eso, porque las gentes de entonces tenían más sesera
y no creían las cosas tan fácilmente como ahora, que parecemos bobos y nos
tienen como atontados con la televisión, que es la que tiene la culpa de todo.
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