25 de marzo de 2014

De guerras y héroes


Sólo para atar cabos: era imposible mencionar, en tres cortas entradas de un blog, las infinitas formas de la violencia. Tampoco era mi propósito, la violencia ha sido un Leitmotiv, un hilo conductor, para mostrar historias o textos que me parecieron curiosos. Ni mencioné la llamada, con más o menos fortuna, violencia de género. Ni hablé tampoco de la guerra, su forma más intensa y obvia, aunque no la más vesánica, porque la propia estructura y disciplina de los ejércitos impone quizá una cierta disciplina en el desarrollo de las acciones bélicas. Sin llegar siempre a lo que se cuenta de la batalla de Fontenoy, del once de mayo del año 1745. Lo escribió Voltaire, en su Précis du siècle de Louis XV y algún documento parece corroborarlo; otros no. Daré su versión:

Cuando las tropas francesas se encontraron con las inglesas, sus respectivos capitanes, el conde de Anteroche y Milord Charles Hay, se saludaron educadamente, quitándose sus sombreros. El inglés invitó a los franceses a disparar primero, Messieurs des Gardes Françaises, tirez, a lo que estos respondieron, Messieurs, nous ne tirons jamais les premiers: tirez vous-mêmes. Los ingleses abrieron fuego y masacraron las primeras líneas francesas, aunque luego perdieron la batalla. ¡Qué cortesías, cuánta fineza! Existe, sin embargo, una carta anónima que refiere el hecho al revés: los ingleses invitan y los franceses disparan primero. Por cierto, el mariscal de Saxe, en notas tomadas en 1732, antes de Fontenoy, para sus Rêveries, afirma que quizá no sea una buena cosa disparar primero: un bataillon qui s’est amusé à tirer sera désavantagé par rapport à celui qui a conservé son feu. Le temps pris pour recharger les armes et pour laisser se dissiper la fumée peut en effet être mis à profit (un batallón que empieza a disparar, estará en desventaja frente al que retiene su fuego, que puede aprovecharse más tarde del tiempo necesario para que recarguen las armas y se disipe el humo).

O sea, que tal vez sea mejor esperar. Lector, aquí no sabría qué aconsejarte. Trata de no ir a ninguna guerra, si está en tu mano. En caso de duelo —esa maravillosa creación de la inteligencia humana, fruto de su confianza en la justicia divina; esa auténtica ordalía, ese canto al honor y la bravura, desgraciadamente en desuso— la situación es distinta: dispara lo antes que puedas.

Violencia por doquier: en la guerra, en la paz, en las grandes ciudades, en los pueblos pequeños, de los jóvenes, de los viejos, de los locos, de los cuerdos, terrorista… Violencia de hoy y de siempre, eterna. No quiero olvidar una violencia heroica, igualmente condenable, porque conviene saber que hay héroes que pueden arruinar a los pueblos. Leí recientemente algo de la vida de Rafael Casanova. Al final del sitio de Barcelona era Conseller en Cap y en un último bando “amonesta y manda a todos generalmente, a partir de los 14 años, sin ningún pretexto, ni excepción de persona alguna, tome las armas, y asista a la defensa de esta Excelentísima Ciudad”. En este episodio bélico hubo unos veinte mil muertos y heridos, entre los dos oponentes.

Poco más tarde Casanova fue herido de bala en un muslo, rescatado y puesto a salvo. En el libro de entradas del Hospital General de la Santa Creu, figura como muerto el día once de septiembre de 1714. Afortunadamente no fue así y vivió hasta los ochenta y tres años. En algunos de estos documentos encuentro la expresión “tots els bons catalans”. Cuando veo cosas así, en cualquier contexto, me echo a temblar. Alguien se arroga el derecho de distinguir los buenos de los malos. Pésima materia siempre.

No sé por qué he escrito sobre la violencia: la repudio con toda mi alma. Buscando en Internet casos de crueldad extrema, aparecerán probablemente muchas referencias. No ha sido ese mi método; mis citas provienen de mis lecturas, aunque luego haya tratado en ocasiones de sustanciarlas. El texto de la maldición papal, en el caso del alumbre, por ejemplo, viene de un excelente libro, un clásico de la literatura médica, The diseases of Occupations, de Donald Hunter. 

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