En este blog ya
he hablado del azar, usando esta palabra en el más común de sus sentidos. Todo
lo que sucede de manera no reglada, no predecible, decimos que ocurre por azar.
Sin embargo, puede que acontecimientos que creemos que ocurren por azar, ocurran
por causas concretas y determinadas, pero que no conocemos. Para alguien que
conociera esas causas, estos acontecimientos serían predecibles, no sujetos al
azar.
En la ruleta
—en una ruleta ‘honrada’— la bola cae por puro azar en cualquiera de los
números. Siempre habrá algún jugador empecinado en descubrir alguna regla o
norma para predecir los resultados. Los falsos conceptos en este terreno son
muy numerosos. Si ha salido, por ejemplo, el número siete tres veces seguidas,
alguien puede pensar que ya es más difícil de lo normal que salga otra vez en
la tirada siguiente. Se equivocaría en esto, aunque tal vez no sería fácil
convencerle de su error.
El concepto de
azar está íntimamente ligado al de probabilidad. A pesar de ello, el estudio
cuantitativo y formal de la probabilidad no se inicia hasta el siglo XVI, en
Europa y más concretamente en Italia. Por el contrario, la idea abstracta del
azar, de su influencia en los seres humanos, es mucho más antigua. Existe en
China desde tres mil años antes de nuestra era y también en la literatura
sapiencial bíblica de hace unos dos mil trescientos años. En ese bellísimo
libro, Eclesiastés, se puede leer (9,11): I have seen something else under the sun: The
race is not to the swift or the battle to the strong, nor does food come to the
wise or wealth to the brilliant or favor to the learned; but time and chance
happen to them all (he
visto algo más bajo el sol: la carrera no la gana el rápido o la batalla el
fuerte, ni el alimento va al sabio o la riqueza al brillante o el favor al
estudioso; el tiempo y el azar cuentan para todos).
He tomado el texto inglés por
dos razones. La primera, porque, en ese idioma, en la inexhaustible —no está en
el DRAE, aunque sí inexhausto, que no es lo mismo; qué cosas, ¿verdad?— Internet,
puedo leer diecinueve versiones del párrafo en cuestión. La segunda, porque me
da pie para alguna consideración sobre el tema de la traducción.
Todas las versiones inglesas
tienen aproximadamente la misma extensión, excepto la de New Living Translation, algo más larga, que copio en español: Observé algo más bajo el sol. El corredor más veloz no siempre gana
la carrera y el guerrero más fuerte no siempre gana la batalla. Los sabios a
veces pasan hambre, los habilidosos no necesariamente son ricos y los bien
instruidos no siempre tienen éxito en la vida. Todo depende de la suerte, de
estar en el lugar correcto en el momento oportuno.
Esta versión inglesa persigue, según proclaman sus autores,
trasladar el “sentido” del hebreo y griego antiguos al lector moderno y se basa
en las recientes ideas sobre la teoría de la traducción. La meta del traductor
es crear un texto que produzca el mismo impacto en la vida de los modernos
lectores que produjo el original en los antiguos. Esto se logra traduciendo
“pensamientos enteros” y no simples palabras.
Nada más opuesto a lo que yo busco al traducir. A mí me gusta la
traducción lo más literal posible, salvo cuando se pueda escapar el sentido de
lo que se traduce. Es difícil conocer el impacto del texto en los antiguos
lectores y tratar de reproducirlo. Y el lector tiene el derecho de elaborar sus
pensamientos en base a lo que está escrito, sin intermediarios. Reconozco que
la traducción más larga de New Living
Translation se entiende mejor o más rápidamente. Aun así, supone una
interpretación del primer autor y eso no me gusta, no es mi manera de traducir.
No me puedo imaginar al autor del Eclesiastés
—Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén; alude a Salomón, pero esto es
imposible— usando esa expresión tan americana de “in the right place at
the right time” (en el lugar correcto en el momento oportuno). Me duelen los
oídos.
Es un placer leer este blog! Un abrazo
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