Hablé hace poco del Manfred
de Lord Byron y lo califiqué como lo que en inglés se llama closet drama. Son obras teatrales no
destinadas a la representación, sino a la lectura, bien por un lector
individual o en voz alta para un grupo reducido de personas. En ellas no hay
mucha acción y predominan los diálogos y el pensamiento. Puede intentarse su
montaje teatral, siempre con importantes dificultades adicionales, porque no
están construidas para eso. Quizá sorprenda saber que las dos partes del Fausto de Goethe fueron diseñadas como closet dramas.
Una obra teatral normal también puede reducirse a la lectura
de la misma por varios intérpretes ante un auditorio. Es lo que se llama teatro
leído y era algo corriente en mis tiempos de estudiante por su facilidad de
ejecución. Es lo que se hace también cuando un autor presenta una nueva obra
ante un grupo de actores. También hay closet
screenplays en el caso de los guiones cinematográficos. La expresión to come out of the closet, implicando el descubrimiento final de algo
mantenido en secreto, es propia del idioma inglés y nuestro “salir del
armario”, tan popular ahora, sería un anglicismo.
Esto me
lleva a tratar de algunas expresiones inglesas, encontradas a menudo en textos españoles.
Nunca oculté, lo he dicho otras veces, mis afanes didácticos en este blog. Self-fulfilling prophecy se refiere a
una previsión de futuro hecha de tal manera que puede contribuir a su ocurrir efectivo.
Por ejemplo, si unos soldados se dirigen hacia el enemigo, diciéndose unos a
otros “ya veréis, nos las van a dar todas en el mismo lado”, pues puede que
acabe así la cosa. Serían lo opuesto a aquellos “gritadores de insultos,
que combaten con la palabra”, que había en el campo de batalla de Kurukshetra y
que se describen en Mahabharata. Según
las elegantes reglas de las guerras de entonces, no se les podía golpear,
porque luchaban sin armas.
Otra
expresión típica inglesa es la de to be right for the wrong reason (acertar por una razón falsa). Contaré una vieja historia persa para
ilustrarla. En un manicomio quieren dar de alta a tres pacientes y exploran su
capacidad intelectual. Al primero le preguntan cuántas son dos por dos y responde
‘setenta y dos’. Al segundo le preguntan lo mismo y responde ‘martes’. El
tercero responde ‘cuatro’. Van a dar de alta al último, pero el director quiere
saber algo más. ¿Cómo encontraste la respuesta? Muy fácil. He restado martes de
setenta y dos. Se quedó en el centro, por charlatán.
Otra
expresión usada frecuentemente en español: wishful
thinking. Ya dije que se trataba de una forma de la catatimia, por la que
pensamos de acuerdo con nuestros deseos y creemos lo que querríamos que fuera
verdad. Es un fenómeno corriente, un alteración del correcto razonar, que puede
llevarnos al engaño y al desastre. A tener en cuenta, por las personas y por los pueblos.
A mi
juicio, la expresión más tonta que cabe encontrar en cualquier idioma es la de
“matar el tiempo”. Viviendo una vida tan corta, resulta increíble que nos
dediquemos a perder el tiempo. Ya entiendo que muchas veces es sólo una
distracción muy pasajera. Pero también hay gente que malgasta demasiado el
tiempo, que lo mata muy repetida y continuadamente. Me sorprende que la
expresión exista en todos los idiomas a los que me asomo. En inglés se dice “to
kill time”; en francés “tuer le temps”; en italiano “ammazzare il tempo”. Sí,
también los alemanes matan el tiempo, aunque lo hacen al revés: “die Zeit
totschlagen”.
Horrible,
¿verdad? Todos lo hacemos, yo también, claro. Pero es una expresión, una
actitud estúpida. Otra expresión muy triste en cualquier idioma es la de
“demasiado tarde”, cuando pasó el tiempo sin remedio, cuando algo se convirtió
en imposible, cuando se nos quebró en mil pedazos un sueño. Para siempre, sin
otra oportunidad. La Muerte nos asusta por eso.
Es un
sentimiento que durante una buena parte de la vida no debe existir, y que nos
va cercando con los años. Lector, si eres joven, olvida esta última reflexión. Para
ti todo es posible. Si de verdad quieres, puedes lograr todo lo que te
propongas.
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